miércoles, 27 de octubre de 2010

Palabras, al pasar.

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"Mientras la mayoría de la gente
lo desperdicia todo conversando
yo lo escribo"
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Charles Bukowski.
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I.
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Una mujer vende rosas en una esquina
para comprarse una motoneta blanca.
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A veces cuando alguien la detiene
ella le cuenta su historia,
y le muestra una foto del vehículo
como si fuese el retrato de un hijo.
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¿Y a dónde quiere ir con esa moto?
le preguntan.
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Pero la mujer no sabe,
o no responde.
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II.
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Una abuelita me habla de un reclamo que puso,
porque le regalaron dos canarios
y los pájaros no cantan.
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Yo les doy comida, les hablo
y hasta les pongo música,
me dice,
pero ellos se quedan callados
y pareciera que me desprecian.
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Lo peor, me cuenta, es que una vez
que se demoró en la puerta
antes de entrar a la casa
escuchó cantar a los canarios,
pero al entrar volvieron a guardar silencio,
y hasta a darle la espalda.
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Me pasó como con mis hijos,
agrega,
y la voz se le escucha áspera.
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III.
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Para no desperdiciar palabras,
una hombre escribió los precios,
en cada uno de sus productos,
no dice nada y se limita a dar el vuelto,
y hasta agacha la cabeza,
para no decir gracias.
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¿Cuánto valen las galletas?
le preguntan,
y el hombre indica el pequeño cartel con el precio,
y esquiva la mirada.
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Tiene su boca reseca
y las manos agrietadas,
pero entre tantas palabras dichas
y bocinas y palomas,
y parejas que se besan,
y basureros llenos hasta el tope,
yo miro a aquel hombre,
y hay algo en él que me agrada.
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A veces cuando el semáforo da rojo
yo me pongo cerca,
y espero oírlo decir algo.
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Hoy, descubrí que le habla a un perro,
que se sienta junto a sus piernas,
pero éste ni siquiera ladra.
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Como pecas pagas,
se llamaba un bar al que yo iba.
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Sí, como pecas pagas.
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IV.
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Hay un puesto de mariscos y pescados
que se llama Caleta Desventura.
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Yo fui a comprar esperando encontrarme a un poeta
pero terminé por ver a un molusco pegado en la muralla.
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Esta ahí desde el domingo, que tuvimos feria,
me dice el vendedor apuntando al molusco,
a veces se pegan como la tristeza.
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¿Desde cuándo que él está así?
pregunto.
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Ya le dije que desde el domingo,
me dice el vendedor.
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Pero en verdad yo
le preguntaba al molusco.
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V.
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Vuelvo a casa en la noche
con una rosa blanca.
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También con un kilo de almejas
y un paquete de galletas
que salieron rancias.
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Entonces pienso en el Dios que no contesta
y recuerdo también a los canarios que no cantan.
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No sé si la vida es justa,
me digo,
pero ya tengo material
para escribir esta entrada.
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Cocinaré las almejas,
regalaré las galletas,
y terminaré un guión
que es para mañana.
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Parece que alcanzará el tiempo,
después de todo.
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En dos o tres días más,
se marchitará la rosa blanca.
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