miércoles, 13 de octubre de 2010

El Moderación (Opus fight).

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No recuerdo cómo fue que comenzó,
pero creo que fui yo el que lo bauticé con ese apodo:
El Moderación.
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Hasta antes de eso era uno más
de esos que en la U se daba vueltas
y jugaba taca-taca de vez en cuando,
sin ser de los mejores, por supuesto,
así que -pensaba yo-
de cierta forma su fama me la debía a mí,
como Dueñas a la Marlene,
o como Cristo a Judas,
o como Golborne a los mineros,
por dar algunos ejemplos.
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El caso es que el Moderación pasó a hacerse famoso
entre un grupo grande de nosotros,
su presencia de hecho se nos hacía indispensable
cuando la borrachera resultaba organizada...
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-Hay que beber con Moderación -decía uno.
Y alguien lo iba a buscar, o lo llamaba
y llegaba el Moderación a sentarse entre nosotros,
y comenzábamos a tomar.
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Sinceramente, yo siempre creí que le gustaba el apodo,
y me sentía casi como el amigo que te presentó tu polola,
o hasta como el manager,
aunque en verdad el Moderación nuca me lo agradeció directamente,
ni me dijo nada al respecto.
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Y es que hasta antes del apodo,
el Moderación apenas era un tipo delgado,
bajito y medio hueón,
que usaba unos lentes gruesos como la billetera del Farcas.
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Un tipo más de los que estábamos ahí,
de esos que no entrábamos a clases y rondábamos por el lugar,
como supervisores de una hueá que nunca supimos qué era,
y que terminábamos jugando al taca-taca
o a la pelota, o leyendo libros a diez metros unos de los otros,
sin comentar nada, por supuesto,
porque había que tomar sin hablar,
como borrachos auténticos,
y es que el día era tan breve, y las botellas tantas,
y además podíamos sacar diez libros cada uno:
y estaba Onetti, y O´Neill,
Schopenhauer, o Cioran...
y uno prefería hablar con ellos, o hasta con Balzac,
antes de romper el silencio sacro
que existía en ese templo lleno de botellas
y olor rancio.
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El Moderación, en tanto,
era el único de los nuestros que no tomaba:
un auténtico moderado,
merecedor de su apodo, como nadie que haya conocido,
y eso me hacía sentir orgulloso,
como si de cierta forma hubiese nombrado su alma,
y ésta hubiese pasado a tomar posesión de aquel chico,
hasta hacerlo un ser único.
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Y es que nosotros, en cambio...
nosotros éramos masa,
tallarines pegoteados,
botellas reunidas unas más vacías que otras...
sopaipillas pasadas por un mismo aceite,
o un montón de calcetines huachos...
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El Moderación no es como nosotros, decíamos,
y lo respetábamos, y era el encargado
de dirimir todo y nosotros lo tomábamos tan en serio
que hoy hasta parece absurdo.
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-¿Moderación? -le decía.
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-¿Qué pasa? -contestaba al otro lado del teléfono.
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-Sé que es de madrugada pero acá los hueones
dicen que me tome una botella de ron al seco, ¿qué hago?
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Y el Moderación se tomaba su tiempo.
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-¿De cuánto es el ron?
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-Es una hueá Jamaica, de 55 grados...
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-Mmmm -decía el Moderación,
y yo esperaba el veredicto.
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-Tómate la mitad mejor, de un sólo trago,
que puede ser peligroso -dictaminaba.
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Y yo le agradecía al Moderación.
Y todos preguntaban la resolución y nadie cuestionaba.
Y así en todas las materias.
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-¿Fuentes o Donoso, Moderación?
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-¿Escudo o Báltica, Moderación?
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-¿Las tetas de la Brujita o el culo de la Zinnia? -le consultábamos,
y Moderación era un oráculo seguro y sin ambigüedades,
y así se nos pasó el tiempo.
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Con los años,
todos desaparecimos,
y de vez en cuando nos llegaban historias del Moderación:
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-Me contaron que le encontraron un cáncer testicular -decía uno-
y tuvieron que sacarle un coco...
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-Nooo -decíamos todos.
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-Y lo peor es que le sacaron el bueno -agregaba otro.
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Lo extraño de todo esto,
es que nada de aquello lo hacíamos como chanza,
pues todo lo referido al Moderación era para nosotros algo serio,
y que no podía tomarse a la ligera.
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Quizá por eso,
cuando llegó el rumor de que el Moderación,
estaba planeando algo así como una revancha
contra aquellos que se habían burlado de él,
no nos dimos por aludidos...
y es que era como la venganza de los nerds,
¡pero los nerds éramos nosotros!
así que no nos resultaba justo.
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-No puede ser verdad esa hueá -decía uno.
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-Si el Moderación disfrutaba la cuestión -decía otro.
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-Era el único hueón que respetábamos -decía un tercero.
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Y todos asentíamos.
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Pero el asunto resultó ser serio.
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Me enteré un año y luego otro,
que el Moderación había golpeado a algunos de los nuestros.
Al parecer había estudiado algún arte marcial,
e incluso había terminado por mandar a uno al hospital,
con dos costillas quebradas.
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-...me niego a creerlo -decía yo cuando me contaban.
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Y era verdad que me negaba, por supuesto.
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Eso hasta que hoy me encontré con el Moderación,
estaba tomando en un bar con un colega, y lo vi entrar,
parecía grande y maceteado,
pero tenía los mismos lentes gruesos.
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-Eh, ¡Moderación! -le grité, y él se acercó.
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Y todo fue normal hasta que se fue mi colega
y me quedé a solas con él.
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-¿No te contaron que le saqué la chucha al R.? -me preguntó.
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-Mmm, sí, pero caché que era mentira -le contesté.
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-No era mentira po hueón -me dijo-, y también,
le saqué la cresta al J., y me metí con la mina del M.
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-Menos mal que no tengo mina -le dije, pero no le encontró gracia.
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Y yo tampoco, por supuesto.
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Entonces empecé a calcular, el grosor del vidrio del schop,
o hasta donde podía arrancar si volcaba la mesa
u otras cosas similares...
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"Este hueón está cagao", pensé entonces,
pero como yo estaba borracho,
además de pensarlo terminé diciendo esa hueá,
y entonces el hueón cagao se me vino encima.
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No alcancé a coordinar nada y ya me había puesto
dos golpes en el rostro y nos habíamos ido al piso...
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Entonces un par de garzones nos agarraron y nos llevaron fuera.
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-Después que te saquen la chucha volvís por tu bolso -me dijo uno.
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-Y vay a tener que pagar esta hueá... -me dijo otro,
mientras apuntaba unos trozos de vidrio, bajo la mesa.
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Y como mi notebook estaba en el bolso,
(y mi obra inmortal en el notebook)
resultó que el asunto me incomodó y hasta me molesté un poco.
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-Escúchame bien, Vian -me dijo entonces el Moderación-
a vos nunca supe si sacarte la chucha o no,
porque vos eray distinto...
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-¿Y qué decidiste? -le dije apurando el asunto.
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-Decidí sacarte la chucha distinto... -me contestó,
e hizo unos pases raros, como de karate kid.
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Luego, el Moderación se sacó los lentes
y los dejó a un costado, mientras me miraba fijo,
y parecía esperar algo.
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Entonces pensé que esa era mi oportunidad,
puedo no ser valiente, pero sé arrancar hacia adelante,
me dije,
y me imaginé que el Moderación
era algo así como Piñera, o Pinochet,
y le pegué una patada en el testículo que le quedaba,
el que supongo le subió hasta la garganta,
antes de que el Moderación se viniera al piso.
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Eso fue todo.
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La pelea más tonta y más corta del mundo.
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Y es que mi técnica
había superado ampliamente a la de Evo Morales
y todo parecía ser un éxito.
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Incluso, cuando pasé por su lado,
aunque fue sin intención,
terminé por pisarle los lentes...
mientras él seguía doblado en el piso.
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Entonces fui por mi bolso y pagué por dos jarros rotos
en vez del único que se quebró,
y me vine a casa y llamé a un amigo para contarle lo ocurrido.
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Lo peor fue que me contó que el Moderación
se volvió medio loco porque se le murió un hijo
hace un par de años,
y hasta estuvo internado un buen tiempo.
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Han pasado casi dos horas, desde esa conversación,
y sé que debiese sentirme culpable, pero no es así.
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Pero en verdad no sé qué sentir.
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Quizá lo sabré cuando intente dormir en pocos minutos más
y descubra si mi mente está tranquila o me pide cuentas por algo.
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-Dime Moderación -le diría ahora-
¿tenía que dejar que me pegaras o hacer lo que hice?
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Pero el Moderación no está,
y nadie sabe absolutamente nada más de él.
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Y yo, no quiero ni imaginar,
lo que puede significar, perder un hijo.
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