martes, 22 de febrero de 2011

Un día con la pipa de Magritte.

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Fuimos hoy de paseo con la pipa de Magritte. Ella se instaló en uno de mis bolsillos y me dijo que la despertara en cuanto encontrara algo digno de ser visto… pero yo sé que iba despierta.

A ratos, la veía asomarse y mirar a la gente cuando se abrían las puertas del metro, pero después se escondía rapidito para que no la descubriera.

-¿Falta mucho? –me preguntó entonces, mientras fingía un bostezo.

-No –le contesté. Aunque sinceramente no tenía idea hacia dónde íbamos.

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Me la habían regalado esta mañana y apenas la saqué de la caja en que venía me di cuenta que era igual a la pipa de los cuadros de Magritte, y lo comenté en voz alta. Fue ahí cuando la pipa pareció despertar a una existencia nueva y me habló orgullosa.

-¿Usted dice que soy famosa?

-Lo es –dije yo, mientras untaba la sorpresa en la cerveza matutina y me la tragaba de golpe, para que no lo notase.

-Entonces puede usted sentirse afortunado –continuó-, pues no pretendo imponerle grandes exigencias y hasta me siento humilde, a pesar de mi condición…

-Gracias… –atiné a decir.

-Yo siempre lo supe en todo caso… esto de ser importante, me refiero… -agregó-. Es que algo hay dentro de uno… una picazón… o algo… que nos avisa que nuestra existencia es especial, ¿no lo cree?

-Eh… sí claro… una picazón…

-La vida debe ser triste si no es así… -me dijo entonces, como entristeciéndose un poco-, ¿ha hablado usted con otras pipas que no tienen mi envergadura?

-Eh… no –confesé- usted es la primera pipa con la que hablo.

-Que afortunado es entonces… su primera experiencia y le ha tocado conmigo inmediatamente… quizá haya una razón para esto, ¿no lo cree?

-Puede ser –le dije-, a veces creo que hay razones para todo, incluso…

-Espere –me interrumpió-, antes dijo usted que yo tenía un nombre… algo de Magrit… Magris… ¿cómo fue?

-Sí, yo dije que usted se parecía… perdón… yo dije que usted era la pipa de Magritte.

-Entonces supongo que debemos presentarnos. Yo soy la destacada Pipa de Magritte… ¿y usted?

-Yo soy Vian –contesté-. Y es un gusto conocerla.

-Pues el gusto es todo suyo –me contestó, actuando con indiferencia.

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Quizá piensen ustedes que debí haber puesto a la pipa en su lugar, ¿pero saben? algo había en ella que me provocaba ternura, y no quería desengañarla.

Por el contrario, le mostré las distintas imágenes que Magritte había pintado donde supuestamente aparecía ella en distintas circunstancias y, aunque lo disimulaba, noté cierto temblor producido por la emoción de saberse bella, y admirada.

Fue entonces cuando me dijo que la llevara a algún sitio, pues quería conocer el mundo. Y me pidió incluso que la envolviera en algún tipo de papel pues prefería ir de incógnito, y descansar de paso, abrigada, en mi bolsillo.

Yo hice lo que me dijo, por supuesto, y entonces fue que salimos de paseo, como les contaba en un inicio.

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Al final decidí bajarme en la estación Bellas Artes. Pensé incluso en llevarla al museo, pero luego estimé que se desanimaría si descubría que había un gran número de cuadros en los cuales ella ni siquiera aparecía.

-¿Crees que pueda salir a echar un vistazo sin que la gente se me tire encima o quiera fotografiarse junto a mí? –me preguntó entonces, disimulando lo más posible su entusiasmo.

-Es posible –le contesté-. Además nadie espera encontrarte acá y posiblemente piensen que se trata simplemente de un doble, o una imitadora…

Fue así que ella se encaramó de un brinco hasta mi hombro –no quise ponerla en mi boca pues me pareció indigno-, y la llevé con el mismo cuidado con que King Kong había llevado alguna vez a una muchacha hasta lo alto de un edificio, quién sabe con qué objetivo.

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¡La hubiesen visto…! Iba con la boca tan abierta que de haber llevado tabaco se le hubiese caído… Era como una niña chica asombrándose ante todo, aunque trataba de no hacer preguntas, para no mostrarse ignorante.

Recorrimos un parque, la llevé a probar helados y hasta subimos un cerro para que pudiese ver la ciudad, desde lo alto.

-Es grande el mundo –me dijo entonces-. Y es realmente un honor ser admirada en él, y poder brindarles mi belleza -concluyó.

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Fue entonces cuando cometí el error de pedirle que me acompañara a retirar un cuadro que me habían encargado ir a buscar, por aquel sector.

Fue un error porque olvidé la dirección y fui a parar a un taller equivocado, donde conocí a un tipo que me dio en principio tanta confianza que decidí mostrarle la pipa.

-¿Puedo presentarte? –le pregunté a la pipa.

-Puedes –me contestó-. Pero no me interesa hablar en su presencia.

-Esta es la pipa de Magritte –dije entonces, enseñándola.

Y entonces comenzó el derrumbe.

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Parte del problema es que uno descuida a veces lo que ama.

Le puede pasar a cualquiera, claro… pero me sucedió a mí. Y pesa.

Me emborraché más de la cuenta y no me fijé que el tipo aquel comenzó a hablar de los cuadros de Magritte y manoseó la pipa de arriba abajo… hasta que declamó en voz alta la frase aquella que vino a complicar todo:

-Esto no es una pipa –dijo, como si fuese una sentencia, y yo casi pude escuchar como dentro de la pipa algo se quebraba.

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Por si fuera poco, resultó además que terminamos a golpes con el tipo.

Él quería echar tabaco en la pipa y yo la defendía diciendo que era virgen, que era demasiado hermosa y que su importancia hacía imposible el pensar siquiera en utilizarla para esos menesteres…

Pero lo cierto es que ya era tarde para intentar defenderla y fui a dar por el piso igualito que el Quijote cuando intentaba luchar por Dulcinea… Además, aunque hubiese ganado, el daño estaba ya hecho, y la frase aquella había calado hondo en mi hermosa pipa, rompiendo algo que se mostró como su orgullo, pero que no era más que alegría, al sentirse bella y admirada… algo que además -y esto es lo que más lamento-, era también ella misma.

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-Usted sí es una pipa –intentaba convencerla yo, de regreso a casa-. Usted es la más hermosa e importante de las pipas y aquella frase es sucia y cruel, igualito que el mundo que no la merece…

-Ese tipo no sabe nada –continuaba-, además, si se trata de eso, nadie es realmente lo que es… todos hemos perdido el significado que llevábamos dentro… Usted en cambio posee una belleza distinta… usted además… usted…

Pero no había caso. Ella seguía sin decir palabra y con el aspecto de haber sido dañada en lo más hondo. Y lo más hondo de una pipa es aún más hondo que lo más profundo que tiene un ser humano… y si le sumamos a eso que mis palabras son torpes, y mis descuidos… llegar siquiera a acercarme al fondo de ella parece ser del todo imposible, al menos para mí.

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Han pasado varias horas desde aquello y todo sigue igual.

Ella está aquí a un costado, pero no me habla y está quieta. Tanto que se parece incluso a esos pajaritos que aparecen en invierno, muertos por el frío.

No sabe que estoy escribiendo de ella y espero que nunca lo sepa, pues se avergonzaría más.

Les quiero pedir, sin embargo, si un día me ven con ella, que en lo posible, la saluden con una pequeña reverencia y una sonrisa… pues quién sabe lo que un gesto como ese puede significar para alguien como ella… quién sabe…
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1 comentario:

  1. Tal vez si se pone una manzana en la cara y se viste de terno con una corbata roja y un sombrero negro, se sienta más familiarizada y quiera volver a hablarle.
    Debería (Tal vez) intentarlo.

    Saludos Vian, y a La pipa de Magritte también.

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