miércoles, 8 de diciembre de 2010

Bitácora de Vian, o sobre como se alcanza la certeza de la existencia.

."Así pienso despierto.
Así cuento los muertos"
Electrodomésticos.
I.

Entre otras cosas que hice hoy, descubrí un lugar donde venden donuts caseros. Los hacen un grupo de señoras lo bastante originales como para diseñar distintos adornos con una serie de ingredientes que van desde trocitos de piña, hasta llegar a merquén y salsas picantes, en uno que se sirve caliente.

Yo me quedo un rato con ellas y hablamos de otros ingredientes y hasta nos atrevemos a mezclar otras cosas. Luego me preparan unos minidonuts con distintos sabores para ir probando y combinando a mi antojo, mientras imagino con qué tipo de cerveza combinarían, o con qué tipo de café o infusión.

En eso ocupo un par de horas tras mi fallida ruta de compras navideñas en el centro de Santiago en un día festivo, donde absolutamente todos los lugares a los que quería ir resultaron estar cerrados.

Al final -como debía hacer hora para ir a ver un documental sobre Los electrodomésticos- termino por meterme a unas cuántas "grandes tiendas" que eran las únicas que permanecen abiertas los festivos, sin que a nadie le importa, obviamente, el descanso de sus trabajadores.

Es así como entre vueltas, aburrimiento y congestiones, me fijo en algo que sucede en una esquina del departamento de muebles de una de ellas. Ahí, un tanto lejano de su madre que está preguntando por el precio de un comedor, hay un niño pequeño jugando con un reloj de arena que servía de adorno en otro de los muebles.

Me fijo entonces que el juego del niño consiste en esperar que caiga el último grano de arena del reloj, para darlo vuelta inmediatamente. Atento y concentrado de tal modo que parece no ver nada de lo que pasaba en torno suyo.

La escena se repetía una y otra vez y hasta se prolongaba en el tiempo pues la mamá preguntaba ahora por otro comedor y hasta se sentaba en las sillas como para comprobar su resistencia.

Unos diez minutos después, la madre busca a su hijo y se da cuenta que éste prácticamente no lo mira cuando ella lo llama. Al final, la madre se acerca al niño y lo toma fuerte de un brazo, pero el niño no suelta el reloj de arena y se pone a llorar de una forma tan extraña que tanto la mamá como el vendedor parecen preocupados realmente por el asunto.

-¿Puedo comprar ese reloj? -pregunta la mamá.

-Es que no está a la venta -le dice el vendedor, mientras el niño vuelve a darlo vuelta pues la arena se había acabado en uno de sus lados-.

Así pasa un rato y de nuevo a llorar el niño y el vendedor que llama a un jefe y éste que repite que el reloj no se puede vender, ni regalar, y que él no puede autorizar algo así... y en fin, todo un montón de aquellas cosas que pasan mientras el niño vuelve a dar vuelta el reloj otro par de veces, por lo menos.

Entonces, mientras miro el rostro del niño y descarto la posiblidad de que se tratase de un chico mañoso simplemente, decido acercarme a él y explicarle como puedo -creo que no lo he mencionado, pero el niño tenía aparentemente un retraso mental- que yo me haré cargo del reloj.

Le tomo una de sus manos y le muestro que puede irse tranquilo. Que yo me haré cargo de dar vuelta el reloj cuando la arena se termine en uno de los lados. Entonces el niño me cede el reloj y se tranquiliza, y hasta apura a la mamá, mientras me sonríe y vigila que yo cumpla con la labor a la que me comprometí.

Lo extraño es que tras irse el niño yo seguía dando vueltas el reloj, y lo sentía en verdad como algo importante... algo de lo que dependía el movimiento de la gente que estaba ahí y quién sabe si hasta del mundo entero.

-¿Usted también quiere comprar el reloj? -me dice entonces uno de los vendedores, sin haber entendido nada.

Yo intento ponerme serio e irme, pero de verdad sentía que aquella era una labor importante.

-¿Podría hacer esto unas veces más? -le pido al vendedor, mientras le muestro el procedimiento-. Al menos hasta que yo salga.

-¿Me está hueveando?

-Piense que estoy loco -le digo con el tono más simpático que me sale- y hágalo. Mire le dejo acá un par de donuts de regalo si lo hace.

El tipo entonces se ríe y me dice que bueno, y que no son necesario los donuts. Yo insisto y me aseguro que lo haga al menos una vez. Y le dejo los donuts, por supuesto.

Luego salgo de la tienda sin mirar atrás, porque algo me decía que el tipo aquel no estaba cumpliendo con la misión encomendada.

II.

Contar por qué decidí no entrar al documental sobre Los electrodomésticos es algo extenso y que quizá ni yo mismo comprendo. Supongo que tiene que ver con el tipo de público que había en el lugar y con que me habían entrado ganas de caminar otra vez, ahora que el calor de la tarde había pasado.

Me encontré con un primo caminando y al final terminamos yendo a un documental sobre Brian Eno, en Bellavista. Una pésima decisión de la que preferí culpar a mi primo y que me llevó a alejarme a escondidas cuando él iba al baño, luego de que terminara el film.

Pasé entonces a un local y pedí un par de cervezas para pasar el mal rato. Justo entonces, cuando me debatía entre pedir mi tercer shop y volver a casa, siento que me empujan fuerte del hombre y veo un tipo amenazante frente a mí.

-¡¿Creís que podís ir por donde querís hueveando gente?! -me dice mientras me agarra de la polera como si quisiera cambiarle el diseño.

-¿Qué...?

-Qué no estoy pal hueveo tuyo... ni el de nadie...

Entonces me fijo bien y recuerdo que es el vendedor que se había encargado del reloj de arena. Yo intento que se calme y el tipo me explica que tuvo un día de mierda, que incluso se fue antes del turno y que todo fue por mi culpa.

-¿Por mi culpa?

-¡Por darme esos donuts de broma, ahueonao!

-Pero si no eran de broma -me defiendo.

-¡Y seguro que era una receta picante pos saco de hueá y como con una hueá rancia adentro...!

Yo me acuerdo entonces que le dejé los donuts picantes. Unos que mezclamos con una salsa hecha a base de cebolla acaramelada y un condimento bien fuerte que me habían explicado era traído de la India.

Al final, dos cervezas más cada uno, terminamos como amigos, y hasta me invita a una fiesta para la que tenía dos entradas.

-Es una fiesta de Los electrodomésticos -me dice-. Es en el cine que está en la entrada de la Alameda, creo que daban un documental antes...

Yo lo acompaño hasta el lugar, pero al llegar calculo que no he escrito la entrada de hoy en el blog -o sea ésta- y que mi día en el blog termina a las 5, gracias a un desfase, por lo que debo llegar a escribirla.

Por suerte fuera del lugar había varias chicas que querían entrar así que lo ayudé a invitar a la más linda que pillamos para que entrase con él.

Una hora después estaba en mi casa y encendía el computador que ahora estoy tecleando.

III.

En resumen, pienso frente al computador, ¿de qué puedo escribir hoy?

Entonces, descarto las cosas que aquí no aparecen -y que no cuento ahora pues ya no sería, obviamente, un descarte-, y me quedo con lo que anoté antes.

Sin embargo, tras terminar, pienso que falta una tercera parte, pues además de que no me puedo dormir resulta que esto de escribir aquello que me ocurre, parece de cierta forma afirmar, o hasta certificar, la existencia de los hechos que me ocurrieron.

Sin embargo, hay algo que no calza. Como si debiese cuadrar caja y no coincidieran las cifras.

Repaso lo del niño y el reloj, lo del documental, lo de los donuts... y junto a una sensación que no es del todo agradable -y como si evitase otro tema que no sé cual es-, comienzo a darle vueltas al problema de que si el agujero del donut es a fin de cuentas parte o no del donut.

-¡Eso no es lo que sientes! -me dice entonces una parte de mí, que exige siempre mayor sinceridad.

-Pero es una forma de pensar lo que siento -le contesto.

-No se puede pensar lo que sientes, ni decirlo... sabes que no se puede... -vuelve a reclamar esa parte de mí.

Yo entonces me quedo callado y hasta siento que esa voz tiene razón. Pero ya es tarde para reescribir la entrada y darles el papel que se merecen a esas sensaciones que además no me han dejado andar muy bien por estos días.

Y es que debe haber otra forma para alcanzar la certeza de la existencia, me digo, justo antes de terminar la entrada.

Y luego, efectivamente, la termino.

1 comentario:

  1. que coincidencisima!!!
    yo el mièrcoles feriado también andube por bellavista!
    salí a caminar con la Paola y su perro.
    a mi las donas no me gustan mucho
    sobre todo esas del dunkin donuts, que las venden de a dos, y yo siempre me arrepiento en la primera.
    bueno eso de los dobles comestibles siempre es una trampa para mi, me preparo dos panes y después pienso que solo debí haber comido medio.
    yo las compras navideñas no las he hecho, aun que sólo tengo que regalarle a mi amigo secreto.
    Anoche salí a caminar, para tomarle fotos a los arboles navideños, las luces, los pesebres, estaba bien bonito.
    saludos!

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