lunes, 8 de noviembre de 2010

Nueva teoría del pliegue, o teoría de Vian. (Parte II)

."La consistencia, la sofisticación y la belleza
nunca son suficientes en la investigación científica"
Mario Bunge.

I. Bienvenida.

Buenas noches, otra vez. Sean todos ustedes bienvenidos a la segunda parte de la conferencia que ha de cambiar radicalmente la concepción de aquello que entendemos como espacio físico y dejará obsoletos los distintos modelos que, hasta el día de hoy, han intentado infructuosamente dar cuenta de él.

También en el día de hoy, y en primera instancia, me gustaría dedicar esta conferencia al autodenominado filósofo de la ciencia Mario Bunge, quien, concreto como un ladrillo, ha sido incapaz de ver más allá de los objetos con los que comúnmente se tropieza, y ha creado un sinnúmero de obras que bien podrían hoy servirle de naftalina para su amarga vejez, o de supositorios contra los efectos de ésta misma, si se diera el caso.

Asimismo, me gustaría dedicarles a ustedes mismos, corresponsales presentes en este segundo día de conferencia, -y a través de ustedes a la humanidad completa-, los descubrimientos que a continuación les presento, y, aunque hoy hayan concurrido en menor número que ayer, sépanse afortunados y escogidos -tácitamente por supuesto- por la divinidad -también tácita- que reside en el gran pliegue.

II. Sobre las dimensiones, o primer principio de la teoría de Vian.

Acápite primero: Niego la existencia de la dimensión cero, del punto y de la coordenada estática. No creo en las referencias ni en los espacios fijos, no creo en lo divisible o indivisible, creo en las capas que se superponen y que en verdad no son capas, creo en la falsedad de la realidad tangible, pero a la vez descreo de todo aquello que se instala entre nosotros a partir de una demostrabilidad pasmosa y evidente, hasta la náusea.

Acápite segundo: Creo en la existencia de dimensiones temporales, rastreables a partir de los pliegues y por tanto coexistentes entre sí. Creo además que la consciencia del hombre se ha acostumbrado a operar en sólo una de esas capas, o dimensiones, y que la búsqueda del pliegue que posibilta el acceso a esas dimensiones otras, es aún una posibilidad concreta, y que tememos encontrar.

Acápite tercero: Creo en el desvanecimiento de las estructuras y sistemas de realidad establecidos. Y proclamo la necesidad de dicho desvanecimiento y/o derrumbe. Creo en la renovación de las certezas, en la necesidad de descreer y descreerse, de olvidar lo que se sabe. Creo en lo indemostrable. Y es más, creo que aquello es lo único en lo que vale la pena creer. Por eso creo en Dios. Mi hermoso y necesario absurdo.

III. Eclipse.

En la casa de mis padres hay un perro que se llama Eclipse. Algunos dicen que es mi perro, pero lo cierto es que nunca me he preocupado mayormente de él, salvo en situaciones muy concretas.

Dichas situaciones están relacionadas con la posible muerte de aquel perro. La cuál se ha ido postergando de un momento a otro y que supongo, cada vez está más cerca.

Hoy por hoy Eclipse está algo sordo, -o se hace- y su sentido de orientación ha comenzado a fallar y a veces anda a tumbos y camina con su cabeza ladeada hacia un costado, y sus ojos ya no miran.

De pequeño, fui bastante cercano a aquel perro. Quizá él se acuerde y por eso, mientras lo miro desde alguna ventana, Eclipse se da vueltas y alza la cabeza, con la mirada en cualquier dirección, sintiendo -de una forma extraña pues no hay referencia alguna de los sentidos-, que alguien lo busca, o lo mira, o establece, simplemente, contacto con él.

Dos veces ha estado a punto de morir el perro Eclipse. Una hace bastantes años, cuando incluso el veterinario recomendó sacrificarlo, aunque terminamos dándole otro día que resultó extenderse hasta hoy. La segunda fue hace un año, más menos, cuando la cabeza se le fue hacia un lado y comenzó a golpearse con las paredes y dejó de comer y por último se encerró en una pieza que está llena de cachureos, en la parte de atrás del patio.

Las dos veces me acerqué hasta él y lo toqué y le conté algunas cosas y hasta le pedí unas cuántas. Y las dos veces, extrañamente, reaccionó de una forma especial y eligió vivir, si es que es válido nombrar aquello de esa forma.

Hoy, sin embargo, comprendo que aquello que toqué en Eclipse fue en verdad un pliegue. E incluso, comprendo que Eclipse es en sí mismo un pliegue. Uno que se me ofrece y me busca y que se tiende aún a un costado de la puerta que da a una habitación donde duermo cuando estoy en la casa de mis padres, y que me choca en las piernas, buscando un cariño, cuando avanzo por el patio.

Y yo..., bueno, yo me siento indigno de ese pliegue.

IV. Sobre el descubrimiento de un pliegue.

Descubrir un pliegue es una bendición. Es casi como mirar por una cerradura y descubrirse el alma.

Sin embargo, supongo que ustedes esperan demostraciones más concretas, definiciones más específicas, -como el señor Bunge-, y hasta la exposiciónde sistemas matemáticos que sirvan como respaldo, o fundamento para aquello que quizá sientan, aún no se sustenta.

Pues bien, tendrán aquello, no se preocupen. Sólo que dejaré eso para al final, como un anexo si se quiere, pues no es en lo absoluto parte importante o trascendente en todo esto.

Y es que los pliegues esconden -revelan- en sí mismos, aquello que es realmente importante. En los pliegues el mundo respira, en los pliegues el mundo nace y muere al mismo tiempo. Los pliegues son las heridas del mundo. Son las llagas en las cuales podemos saciar nuestras ansias de fe, y son incluso, -si sabemos usarlos- la puerta que ha de conducirnos a la parte más brillante y propia de nosotros mismos.

V. Nueva despedida y nueva invitación.

¿Y saben?

No importa si hoy vinieron sólo la mitad de aquellos que me acompañaron ayer. No importa si por sobre el hombro de ustedes busco a alguien a quien no veo desde hace mucho y a quien busco decirle todo esto. No importa porque a fin de cuentas esta nueva teoría que hoy, lamentablemente, nuevamente no he alcanzado a exponer, estará disponible mañana -es decir está disponible ya si dan con el pliegue preciso- y no hay necesidad de apuro alguno.

El día, además, no está terminando como pudiera parecer, y por el pliegue exacto puede verse aún la puesta de sol y sus tonos esparcidos por el cielo...

Por último, ¿quieren experimentar un pliegue antes de la tercera parte de la conferencia?

Bien, entonces los invito a escuchar a Regina Spektor.

Ah, y nos vemos mañana, donde prometo avanzar con la exposición de esta teoría, y hasta los esperaré con algo de comer y de beber, ya que son un número reducido y aparentemente amigable.

Si alguien quiere, -para no quedar con rencores hacia nadie-, invitar a Mario Bunge a la conferencia de mañana, por favor hágalo, pues ya le queda poco tiempo, y debe descubrir que se equivocó, aunque le duela.

Por lo demás será un dolor de parto. De dar a luz.
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