viernes, 10 de diciembre de 2010

Marie van Gothem: un nombre tachado.

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I.

Es extraño como las reproducciones de los cuadros de bailarinas de Degas abundan hoy en escuelas de danza, o en salas de estar donde supuestamente proporcionan una sensación de armonía y de una particular belleza.

Resulta extraño no por el hecho de que pueda aplicarse el término de belleza en relación a estas imágenes, sino porque hay algo que esos cuadros contienen que no deja de ser agobiante y que se aleja de cualquier idea o sensación cercana a la paz, a la tranquilidad o a cualquier tipo de sensación agradable que pueda asociarse a esa disciplina.

Y es que más allá de los bellos colores y de la majestuosidad de algunos movimientos, o hasta de la intimidad que puede apreciarse en algunas escenas reproducidas por Degas, existen una serie de elementos, gestos y presencias que transforman estos cuadros en algo que trasciende al ejercicio estético y que las instala al centro de lo que debiese ser realmente una obra de arte, un algo que permite apreciar la viva tensión que existe en aquello que podríamos llamar espíritu humano y que, aún así, no terminamos de nombrar en lo absoluto.


No pretendo, sin embargo, ahondar aquí en el análisis o comentario sobre la obra de Degas, ni en lo que sus cuadros de bailarinas realmente contienen; aspectos que, pro cierto, no han dejado de atraerme justamente hasta el punto de hacerme guardar silencio tras numerosos intentos de abordar su obra y/o su vida en ocasiones anteriores.

Lo que intento aquí, en cambio, es algo quizá más sencillo y específico, pues se instala en torno a un nombre… y un nombre que además se encuentra tachado: Marie van Gothem, la pequeña bailarina de 14 años.

II.


Es cierto. Los nombres se tachan o se olvidan o simplemente pasan a ser sonido hueco, con el tiempo. Lo mismo sucedió con el de Marie van Gothem, sólo que en su caso alguien reprodujo algo en un momento y hoy ese algo es una de las esculturas más reconocidas a nivel mundial, aunque dicho reconocimiento a mí poco me importe.

Sin embargo, lo que me ha sucedido siempre ante la imagen de esta bailarina –o ante la presencia de algunas de sus reproducciones en algunos museos-, sobrepasa los límites de la importancia, pues algo hay en su rostro, en su actitud… que parece volcar algo dentro mío, darme vuelta. Como si el cuerpo sintiese náuseas de pronto y quisiese expulsar al espíritu, aunque esa es también otra artificial y precaria forma de decirlo.

Y es que la bailarina de Degas contiene algo a lo que no nos está permitido ingresar, algo así como un desprecio, una sensación que parece situarla fuera de sí, y que nos hace imposible el verdadero contacto con ella, ignorando de esta forma la presencia de todos quienes la contemplamos.

Descrita peyorativamente por sus primeros críticos como un simio, como un feto, o como un ser corrupto y no terminado, la escultura de Marie no se encuentra lejana, sin embargo, a aquellas pinturas que hoy en día parecen ser reflejo de la supuesta armonía que transmite la obra de Degas, apreciación del todo equivocada y que nos impide ver con claridad que todas ellas son en verdad reflejo de algo forzado, de un ahogo… de algo que ha sido deformado justamente por nuestro insensato anhelo de belleza, como los pies vendados de las niñas chinas.

Y es que no están cómodas las bailarinas de Degas. Y Marie entre ellas menos que ninguna. No sólo por sus posturas, ya de por sí exageradas, sino por el ambiente que las rodea, por los lazos que aprietan sus cuellos –único rasgo que difiere de los modelos reales y que aumenta esa sensación de ahogo que mencionaba antes-, o por los hombres que esperan siempre tras bastidores, o se pasean entre ellas como si de cierta forma les perteneciesen.

Y claro, para quien quiera investigar lo que sucedía en ese entonces se encontrará con salones privados donde aquellos hombres podían reunirse con estas muchachas y escoger de entre ellas a sus futuras protegidas… y descubrirá también que la condición social y hasta moral de las bailarinas de aquella época, era constantemente cuestionada.

Menciono esto pues es de este mundo, de este grupo de pequeñas ratas –como se les llamaba al grupo de bailarinas que esperaban su oportunidad en el teatro Ópera de París-, que Degas escoge a Marie, una chica igual de vulgar que las otras, para crear una de las esculturas más famosas de la historia del arte.

III.

Marie, a pesar de esto, no es una escultura. O mejor dicho no lo era –hoy, como dijimos en un inicio, es simplemente un nombre tachado-. Marie es una de tres hermanas de una familia en decadencia que ha de buscar en el ballet su posibilidad de salir de aquella primera condición.

Una muchacha que, según documentos de la época, debe incluso ser recluida en prisión por robar un dinero junto a una de sus hermanas… una muchacha de quien el último rastro es un nombre tachado en la lista de las bailarinas que se podían llamar para participar de secundarias en la ópera de París.

El nombre de alguien que desapareció, entonces, para convertirse en una de las obras de arte hoy en día más valoradas, y, a la vez, una de las que considero más “fuertes” de todas las que me ha tocado conocer hasta el momento.

Un nombre tachado que se ha transformado así en una de las manifestaciones más grotescas y bellas expresadas en el arte, y cuya creación para Degas, también constituyó, sin lugar a dudas, un momento en que se manifestaría, plenamente, la condición total de la bailarina de aquel entonces: orgullosa, grosera, saliendo del cuerpo prostituido y dado a los demás, haciéndose cargo de sí misma y de lo que es para los otros… y despreciando la mirada y el cuestionamiento de aquellos que no están dispuestos a aceptar el desaire que esta chiquilla pueda hacerles.

Con todo, hay que pensar que la situación actual de la escultura no es aquella que Degas quiso para ella. Y es que más allá de la extraña forma en que Degas creó y corrigió esta escultura –tras analizarse con rayos hace algunos años la escultura reveló poseer restos orgánicos en su interior, como cabello humano y grasas animales- el artista francés siempre fue tajante en negarle la inmortalidad a su escultura.

De esta forma, desde un inicio, se negó a que se hiciera una versión en metal sobre esta figura –hecha en cera, en primera instancia- alegando que de esta forma la obra dejaba de ser mortal y perdía, desde ahí, la fuerza que contenía.

Asimismo, se negó a venderla a cualquier precio y la mantuvo al interior de su taller hasta su muerte, luego de la cual, sus herederos, contrariando sus deseos, mandaron a hacer numerosas réplicas que son las que actualmente se encuentran en los principales museos europeos –la original se rescató tras la compra de un gringo y hoy en día está en un museo de Chicago, según recuerdo-.

Y bueno, ver esta obra convertirse en metal, ver las imágenes que se tienen del proceso de moldeado y fundición a la que fue sometida, -rescatadas en un programa cuyo link de descarga les dejaré hacia el final de la entrada-, es casi como ver entrar a Marie, al infierno mismo. Al fuego que ha de marcar el futuro de esta bailarina… el infierno que ha de hacerla eterna, y que eternizará también sus vicios, su grosería, su esencia de escupitajo lanzado al rostro de todos los hombres que, con guantes blancos y con un espíritu insípido, postulan sobre la naturaleza humana.

Y claro, ante la incomodidad de aquello, mejor transformarla en algo bello, silenciar su historia de prostituta y su rostro grotesco y decir que aquello es agradable, señalar que refleja paz, o preferir hablar de la postura perfectamente estilizada, antes del desprecio y orgullo contenido en su expresión.
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Y es que siempre a fin de cuentas, lo que dice un niño -nos enseñan-, debe ser tomado a la ligera. Por eso, el enojo de una chica de 14 años es mejor verlo como una pataleta, un ensoñamiento, o una simpática rebeldía.

Después de todo, para eso son las bailarinas. Para verlas, no para oírlas. Para aplaudir sus posiciones totalmente antinaturales… para esconder en aquella exageración todo lo que tienen que decirnos. Para maravillarnos de su deformidad, para sentirnos superiores a la propia naturaleza… y, en definitiva, para tacharla también como un nombre.
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Les dejo a continuación el link para descargar un programa breve donde se investiga sobre esta escultura. Quizá no está tan bien producido y cometa algunos pequeños errores, pero esencialmente contiene la mayoría de los datos concretos que se han podido obtener referentes a esta creación.

El programa se encuentra subtitulado y se puede descargar en formato RMVD, en muy buena calidad: http://s5.histats.com/stats/r.php?681995&100&88&urlr=&www.megaupload.com/?d=6J8WQSTO
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