domingo, 16 de mayo de 2010

Caminando sobre la cola del tigre.

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Cada cierto tiempo suelo soñar con tigres u otros animales, de esos de los que más vale andarse con cuidado. Generalmente aparezco en un mismo espacio, donde no debiera estar, o dónde ellos no debieran aparecer: yo al interior de un gran espacio en un zoológico, o el tigre mismo saltando la muralla de alguna casa y compartiendo un mismo espacio.
En los sueños, siempre soy el primero en verlo, y generalmente estamos a cierta distancia, aunque sin nada en nosotros y ninguna opción de protegerse, al menos si es que el animal me ve y decide atacarme.
Nada de acercarme, por supuesto, ni mucho menos pisarle la cola. Aunque siempre en algún momento el animal se percata de mi presencia, aunque nunca viene a atacar directamente.
Digamos que se trata de una especie de lucha por el territorio, donde el extraño siempre soy yo. Extraño y extranjero, por cierto.
A veces lo relaciono con un tiempo en que solía irme a solas al zoológico -zoolo en el sológico se llamaba un cuento que escribí por ese entonces-, aunque la verdad nunca viví nada parecido, ni siquiera experimenté alguna sensación similar. Bueno, quizá una vez, pero no fue tan terrible. Un cuidador me dejó entrar a la jaula donde estaban los cóndores y las águilas, y me acerqué hasta ellos y tomé algunas fotografías bastante atemorizado, aunque por supuesto, no pasó nada tan especial.
Dándole vueltas a esto, -a partir de que acabo de ver la película de Kurosawa, Los hombres que caminan sobre la cola del tigre y el nombre queda dando vueltas-, pienso qué tan cerca de la cola del tigre me atrevería a acercarme, y trato además de recordar al tigre de mis sueños, su mirada y reencontrarme con esas sensaciones, en las que nunca he profundizado bastante.
Pienso entonces que en los sueños, justo en el instante que el tigre me mira, siempre de reojo y sin sin dejar de caminar de un costado a otro del lugar, parece él también, por una extraña razón, reaccionar con cierto cuidado, con cierto temor, aunque obviamente soy yo, quien al percibir mi propio miedo sólo soy consciente de esto, y el tigre, que es también parte de mí y de mis sueño, pasa a ser un otro que dejo de analizar, y mi sensación de inseguridad me hace dejar de percibir de buena manera al resto.
Y a pesar que no hace mucho que tuve ese sueño por última vez, -no lo recuerdo bien, pero puede haber sido hace un par de meses-, hoy debo reconocer que me siento algo distinto, no sé si menos inseguro, pero al menos más seguro de mi inseguridad, más consciente de ella, al menos, y quizá sea un paso adelante.
Pienso además que he descubierto otra cosa de ese sueño, que en la inseguridad y la sensación que tenía terminaba no sólo de dejar de ver al tigre, sino también de dejar de verme yo mismo, y de hecho, ahora que lo pienso, en aquellos sueños, no recuerdo que yo haya tenido una forma humana... es decir, quizá yo mismo haya sido otro tigre sin saberlo y mi inseguridad, además de cegarme y no permitirme ver al otro, también me cegó conmigo mismo, con mi propia fuerza quizá y dejé de ser consciente de todo.
¿Qué interés puede tener hablar de esto acá?
Supongo que ninguno, yo pensaba hablar algo de la película de Kurosawa y terminé hablando de otras cosas, pero supongo que estoy en una etapa extraña, -cuando no, es cierto- pero esta vez siento algo así como un leve crecer, cierta madurez emocional que quizá se acerca y esta vez la dejo venir, a pesar de que siempre la he rehuido. Y es que supongo que la necesito. Necesito verme y ver al otro y aprender de aquello que fue en su momento inseguridad y equivocación.
Y si no soy un tigre y de todas formas debo cuidarme, pues ningún problema... el avance será conocer aquello que cuido, y saber bien qué es aquello que temo y situar un poco más mis emociones.
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¿Algo respecto a la película?
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Poco. Era de las primeras de Kurosawa y como toma su argumento de una obra Kabuki, este resulta muy simple, aunque no deja de tener cierto trasfondo. Un grupo de vasallos acompaña a su señor quien luego de pelear con su hermano debe pasar por una barrera donde fingen ser monjes. La obra profundiza un poco en algunos sentimientos, en la figura cabizbaja de este señor que debe huir perseguido por su propio hermano, y tiene algunos cantos y poemas bastante buenos, -aunque desconfío en algunos de la traducción algo inconfruente que se les ha dado-, a la vez que tiene una muy buena música, supongo que sacada de la misma obra de la que se recreó el argumento.
Por otra parte la obra, bastante breve en extensión, sólo se limita a eso, a mostrarnos cómo estos hombres se hacen pasar por monjes y logran trasponer la barrera impuesta por el hermano de su señor... es decir, nos muestra un nudo, un obstáculo en un camino, y la forma de pasarlo, atreviéndose, al hacerlo, a pisar la cola del tigre.
No sabemos nada más de los personajes, ni el origen de la disputa, ni que ocurrirá con ellos después, la obra deja a ambos a costados opuestos del camino.
Algo útil, por cierto, en este momento donde empiezo a ponerme de pie -ya era hora- y trato de decidir bien la próxima ruta a tomar. Algo más sereno, y consciente de mis decisiones.

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