domingo, 24 de octubre de 2010

Los restos de Jacques Brel.

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A pocos metros de la tumba de Gauguin, en las Islas Marquesas, están enterrados los restos de Jacques Brel.

Eso leo mientras escucho una de sus canciones y siento que, por el contrario, yo he elegido vivir con mis restos... o que incluso soy mis restos, desde hace mucho, y que escarbo entre ellos como buscando carbones encendidos, para quemarme las manos y sentir que a pesar de todo, hay algo más que restos. Aquí.

Y no, no se trata de una confesión apresurada a partir de un estado de ánimo puntual. Se trata más bien de algo que uno aplaza día a día y que no me gusta reconocer porque suena un poco a sufrimiento egoísta y a darse importancia desmedida, en medio de otras cosas que sin duda, tienen mucha más importancia. Y utilidad.

Por otro lado, tras escuchar las canciones de Jacques Brel, supongo que lo menos que uno puede hacer es andarse sin dobleces y hablar un poco más directo que de costumbre, aunque eso signifique caer en confesiones que pueden tener ninguna importancia para aquél que ha escogido -o está escogiendo- leer esto.

El caso es que Jacques Brel decidió un día abandonar los escenarios. Después de haber llegado al éxito como compositor y cantante y que sus interpretaciones fuesen aclamadas por multitudes, decidió un día que debía poner fin a su carrera. Preparó un último recital y luego de unos años en que incursionó en cine y otros espectáculos se retiró a las Islas Marquesas, en la Polinesia, donde -como decíamos en un inicio- permanecen hoy sus restos.

Una vez ahí se cuenta que se dedicó al transporte de pasajeros, pilotando un pequeño avión en el que llevaba a pobladores entre una isla y otra, pidiendo siempre que le contaran sus historias, como si fuese aquel el combustible con el que pilotaba la nave.

Su muerte, sin embargo, no pudo ocurrir en aquellas islas. Un poco obligado por las circunstancias debió viajar a París donde murió exigiendo que quemasen frente a él un cuaderno de escritos que había realizado en sus últimos años, y donde habrían estado sus últimas canciones, de las que no quedaron registro alguno.

Y bueno... poco más sé de la vida de Jacques Brel. Apenas informaciones como restos que han sido repartidos por distintos lugares y que a fin de cuentas no hacen sino negar aquello que pensamos en un inicio respecto a los restos y a eso de que se encuentran en un lugar en particular.

Por otra parte, -pienso-, los restos siempre son resultado del desgaste de algo, los residuos de algo que se ha consumido o en lo cual se ha trabajado constantemente... pero entonces... ¿puede considerarse la obra de alguien como parte de sus restos? y en el caso particular de Jacques Brel, ¿cuáles son sus verdaderos restos?

Entonces me decido a escuchar nuevamente algunas de sus canciones, para ver si saco algo más en limpio, y, mientras lo hago, ocurre algo extraño...

Y es que siento de pronto como si aquellos restos -los de Brel, los míos, los de todos...-, pudiesen aún ser trabajados, es decir, como si no fueran un último residuo sino que fueran... ¿existe un antónimo para restos...? Bueno, como si fueran ese antónimo que indica que aún son algo esencial, primario, unido a un todo que está vivo y que permanece encendido a pesar de lo que pudimos creer en un primer momento...

Es decir, siento como si nosotros mismos -y quizá éste sea el verdadero antónimo para nuestros restos-, fuésemos aún un todo reunido, orgánico, por más que lo sintamos desperdigado en distintos momentos, o en personas que se han ido o en aquello en que hemos dejado de creer... Algo así como el cuerpo desperdigado de Osiris, que ha de ser reunido y vuelto a la vida, justamente desde sus restos, -desde lo que se había creído que era su muerte segura, su alejamiento, su imposibilidad de volver a reunirse-, para volver a estar presente entre nosotros.

Y bueno, mejor les dejo con este video de Jacques Brel, no vaya a ser que a uno se le olviden las (in)correcciones aprendidas y terminemos hablando nuevamente de aquello que no se dice, de las cosas sin nombre que hemos amado furiosamente y que es mejor dejarlas ahí, como verdaderos restos, ¿no es cierto?

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