martes, 13 de abril de 2010

Yo quería ser un Modigliani

Debo reconocerlo. Y es que casualmente me encontré un día, en el baño del museo de Bellas Artes, un cuaderno que tenía unos recortes de unos cuadros de Modigliani. Yo debía ir en primero medio, no recuerdo. Había hecho la cimarra ese día porque teníamos una unidad de baile y en ese entonces, bueno... no era lo mío digamos.

Como sea, devolví el cuaderno, pero debo reconocer que me quedé con los recortes, eran de hojas de revista recuerdo, de hecho, el cuadro que más me gustó no aparecía entero, estaba por la parte de atrás de otro que no me impresionó demasiado.

Era el cuadro de una mujer con chaqueta amarilla, ajustada, con una cara filosa, y que recuerdo ponía sis manos enguantadas, en la cintura. Con el tiempo supe que ese cuadro había sido devuelto por la mujer que había sido retratada, y que, para evitar fuera destruido, un protector y amigo de Modigliani (Paul Alexandre, creo) lo había comprado.

Y es que los rostros de Modigliani causaron una sensación extraña en mí. Y supongo también que habrá causado algo extraño en aquellos que eran retratados. Eran rostros que habían extraído, de cierta forma, toda la expresión de los cuerpos. No tenían que ver con la historia, no eran narrativos, no había historia que contar tras aquellos rostros, pues todo en ellos era expresión y belleza, desligada de hechos concretos.

Y es que Modigliani, de cierta forma, -intuía-, había extraído las máscaras en aquellos retratos, algo sólido que estaba sobre los seres retratados, aunque con esto, obviamente, hubiese arrancado también un montón de experiencias. Experiencias que estaban en la expresión de aquellos seres, listas para traspasar siglos, como si hubiesen visto todo y hubiesen comprendido, además, quienes son ellas mismas: seres carentes de una vida propia, pero reflejo vivo de ella. Listos para la inmortalidad. Fijados. Vaciados. Hermosos.

Eran como esas máscaras africanas o la perfecta estética de algunas antiguas cortesanas japonesas (como algunas imágenes de Utamaro) algo que, sin dejar de estar vivo, está, como decía antes, sobre lo vivo, y es a la vez la huella dejada por todas aquellas experiencias y sensaciones de aquel ser que está atrás, inmaculado aún, bajo esta limpieza que podía significar el retrato de Modigliani. La certeza que debía ver aquel retrato y reconocer que tras eso, había algo vivo, sin cáscara. Pulpa viva.

Ahora imágino la crisalida abandonada de una mariposa. Si la crisálida tuviese una expresión, si pudiese ser fijada en el momento mismo en que se plasman en ella todas las sensaciones vivas que contiene debajo, incluida la naturaleza del ser que cobija... aquella crisálida, en ese mismo momento, explotada en colores y expresiones... esa crisálida, sería como un cuadro de Modigliani.

Y yo, obviamente, quería ser así. Quería ser un Modigliani.

Pero en vida.

Dudo que pueda explicarlo bien. Dudo también que haya intentado explicarlo, verbalmente me refiero, en algún momento.

De hecho era un deseo secreto. Algo que ni siquiera intentaba. Demasiado inseguro de mí, me sentía carente de belleza física, carente de esa expresión, de metamorfosis interna. Vacío de experiencias, incluso. Y no sentía en mí la presencia de máscara alguna.

Pero que se entienda, no quería ser un Modigliani, para ser máscara, o ser vacío, o crisálida. Quería ser un Modigliani quizá para tener certeza de que algo mío había dejado huellas, había estado y estaba enteramente vivo. Y Recogía y producía sensaciones. Y yo quería verlas, fuera de mí digamos. Ser testigo de las huellas de mis propias sensaciones y experiencias, al fin y al cabo.

Sí, supongo que eso era para mí ser un Modigliani.

Con el tiempo, aprendí más de su historia. Aunque nunca supe cuanto de mito y cuanto de verdad había en ella. Aunque hoy en día es la esencia del mito la que creo más verdadera. Y la que elijo creer, por cierto.

Modigliani había sido el paradigma del artista maldito (es cierto, como muchos...) incapaz de asociarse correctamente en ninguna tendencia, con una historia de vida y una cantidad de anécdotas e historias que acrecentaban su figura para cualquiera que se abriese a esos parámetros. Otro de los muertos jóvenes (a los 36 o 37, no recuerdo). Y obviamente con amores tormentosos.
Su mujer, la joven Jeanne Hebuterne, había dejado a su familia (bueno, ellos la negaron, digamos) para irse con el pintor, y había tenido una hija de él, llamada Jeanne, al igual que ella.

Guardé un retrato de Jeanne (la mujer del pintor), por muchos años, me atraían sus ojos, distintos a los otros cuadros de Modigliani donde las cuencas parecen vacías o tienen un únicoc olor que los deja ausentes... El punto es que me acostumbre a mirar aquel cuadro, y a los otros Modiglianis, y supongo que algo en mí se mimetizó un poco con ellos... No creo que externamente pues los rostros de modigliani me parecen demasiado armónicos y "elegantes" aunque sé que esa no es la palabra apropiada, por supuesto. Pero la imponencia que tienen, si bien, supongo, no comparto, dejó también cierta huella y hoy me es imposible ver un Modigliani sin sentirme parecido a él, como compartiendo algún secreto, o sabiendo algo similar, por último, pero con un vínculo. Así como cuando vemos a alguien parecido en la calle y lo miramos de reojo y sentimos que él también se está reconociendo en uno.

La historia de Modigliani, el pintor, terminaría de manera tan extrema como lo fue su vida, y es que luego de días de alcohol y tras dejar una carta en que junto con su mujer habían decidido dejarse morir, un pintor chileno que vivía en Francia (se me olvidó el nombre y no quiero inventarlo, ni buscarlo) lo encontró y los llevó de urgencias hasta un hospital.

Jeanne se mejoró fácilmente, pues aparte del desgaste no tenía grandes males fisicos, pero Modigliani se complicó, y murió prontamente tras ese episodio, por algo relacionado con la meningitis y la tuberculosis, que lo hizo colapsar sin vuelta.

Al día siguienete de su entierro Jeanne, su mujer, embarazada de su segundo hijo, saltaría desde el quinto piso donde la habían llevado de vuelta sus padres, quienes se negaron a reconocer el cadáver como el de su hija, y no lo hicieron hasta ocho años después, para permitir que su fuera enterrada bajo su verdadero nombre y junto al cuerpo del pintor, donde se encuentran aún ambos hoy en día.

Y bien ¿le falta algo a la historia? (bueno la verdad es que falta mucho, de la historia no conté casi nada), pero ¿notan un vacío en ella? ¿algo que dejamos de ver y no notamos su importancia?

Eso me daba vueltas cuando leía sobre Modigliani en ese entonces (sin internet y buscando en enciclopedias incompletas y libros de artes casi siempre con datos contadictorios)...y es que había una segunda Jeanne que desaparecía de la historia. La hija de Modigliani.

De hecho recuerdo que escribí un poema como a los 17 que se llamaba así "La hija de Modigliani", tratando de imaginarme que sucedió con esa chica, de quien nada se decía en los libros que consulté en aquel entonces.

Perdí o boté el poema, supongo. Casi todo lo de esos años lo perdí o hasta lo quemé, creo que alguna vez mencioné algo de eso. Ya no importa.

El punto es que hoy me acordé y me puse a buscar sobre la hija de Modigliani. En un libro Taschen que había conseguido leo que se hizo cargo de ella una hermana del pintor, y averiguo que incluso la niña, ya mujer, escribió una biografía sobre su padre.

Así que comienzo a buscar en Internet. Leo algo de ella relacionado con las últimas esculturas atribuidas a su padre. Leo que en su infancia le ocultaron todo sobre él. Que debió ser ella misma quien lo descubriera, al igual que la figura de su madre. Leo que odió por años a su madre, por haberla abandonado, tras averiguar la forma de su muerte, y que sólo con el tiempo comenzó a amar a sus padres, a comprenderlos.
Leo esto que ella dijo poco antes de morir, discutiendo porque negaba unas obras que le atribuían a su padre, cuando, económicamente al menos le era, por supuesto, muy conveniente.

Veo su foto en aquella última entrevista. Y puedo reconocerla. Es obviamente un Modigliani. Sin ninguna duda.

Tanto como quise serlo yo. Un Modigliani perdido. Sin firma. Un bosquejo quizá, pero un Modigliani al fin y al cabo. ¿Y saben? Quizá me he llegado a parecer más de lo que creía. He aprendido a ver aquello que vive tras de mí. Tras de mi rostro. He aprendido, y estoy aún aprendiendo, y no me asusta mi máscara, es también fruto de mis experiencias, de mis sensaciones. Algo así como si Grenouille, el personaje de El perfume, hubiese extraído mi esencia y eso fuese lo que observo, un aroma de mis experiencias, de mis sentimientos, de mis dolores y alegrías, aunque suene cursi decirlo de esa forma. Y hasta me siento orgulloso de ella. Y me agrada.

Pero lo importante es que si bien puedo observar eso extraído, también puedo sentir algo vivo. No hubo necesidad de muerte para extraer mi esencia y verla frente a mí. Observarla.

Y es que mirar un Modigliani es también a veces, como mirar un escrito verdaderamente tuyo, aquel en que han quedado tus expresiones y sensaciones, tu experiencia: por completo. Sin ahorrarte nada.

Eso es el coste que hay que pagar por ser un Modigliani.
Afortunadamente, siempre queda un vuelto de ese coste, y eso es la vida que queda. La que vuelve a nutrirse, a buscar alimento, a buscar un libro, observar una persona, oler la tierra... ¿y para qué? para volver a escribir de nuevo, y para volver también, por qué no, a amar de nuevo. Porque cuando se llega a ser un Modigliani, -aunque apenas un bosquejo y sin una firma que te respalde- ya no hay diferencia alguna entre estos dos términos.

3 comentarios:

  1. A casi tres años de tu escrito,aqui estoy leyendo tus pensamientos y lo que nace a partir de ver una obra de Modigliani, el último de los bohemios que hipnotiza no solo por su leyenda, sino por el legado eterno que se llama arte..y la verdad ¿quien no quisiera ser un Modigliani? tanto misticismo conquista nubla de poesia toda la atmosfera! gracias por compartir estas palabras un extracto de tu vida...quizás sabemos la mitad de lo que fue Amedeo, pero ese granito de arena nos transformo la vie...

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  2. A casi tres años leo tu pensamiento, un extracto de tu historia que se modifico simplemente con observar una obra del ultimo de los bohemios... ¿quien no quisiera ser un Modigliani? tanto misticismo, aventura, pasion nos encandila! es imposible no caer bajo el hechizo misterioso de este artista que se convirtio en leyenda no solo por su modo de vida sino porque plasmo lo eterno e implicito a traves del arte...gracias por compartir una parte de tu vie,,,

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  3. Saludos... Yo mismo me había olvidado de este escrito...

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