sábado, 15 de enero de 2011

Juicio a Vian, o sobre el extraño arte de abrir una puerta abierta (Partes VI y Final)

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Parte VI: Donde Vian es hipnotizado y se indaga sobre la naturaleza de las gallinas.
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-¿Podría repetirme su nombre y profesión, por favor?

-Claro, señor juez, soy el doctor #jk, mentalista, hipnotizador y médico siquiatra por la Universidad de Yellownstone.

-¿Ha participado antes de algún otro juicio, doctor #gk?

-No es #gk, sino #jk… y sí, he participado en algunos juicios.

-Entiendo entonces que sabe la seriedad que esto conlleva y la responsabilidad que…

-No se moleste, señor juez, el fiscal me puso al tanto del caso y sé exactamente cuál es la forma correcta de desarrollar mi cometido… ¿Puedo comenzar?

-Puede.

-Señor Vian… le pido que cierre los ojos y no los abra hasta que yo lo ordene…

-De acuerdo.

-Como verá, usted está tan relajado en este momento que ha dejado por completo de ser dueño de su cuerpo… ¿podría señalar si es capaz de mover algún miembro de su cuerpo por propia voluntad?

-Creo que no doctor, salvo la lengua, por supuesto…

-Entonces está todo en orden. Comenzaré con algunas preguntas… Dígame, ¿hay algo que usted odie particularmente?

-…

-Conteste, no puede usted negarse…

-Odio la literatura, doctor… la inteligencia… y bueno, quizá la mentira…

-¿No sabe si odia a la mentira, señor Vian?

-No sé si la odio o la temo, doctor, y no sé si se pueda odiar lo que se teme… es decir, la mentira puede más que yo… ¡que todos! O sea, yo puedo creer que la odio y estar odiando realmente otra cosa… sí… la mentira puede más que todo, puede hacernos trizas sin saberlo, como dice la canción... puede hacernos vivir una vida equivocada…

-¿Y usted cree que está en su derecho de castigar la mentira?

-No… creo que soy incapaz de castigar la mentira… siempre puedo estar equivocado y…

-¿Y qué es lo que sí puede castigar, señor Vian?

-No lo sé, doctor… hay cosas que repudio, pero no sé si incluso así podría llegarse a hablar de algún castigo…

-¿Qué es eso que repudia, Vian?

-La tibieza, doctor. Me da asco la tibieza… asco cuando es el no-lugar, el no-camino… el equilibrio falso que es en el fondo estancamiento…

-Vian, deténgase un momento… ¿recuerda usted lo que sucedió este pasado martes luego de que diese muerte a una mujer…?

-Me sentí extraño… caminé… vomité en una esquina… corrí…

-¿Volvió esa noche usted a dormir en el lugar habitual?

-Sí, volví…

-Pues quiero que recuerde ese momento… ¿qué es lo que ve?

-Veo una cama, libros… veo que mis ropas están vacías de mi cuerpo, vacías de mí, esparcidas por la cama…

-¿Qué quiere decir con que sus ropas están vacías de usted?

-Que yo no estoy en mis ropas, doctor, que mis ropas están vacías… como una gallina abierta sin un huevo dentro…

-¿Puede explicarme aquello?

-Cuando pequeño recuerdo haber visto abrir una gallina… bueno, muchas… pero recuerdo que hubo una… una sola que se convirtió en la única gallina… era una gallina que tenía un huevo adentro…

-¿Cómo, señor Vian?

-Un huevo en formación, supongo que aún no lo ponía esa mañana…

-¿Y usted?

-Yo no tengo ese huevo adentro… yo no estoy formando nada, doctor…

-¿Y por eso asesinó usted a una persona, Vian? ¿Por ocultar su propia tibieza?

-No, esto es algo distinto, supongo… mire, sucede que a veces Dios viene en la noche y acaricia a la gallina, y de la caricia nace un globo dentro de ella, que nosotros llamamos huevo… pues bien, ocurre que a veces ese huevo tiene algo dentro, que nosotros llamamos vida… puede sonar como un trabalenguas, pero así es como me explico las cosas…

-O sea que las gallinas sin ese huevo no tienen vida, según usted… ¡Vamos, Vian! ¡Habla usted como si fuera un niño…!

-¡Pero es que no me entiende usted! ¡El huevo tiene un hijo!

-Eso no tiene nada de especial, Vian… y no explica nada, además.

-Explica todo, doctor, depende desde dónde lo miremos.

-¿Y desde dónde piensa usted que hay que mirarlo, Vian?

-Yo a veces lo entiendo como si el huevo que pone Dios al interior de las gallinas fuese en verdad un alma, un corazón…

-No sea ingenuo, Vian, sáltese a Dios… y sus cursilerías...

-¡Pues eso es justamente lo que hacen las gallinas, doctor! Ellas escupen el huevo por un agujero que además se llama cloaca… y lo dejan fuera, para que vivan su propia vida… porque son cobardes y saben que dentro de ellas –o dentro de uno-, las vidas se pudren… y hay que hacer como con las ropas viejas y echarse una bolita de naftalina dentro…

-¡Pero los hombres no son gallinas, Vian!

-¡Son peores que gallinas! Los hombres tienen miedo de sacar de sí su huevo, alma, o corazón… como quiera llamarlo usted, doctor… y el huevo se pudre y sale mal olor… ¡pero claro…! Existen perfumes, desodorantes y varios productos destinados a hacernos olvidar esa muerte que es fruto de nuestro egoísmo más insano, más…

-¿Le han dado ganas de matarme, Vian?

-…

-Puedo sentirlo en sus palabras… usted tiene rabia, Vian… y su rabia lo viene a dejar justo frente a una puerta abierta… ¿quiere usted abrir esa puerta, Vian?

-No podría... la puerta está abierta, usted lo dijo.

-¿Y su rabia?

-¿No se da cuenta, doctor? No es rabia… es pena…

-Pero usted asesinó, Vian…

-Sí, debo decir que lo hice, pero sabe… quizá no maté a nadie a fin de cuentas… porque nacer es imposible… y morir… bueno, morir entonces es un absurdo, un término creado por pura vanidad, como la programación de una máquina que la lleva a “sentir” ciertas cosas a partir de determinadas situaciones…

-Usted sabe que eso no es así, Vian, vamos, quiero que se atreva a abrir esa puerta abierta, quiero que me cuente que ve…

-No voy a abrirla, doctor… además hay un velo, una cortina delgada…

-¡Rásguela, Vian…!

-¡No lo haré…!

-¡Doctor, le ordeno que detenga esto inmediatamente, esto está excediendo los límites y no ha abordado los caminos que habíamos establecido!

-¡Señor juez, el doctor #jk está a punto de demostrar que el señor Vian puede destruirnos en cualquier momento…! ¡Déjelo seguir…!

-Le dije que detenga esto, señor fiscal... dígale a su doctor de mierda que esto se acabó…

-¡Señor juez...!

-¡Ya lo dije! ¡Y quiero que despierte a Vian, inmediatamente!

-No sé si pueda de esta forma tan abrupta…

-¡Hágalo…! ¡Y déjenme a solas con él! Voy a dar mi veredicto.


Parte VII: Final y veredicto.

-¿Vian, está usted bien…?

-…

-No hay nadie más, Vian… los hice desalojar a todos… esté tranquilo…

-Gracias, su señoría…

-Mire, hoy era mi último juicio, creo que se lo había dicho…

-Sí, señor juez… lo había comentado…

-Pues quiero decirle algo, Vian… No hay veredicto.

-¿Qué…?

-Que no hay veredicto… No hay nada, Vian… ¿No te has dado cuenta? No hay nadie…

-Usted no puede decir eso, señor juez…

-Puedo, Vian. Yo soy el juez. Puedo dictaminar eso, si así lo quiero…

-No sé qué decirle su señoría… me siento mal, confundido…

-¿Quiere que le acerque uno de esos ventiladores de allá?

-No, gracias… los ventiladores de pie me dan la impresión de hombres derrotados…

-A mí también, Vian… los prohibiremos entonces…

-¿Por qué me habla así, señor juez…?

-¿Cómo?

-Como si me estuviera muriendo…

-…

-Sabe, yo estoy consciente de aquello, señor juez, es decir, comprendo que uno se está muriendo siempre, y le agradezco la preocupación…

-No es preocupación Vian, es simplemente que estamos llegando al fin…

-No lo entiendo, su señoría…

-¿Qué viste más allá de la puerta abierta, Vian?

-Un velo, una cortina, delgada…

-¿Y qué se traslucía, Vian?

-¿Tengo que decirlo?

-Creo que sí…

-Vi a un hombre, su señoría… un hombre que estaba escribiendo… solo, rodeado de libros…

-¿Por qué escribía ese hombre, Vian?

-No lo sé bien, señor juez, a juzgar por la cara parecía sentirlo como algo necesario…

-¿Estaba feliz escribiendo?

-No, no lo creo… de hecho creo que estaba llorando…

-Entonces es el fin, Vian… ¿sabes? Antes de ser juez yo estoy seguro que había alguien conmigo, aunque hoy no sé si era una mascota, un hijo, o hasta un mueble… y es que supongo que eso pasa al interior de uno… con las cosas vivas, me refiero… como que se van aquietando a medida que nos alejamos de ellas y llegan a convertirse en objetos…

-¿No le gustan los objetos, su señoría?

-No, Vian… y tú lo sabes… ¿es que acaso no quieres llegar al fin? ¿Por qué sigues evadiendo todo el tiempo?

-¿Y cómo podría ponerle fin a esto?

-Llamando a cada cosa por su nombre, Vian… tú lo sabes.

-Llamar blanco a lo que es blanco puede destruir la humanidad, señor juez, eso usted también lo sabe…

-¿Y no quieres acaso destruir la humanidad… así como se encuentra hoy, al menos?

-No, su señoría.

-Entonces creo que escoges el camino más difícil, Vian…

-Yo no lo siento como opción señor, juez…

-¿Y entonces por qué no tomas el otro?

-Creo que de puro hueón, señor juez… porque sigo esperando algo de los otros… y claro… de mí mismo…

-Suerte con eso entonces…

-Gracias.

-Ah, Vian… antes que te vayas… ¿crees que debiese seguir siendo juez?

-Mmmm… sí, yo creo que sí…

-¿Y no lo consideras absurdo?

-¿Qué cosa?

-Que yo siga juzgando y tú escribiendo todos los días…

-Pues, sí, visto así, quizá…

-Es que esto va a terminar igual algún día, Vian…

-Claro, pero eso no quiere decir nada… todos los que vivimos, vamos a morir, algún día… lo importante es tener la fuerza y las razones correctas…

-¿Y para qué? ¿Para demostrar algo?

-Usted lo ha dicho, señor juez. Supongo que incluso vivir es demostrar algo…

-…

-…

-¡Oye, Vian…! ¡Volvió a salirte la oreja...! ¿Será una señal?
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-Yo creo que sí.
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-¿Y qué querrá decir?

-No lo sé con certeza, señor juez.... pero quizá significa que hemos tomado las decisiones correctas.

2 comentarios:

  1. Ay Dios,a mi si que se me ha puesto la carne de gallina..!! Gracias.

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  2. http://www.youtube.com/watch?v=VA49DfS106M
    regalo.
    cómo va?

    saludos.

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