lunes, 22 de marzo de 2010

Hay que ordenar la biblioteca.

Hace pocos días intenté ordenar mis libros, mis cosas. Después del terremoto se vinieron abajo unos estantes y todos quedaron esparcidos, aunque en verdad ya estaban revueltos desde antes. No saben cuánto hay en cada uno de ellos, cuánto de mí que ya se derrumbó antes también y uno que no se preocupó de ordenarlo a tiempo. Y es que a veces duele adentro de uno y uno apenas puede moverse, y llora de la nada –como ahora- aunque ustedes no entiendan por qué, pues no lo he dicho todavía.
El punto es que intenté ordenarlos, y pensé en las relaciones que existen entre ellos, por qué Sarduy queda junto a Rilke, por ejemplo, o por qué Kafka queda repartido y sin un lugar muy estable. Y debo reconocer que no los ordené bien del todo, ahí están y todo parece menos caótico allá afuera, sin embargo.
Creo que la mejor forma de enfrentar esto es escribirlo, hablarles a ustedes, sin saber adónde irá a parar, o si me escucharán o algo. Creo que lo mejor es ser honesto. Volver a serlo. Porque el dolor no cabe ya en mí y debe salir afuera de alguna forma. Y si lo dejo salir fuera de la forma correcta, quizá ese dolor me enseñe algo. Como ese algo que los niños esperan oír cuando pequeños y nadie se los dice y se duermen al final pensando en otras cosas.
Yo cuando chico pensaba que a los 18 años, -a la mayoría de edad- o en algún momento predeterminado, alguien iba a venir y me iba a explicar algunas cosas. Cosas básicas, elementales. Situaba mis inquietudes en donde terminan las cosas, dónde comienzan, en el tiempo, en el espacio… en la idea de infinito tan incomprensible para todos. Pensaba que era absurdo cualquier cosa si no sabíamos eso, que estábamos limitados y no podíamos llegar nunca a estar seguros de algo si es que enverdad eso se desconocía. Escuchaba programas de ciencias o leía historia, o la Biblia que le di muchas vueltas esa edad, y pensaba que esa gente se veía segura porque sabía eso. Y esperaba el día en que lo sabría.
Cuando las respuestas no llegaron, y supe que éramos incapaces de alcanzarlas, fue como si el discurso de todos resquebrajara sus bases, y se viniera abajo, como mis libros. Aunque creo que hay mucho de ello que no se derrumbó, y que de alguna forma no puede derrumbarse.
Quizá contarles sobre eso sea la mejor forma de darme cuenta qué partes de mí siguen en pie, hoy que siento que todo está hecho trizas y uno comienza, como un tonto, a llorar de nuevo cuando lo recuerda.
Quiero recoger lo que está caído dentro mío y levantarlo, y quiero invitarlos a eso también, y si quieren, a escucharme.
Déjenme contarles sobre algunos de los libros que recogí, para irle dando un poco de forma a todo esto:

5 comentarios:

  1. Vian, tu primera publicación merece mucho más que un "." :)
    Sentí un poco de vergüenza cuando me di cuenta que habías leído lo que escribí. Pensé que mi blog sería invisible, de modo que fue imposible no sonrojarme cuando vi ese punto.

    Leeré tus publicaciones, y me preocuparé que mis libros queden perfectamente ordenados.

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  2. Me han dado ganas de organizar mis libros.

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  3. Hola. Sólo he leído esta entrada de tu blog. La primera. Me ha gustado. Volveré. Un día leí esta frase acerca de los libros:
    "Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora."
    Saludos desde España. :)

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  4. Interesante Blog... le dare seguimiento :)

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