jueves, 19 de agosto de 2010

Un pasillo al interior de una casa.

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Hay un pasillo en un rincón de la casa. O un corredor, como quieran llamarle. Lo que importa aquí es que nunca he llegado al final de aquel lugar. Siempre me devuelvo cuando la pena o la rabia me abandonan, y ya deja de tener sentido el avance, y me detengo.

Esto sucede en un sueño, por supuesto. Aunque nunca recuerdo el origen de sueño o aquello que motivó mi avance. Mis recuerdos se inician cuando avanzo determinado por el pasillo y terminan cuando despojado de esa primera sensación, me devuelvo a un punto al que tampoco termino de llegar.

La sensación que me impulsa, en un inicio, tiene por lo demás una naturaleza extraña, y, si bien la llamé en un inicio rabia o pena, en verdad no consigo encontrar la palabra que me permita nombrarla de forma satisfactoria. Y hasta esas primeras aproximaciones, cuando las leo, me parecen demasiado lejanas

Lo mismo sucede con la segunda sensación que me impulsa en el sueño, esa necesaria para el regreso y que se acerca un poco al opuesto a esa primera sensación, o a una suerte de vacío que actúa generalmente como una fuerza que parece surgida del mismo origen que la primera, aunque de forma contraria. Quizá para graficarlo pueda uno imaginarse la fuerza con que el mar viene hacia nosotros y luego se recoge nuevamente, arrastrándonos un poco con él, cuando estamos en la orilla de una playa.

En el regreso, además, suelo encontrar cosas que hube abandonado en el camino, digamos en la ida... aunque carezco de la voluntad necesaria para recogerlas y llevarlas conmigo nuevamente, a mi lugar de origen.

Y es que siento, de cierta forma, cuando esto sucede, que todo aquello que sin duda fue importante en un primer momento... eso que nos acompaño, que intentamos llevar con nosotros hasta un último momento, visto ya en el camino de regreso, parece haber abandonado todo su sentido.

Esto, porque además el regreso, en el sueño, parece realizado no sólo en tiempo posterior o lejano al de la ida, sino que en un tiempo distinto, donde falta un nexo, un lazo afectivo con algo que fuimos, o con las cosas que llevábamos en ese entonces.

Se encuentra lleno entonces el pasillo, de cosas olvidadas, gastadas... fotografías, rayados en las paredes que ni siquiera me permito leer, recortes amarillentos por el tiempo, y hasta goteras que caen sobre objetos y que ya han comenzado a ser deformados por el agua.

Me pregunto cosas entonces, en medio del sueño, cuando poco a poco voy haciéndome consciente de que aquel mundo es distinto al que despertaré, aunque las sensaciones persistan, en ocasiones. Me pregunto por los objetos gastados, olvidados... me pregunto por la vida que nos tomó llevar esos objetos... me pregunto por los rostros en las fotografías, por lo que dirán los papeles... pero no me desgasto buscando el punto desde el cual vengo, y hacia el cuál regreso.

Y es que gastar la vida, ¿es usarla o no usarla? Pienso entonces en la vida de aquellos abrigos, o esas prendas que tras un poco de uso son guardados y olvidados en distintos lugares. Pienso en las polillas, esas que en vez de ir hacia la luz se conforman con aquellas prendas. Pienso incluso en nuestro espíritu, similar a una luz o quizá a una simple bolita de naftalina... no creo que exista un término medio. No en mí, al menos. Y no en mis sueños.

Además, ¿estoy realmente seguro de que voy o que regreso? Es decir, ni siquiera debiera estar seguro que el pasillo aquel está en verdad en una casa, y los actos de ir y regresar no tienen realmente una dirección o un sentido seguro. Bien pudiera ser que en verdad mi primer movimiento fuera un regreso y que en verdad estoy yendo cuando creo regresar... o que todo sea en verdad ida o todo en fuese regreso...

No sé por qué me viene entonces una frase a la memoria, creo que sale en la obra Teseo, de Kazantzais, que leía hace unos días. En ella, Minos le habla a Teseo, tras salir del laberinto, y le advierte:

"Detrás de tus hombros victoriosos veo otro Teseo que vendrá seguramnete un día a arrojarte del trono. ¡Oh, nuevo Minos!... Y detrás de ese nuevo Teseo veo otro... y luego otro... y así hasta el útlimo Teseo, el definitivo..."

Y sí, quizá cuando me encuentre nuevamente en ese pasillo, deba fijarme en quién viene a mis espaldas, o si voy yo tras la espalda de un otro... Quizá sea esa la única forma de encontrar un final a todo eso... Un final que no sea necesariamente un extremo del pasillo, sino un extremo en el que pueda encontrarme realmente seguro y claro al ver quien soy... Y quizá ese final sea similar, al mismo tiempo, a aquel que acabo de encontrar, en este mismo instante, para este texto.

Un pasillo al interior de una casa, decía.

Y con eso basta.

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