sábado, 29 de mayo de 2010

Sobre los escritores del sur (II). Reynolds Price: Una vida larga y feliz.

.
Ya se me está haciendo costumbre iniciar entradas para hablar de algo y terminar refiriéndome a otro asunto. Por eso, algunos de los temas quedan dando vueltas en torno a mí como extraños asteroides, impidiéndome ver bien y haciendo que choque y no vea claramente otras cosas, personas o situaciones.
Pues bien, para sacarme dos asteroides en uno les cuento un poco de Reynolds Price, un escritor poco conocido -en el mundo de habla hispana-, proveniente del sur norteamericano.
(Dos asteroides en uno porque de un libro de él que releí esta semana les iba a hablar ayer y porque de los premios O´Henry, que este autor ganó en alguna ocasión, les iba contar hace unos días).
A pesar de que en norteamerica este autor parece ser bastante conocido, en español sólo parece haberse publicado uno de sus libros: Una vida larga y feliz.
El libro en cuestión, además, sólo es posible encontrarlo por ahí en alguna tienda de libros usados o en alguna feria de barrio, si es que se tiene suerte. Ya que la única edición, -que conozco al menos- es la de Editorial Sudamericana hecha en 1969. Y que es además de la que vuelvo a leer el libro, bastante deteriorado, por lo demás.
El libro en sí, como tantos otros del sur, se centra en el proceso que tienen algunos personajes hasta llegar a comprender al otro, y con esto, comprender también la vida que los rodea y lo que significan ellos mismos, al interior de esa vida.
La historia se nos muestra a través del personaje de Rosacoke, una joven blanca que debe asistir al entierro de una amiga negra -hasta el punto donde puede existir amistad en ese mundo de colores opuestos-, mientras es llevada por un extraño joven que ella cree su novio, aunque no está segura del todo.
El funeral se celebra lejos, en una iglesia donde asisten sólo negros y Rosacoke, a partir del viaje que realiza y de la muerte de su amiga, comienza a ver todo nuevamente, a comprender de a poco esa vida que la rodea y que hasta el momento tan sencilla le había parecido.
De esta forma, se ve obligada a hablar durante el funeral, dando además origen al título de la obra, mientras se refería a su amiga, Mildred:
.
"Últimamente no veía a Mildred con frecuencia, pero nunca nos olvidábamos de nuestros respectivos cumpleaños y la otra tarde me dije: Ya es casi el vigesimorpimer cumpleaños de Mildred, de modo que marché a su casa después de comer, y allí no había nadie, salvo el pavo. No supe hasta el día siguiente que se la habían llevado. Y allí estaba yo deseando darle un par de medias y augurarle una vida larga y feliz, y ella ya se había ido".
.
Y es que esa vida larga y feliz que quería augurarle a su amiga, Rosacoke aprende que no es nada segura, que no viaja por un único camino, y eso la lleva a hacerse consciente de su propia vida, responsable incluso de sus sueños.
Por otro lado, el lenguaje que adopta el libro es sencillo y parece estar diciendo siempre algo más, como en esas reuniones de iglesia que cada cierto rato pronuncian ¡amén! sin interrumpir el discurso. Y es que la forma que elige Price para narrar, la naturalidad de los personajes que describe, hace que nos deslicemos por las distintas acciones como si en cada una de ellas hubiese encerrado algo divino, algo que debe trascender. Como si las acciones y los hechos narrador tuviesen en verdad raíces más hondas, brazos que los conectan con algo humano que sigue estando presente en nuestros días, a pesar de que exista más como necesidad que como presencia concreta.
Y es que encontrarme con este libro, -reencontrarme en verdad en estos días- supone también algo reconfortante, algo que tranquiliza incluso cuando uno puede ver a los personajes luchando por comprender algo que quizá, de cierta forma al menos, ya he comenzado a aprender: que la vida verdadera, la vida larga y feliz a la que aspiramos todos, se hace primero conociéndonos a nosotros mismos, nuestras verdaderas necesidades, haciéndonos cargo de aquello que nos fue dado sentir. Y ver. Y hasta amar de cierta forma.
Porque lo que aprende Rosacoke a lo largo de la historia es justamente eso. Aprende lo que es realmente el amor, la vida que quiere vivir, aprende a hacerse cargo de aquello que la une con las demás personas, pero que en primer lugar la hace posicionarse como el centro de ella misma.
Rosacoke aprende además para no olvidar, para no equivocarse. Y lo hace con una honestidad perfecta. Tanto así que cuando vuelve a desearle a alguien una vida larga y feliz, lo hace sabiendo verdaderamente lo que eso significa. Y emociona hasta la alegría sentir que de cierta forma uno también está más cerca de entender aquello... (o tiene uno al menos la posibilidad de estarlo).
Y es que tal como sucede al interior del libro, cuando se ha aprendido lo que tenía que aprenderse, se puede dormir tranquilo. Y hasta sonreír dormido, como si, aún en sueños, supiésemos del amor.
Y sintiésemos también exactamente qué es la Vida y nuestra vida, y pudiésemos abrazarla así como se abraza a un hijo, cuando realmente nos damos cuenta quién es él, qué significa, mientras duerme y respira suavemente a nuestro lado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales