lunes, 28 de febrero de 2011

Peliculosis (II)

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Tal como mencionábamos ayer, el tratamiento de la peliculosis requiere la extracción de aquellas palabras, ideas o impresiones que las distintas obras vistas hayan dejado en el afectado. Por eso, prosigo hoy con el tratamiento intentando sacar algunos residuos de películas que vi durante febrero y que han quedado por ahí, dando vueltas, con algunas palabras a cuestas.


V. El viaje a la felicidad de Mamá Kusters, de R. W. Fassbinder (1975)

Muy buena película del director alemán, que tuvo varias dificultades tras su estreno, principalmente por su contenido político.

En ella, a través de la magistral y agobiante estética de Fassbinder, el director nos cuenta la historia de una sencilla mujer alemana cuyo marido, tras dar muerte al hijo del dueño de la fábrica donde trabajaba, se ha suicidado.

Este hecho, por lo demás, acarreará una serie de otras dificultades para esta mujer, quien verá alejarse a los miembros de su familia –o constatará la lejanía que ya existía con ellos desde antes-, y se verá agobiada por distintos personajes que la manipularán a partir de sacar ventajas de la desgracia que le ha ocurrido.

En medio de esto, sin embargo, mamá Kusters se acercará a ciertas posturas políticas que ven en la acción de su marido un hecho revolucionario y símbolo de las injusticias del capitalismo... todo con el fin de rescatar la figura de su marido y de darle un nuevo sentido a la vida que le queda.

De esta forma, a partir del retrato de esta ama de casa, Fassbinder logra establecer una fuerte crítica a distintas posturas políticas que, sin embargo, no parecen prevalecer unas sobre otras, sino que abren paso, simplemente, a la figura de mamá Kusters, que se impone, de manera honesta, ante todos ellas.

Por otro lado, más allá de los aspectos políticos del film, la familia de la ama de casa, posee una rica gama de personajes que, a través de un humor negro recurrente en el film, ayudan a hacer de esta obra de Fassbinder una de las piezas importantes de su filmografía, al mismo tiempo que la presencia de dos finales –uno esbozado para Europa y otro filmado íntegramente para Norteamérica-, permiten plantear dos sentidos prácticamente opuestos al “mensaje” final del film, lo cual permite abrir un interesante cuestionamiento sobre los reales intereses del director alemán, al crear esta película.


VI. Los amantes criminales, de Francois Ozon (1998)

Deformando la historia de Hansel y Gretel –o tomando algunos elementos sueltos de esta historia-, Ozon logra entregar una película inquietante y agresiva, que parece desarrollarse como un juego macabro por parte de sus protagonistas.

Así, vemos en la película como una chica convence a su novio de ayudarla a matar a uno de sus compañeros de escuela que habría estado relacionado con un ataque sexual del que habría sido víctima, sin embargo, esto que parecía un juego en un inicio, comienza a complicarse a partir de una serie extrañas circunstancias que incluyen la pérdida en el bosque, la reclusión en una cabaña, y el elemento de perturbación homosexual ya típico en los films de Ozon.

Más allá de esto, sin embargo, creo que la película no logra mantener un equilibrio narrativo pues no se evidencia de manera constante una dirección clara en las acciones que desarrolla, al mismo tiempo que, cierto apresuramiento en el desenlace y en la desigualdad de los tiempos destinados a narrar distintas secuencias me parece un tanto arbitrario.

Con todo, la obra de Ozon es, a mi parecer, una buena película, con grandes actuaciones y con cierto atractivo visual que llega a perturbar por momentos, aunque sin lograr convencer del todo, pues la película resulta bastante irregular en sus ritmos y sólo deslumbra fragmentariamente


VII. El jefe de todo esto, de Lars von Trier (2006)

Puedo parecer ingenuo o derechamente hueón, pero lo cierto es que el cine de Lars von Trier me parece estar siempre diciendo más de lo que aparentemente dice.

Ese más, por otra parte, no tiene que ver con un tipo de construcción ni con experimentaciones formales ni cosas relacionadas con una interpretación que pudiese realizarse a partir de la inteligencia.

Y es que al contrario de lo que algunos puedan pensar, tengo la certera impresión que von Trier se asquea de la inteligencia, e incluso de su propio cinismo, y que lo que realmente está planteando, en sus películas, es algo profundamente humano y necesario escondido en todos los tipos de disfraces posibles, más allá que estos tomen la forma de una comedia o un drama, o si logran un resultado armonioso o totalmente disparatado.

Esa burla constante a la que somete al espectador, manipulando sus emociones o ridiculizándolas y llevándolas a todo tipo de extremos, ese cinismo que logra incluso volcar, aparentemente, hacia sí mismo, no es sino la forma de ocultar/entregar algo que no sé por qué razón –quizá sencillamente porque no se puede-, ha estado desde un inicio presente, en todos sus films.

Recuerdo por ejemplo cuando lo escuché/leí hablar por primera vez de la propuesta Dogma y haber sentido que él estaba hablando de algo en que no creía, algo que era también una burla… como si con sus discurso/ideas/películas, el director danés buscase llegar a los extremos, para agotar así los sistemas formales posibles hasta poder vislumbrar, tras la pérdida/desgaste de todos ellos, el significado desnudo de lo que verdaderamente tiene que decirnos.

Es por esto quizá que detesto Antichrista –aunque pueda valorarla como película- o Manderlay, porque creo que en esos momentos el juego excede y confunde, y en parte es utilizado incluso para reírse del verdadero discurso… -el iniciado y terminado de forma perfecta en Dogville, por ejemplo-, como si necesitara autoconvencerse o desengañarse de algo.

El tema da para más, por supuesto, y los ejemplos de Riget y de Las cinco obstrucciones, podrían servirnos para profundizar en el tema… pero claro… aquí yo iba a decir algo de El jefe de todo esto, y a eso me atendré –o trataré al menos- de aquí en más.

Ahora bien… en esta película, un actor desempleado llega a trabajar para el dueño de una compañía quien ha hecho creer por años a sus empleados que hay un jefe sobre él, a quien culpa de todas las decisiones que lo harían quedar mal ante los otros.

Este actor, por lo tanto, deberá asumir el rol de ese jefe mayor, con lo que comenzarán una serie de confusiones que ayudarán a que la película de von Trier parezca una comedia sencilla, aunque, -y aquí comienza nuevamente aquello del cinismo-, lo que parece importar de verdad acá son una serie de cuestionamientos morales por los que atraviesan los personajes principales y que darán una serie de vuelcos inesperados a la trama del film.

Asimismo, las intervenciones del propio Lars von Trier recordándonos que no nos tomemos en serio la narración, no harán sino sumar elementos que descolocan al espectador, de la misma forma como lo hace el programa diseñado para editar el film, escogiendo al azar, de una serie de tomas, las que darán, en definitiva, forma a la película.

Más allá de estas experimentaciones, sin embargo, y de la serie de elementos que desvían la atención, creo que esta película de von Trier da en el centro de un problema social central en las relaciones afectivas de todos nosotros, y que dice relación con el ser aceptados por los demás, más allá que esta aceptación suponga mentir sobre quiénes somos y hacer de nuestra convivencia –en este caso laboral-, una ecuación equivocada.


VIII. El silencio de Lorna, de Jean-Pierre y Luc Dardenne (2008)

Desgasta el cine de los Dardenne. Y perturba. Y es que con dramas filmados sin filtro saben avanzar perfectamente tanto en la narración como en la profundidad de los personajes.

En esta oportunidad, ellos elegirán nuevamente un personaje femenino, interpretado de forma magnífica por Arta Dobroshi, quien desempeña el papel de una mujer que se ve envuelta en una serie de falsos matrimonios relacionados con la adquisición de una nacionalidad europea, y que se enturbian algo más cuando ella busca oponerse, sin tener muy claras sus razones, al asesinato de uno de sus maridos.

La belleza de esta película, sin embargo, -más allá del argumento planteado-, sólo es accesible a partir de introducirnos de lleno en las leyes del cine de estos hermanos, aceptando sin más sus elipsis y su particular ritmo narrativo, que no obstante en esta película, no alcanza a ser llevado tan magistralmente como ocurre en otras de sus obras, que parecen seguir siempre una sola dirección –pienso principalmente en Rosetta y El hijo, en este momento-.

Con todo, no queda sino agradecer esta película, que si bien nos vuelve a introducir en este mundo sórdido y desgastante, nos entrega también una extraña denuncia y nos recuerda que hay algo complejo que nace a través de las relaciones entre los seres humanos que necesitan de un otro, y que exige, por cierto, no ser olvidado.

Y es que al final, no sé bien si algo le falta o algo le sobra a esta película de los Dardenne…

O quizá –pienso ahora-, ese algo que falta (o que sobra) está en verdad en uno mismo, y este cine no hace sino recordarnos que sin aquella comprensión estamos incompletos y un poco más lejos de lo que creemos, de quienes somos, y de quienes nos rodean.
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1 comentario:

  1. Tengo ganas de ver buen cine; He ido varias veces al cine y no han sido muy buenas experiencias, la única muuy buena y perturbadora ha sido "El cisne negro"

    Buscaré las películas de las que ha escrito.

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