sábado, 7 de mayo de 2011

El encuestador, Vian y el ornitorrinco. (Parte I)

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"No soy yo el que está enloqueciendo,
es el mundo"
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I.

No sé si decir que está loco, pero al menos es raro. Se trata de un hombre que recorre distintas poblaciones encuestando a la gente por su propia cuenta.

Estudió tres años psicología, pero trabaja esporádicamente en asuntos relacionados con instalación y mantención de redes, y claro, a veces desarrolla esa otra actividad y todo se descoloca un poco, y es que según él, se trata de un impulso inevitable, y lo mejor es adaptarse a él, y aceptarlo, y hacerlo entonces de la mejor manera posible.

-Yo hago mis propios formularios –me explica-, con una serie de preguntas sencillas relacionadas con los que viven en el lugar…

-¿Cómo en el censo?

-Sí, parecido, pero voy variándolas un poco… depende de la edad de los encuestados, o del sexo, o del humor que tengan, cosas así…

-Espera –le digo-, antes que sigas, ¿puedo preguntar para qué?

-¿Para qué, qué?

-¿Para qué hacer las preguntas? ¿Darse el trabajo…? Es decir, supongo que te pueden llevar preso o te pueden golpear, o…

-¿Por qué harían eso?

-No sé, por entrometerte en sus vidas, o sospechar que averiguas datos para un asalto, o si descubren que en realidad no te ha enviado alguien…

-Pero es que yo no miento, pregunto simplemente si pueden contestar algo y a veces la gente lo hace y a veces no, casi nunca preguntan quién me envía, y si lo hacen yo digo que es para un trabajo personal, lo que es verdad…

-No entiendo… lo del trabajo, me refiero…

-Ah… nada tan especial, es simplemente el vaciado de datos… organizarlos, trazar líneas, conexiones… ¿quieres acompañarme, mejor, para que veas cómo es?

-¿A ver los vaciados o al trabajo en terreno?

-A ambos,- me dice, mientras me pasa una peineta que saca de un bolsillo pues recalca que es una actividad seria, y que hay que realizarla bien presentados.


II.

-Haciendo conexiones se forman lazos –me explica, mientras avanzamos a la primera casa-, como en las líneas del metro… ¿has visto esos mapas de ciudades donde se cruzan una gran cantidad de líneas?

-¿Como combinaciones…?

-Claro, pues el punto es que yo trazo esas líneas a partir de los datos que obtengo de las personas…

-No entiendo.

-Mira, en la casa de allá vive un hombre que una vez recibió accidentalmente un balazo en la cadera…

-Ya…

-Pues bien, en esa otra casa… esa que se ve en la esquina… vive uno que accidentalmente le disparó en la cadera a un amigo…

-¿Es el que le disparó al otro? O sea, ¿el de la esquina le disparó al de la otra casa…?

-No, son coincidencias, solamente… aunque el vínculo existe… por eso, entre ambas casas yo trazo una línea de cierto color dependiendo del tipo de relación… ¿comprendes?

-Sí, aunque de nuevo me falta el para qué…

-Eso no importa aún –me dice, algo molesto-, lo importante es que sumando estos trazos, en el mapa comienzan a formarse figuras, y a veces, las figuras indican algo… como un centro.

-Y entonces… ¿es el centro lo que estás buscando?

-No. Es lo que estaba buscando, porque ya lo encontré… de hecho: llegamos.

-¿Cómo?

-Esta es la casa que estaba buscando –me dijo indicando una que se veía bastante abandonada y algo envejecida, en relación a las de su entorno-, o sea ya pregunté alguna vez hace mucho, pero apenas hace unos días descubrí que era el centro.

-¿Y por eso quisiste ponerte en contacto conmigo? ¿Para que sea el narrador del descubrimiento…?

-Sí, y para que seas el narrador protagonista… Ese es el para qué que peguntabas…

-¿Y entonces yo, ahora…?

-Tú ahora debes llamar, y hacer las preguntas que están en esta hoja…

-¿Vendrás conmigo, supongo…?

-Estaré atrás tuyo… pero tú hablarás…

-De acuerdo –dije-, sin saber bien por qué, pero entusiasmándome un poco, con la idea.


III.

-Señora, nos gustaría poder hacerle unas preguntas –le dije, apenas me abrió la puerta.

-No tengo mucho tiempo… -dijo ella, aunque sin moverse, como si su cuerpo se hubiese negado a obedecer a sus palabras.

Luego tomé la hoja, y como la situación me pareció más incómoda de lo que creía sería, comencé a leer y marcar las respuestas a las preguntas rápidamente…

-¿Nombre?

-¿Hace cuánto vive acá?

-¿Cuántas horas duerme?

-¿Canta cuando está sola?

En eso estaba, terminando la lista de la hoja cuando de pronto la pregunta más absurda de todas apareció ahí, sin que me percatara:

-¿Tiene usted un ornitorrinco? –escuché que le decía…

La mujer cambió de actitud y me miró en silencio.

-Disculpe la pregunta, debe haber sido un error… –plantee después de unos minutos-.

-No se disculpe, es sólo que me sorprendió la pregunta…

-No se preocupe, marcaré que no y terminaremos en seguida.

-Espere… mejor no marque que no tengo…

-¿Cómo…?

-Que no marque que no tengo ornitorrinco… lo que pasa es que no estaba segura bien qué era…

-Pero, -le digo algo incrédulo -, ¿de verdad tiene un ornitorrinco…?

-Por supuesto… o sea, tengo algo, que ahora usted me aclara es un ornitorrinco…

-Pero yo no sé si lo sea –alego.

-Pues pase y véalo –me dice ella, abriendo a puerta-.

-¿Puede entrar mi acompañante? –le pregunto a la mujer.

-¿Cuál acompañante…?

Entonces yo me doy vuelta, y me doy cuenta que estoy solo…

-¿No va a entrar? –insiste la mujer.

-Sí –contesto, y entro a la casa.

Dos minutos después, estoy justo al frente, del supuesto ornitorrinco.

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