jueves, 5 de mayo de 2011

En un bar, con Buster Keaton.

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No sé cuántas veces me he quedado absorto mirando los primeros trabajos de Buster Keaton.

Da lo mismo si tengo algo que hacer o si tengo un compromiso o un sinnúmero de trabajos que entregar a mis alumnos. Lo cierto es que veo aparecer a Keaton y es como si el resto del mundo desapareciera, y uno pudiera quedarse ahí –refugiarse ahí, casi-, y dejar que la vida siga pasando fuera… mientras un mundo en blanco y negro y un personaje pálido y con un rostro en el cuál es posible interpretar las expresiones que quieras, se esfuerza por cimentar algunas cosas que la mayoría de las veces terminan también por venirse abajo.

Hoy por ejemplo, tras decidirme a última hora para ver en el Municipal el tercero de Rachmaninoff (el lunes vi al pianista tocando de forma excepcional a Mussorgsky y pensé que sí, que quizá…) me encuentro de pronto mirando un letrero que anunciaba la exhibición de algunos de sus mejores cortos: One week y Electric House, en un pequeño bar subterráneo que queda cerca del Municipal.

Saco cuentas, avanzo unos pasos… me devuelvo. Me invento que mientras veo a Keaton en el bar puedo sacar del bolso algunas pruebas y avanzar un poco… y bueno, voy a ver a Buster.

Tal como imaginé el bar está vacío, salvo por una pareja que está demasiado ocupada como para mirar la pantalla y ver como Keaton, recién casado, recibe de regalo un terreno y una casa prefabricada… y claro, debe entonces dedicarse a construir su propia felicidad.

Las dificultades, sin embargo, no tardan en llegar, pues resulta que el ex novio de la mujer ha ido y ha cambiado el número de las partes de la casa, y la construcción se vuelve cada vez una tarea más difícil y confusa.

Por último, y para empeorar las cosas, resulta que tras lograr construir –por llamar de alguna forma- aquella casa, el personaje de Keaton y su mujer se dan cuenta que lo hicieron en un terreno equivocado y deben intentar el traslado…

Termino de ver “One week” y me fijo que apagan la pantalla como si todo hubiese terminado, y la promesa de “La casa eléctrica”, hubiese sido simplemente una publicidad engañosa.

-Disculpe… -le pregunto al único garzón que andaba por el lugar-, ¿Y la casa eléctrica?

-¿Cómo…?

-¿La casa eléctrica…?

-No tenemos ese trago señor, sólo cerveza y…

-Es la otra película que decían iban a dar de Keaton…

-Ah… las películas viejas.

-Esas.

-¿Faltó una?

-Sí.

-Pues tendría que buscarla yo mismo porque el otro garzón que se encarga de eso se fue hace unos instantes…

-¿Pero la pueden dar…?

-Sí, podríamos, pero quizá si hubiese más gente…

-¿Más consumo…?

-Puede ser…

Entonces exagero un tanto y pido que me traiga tres cervezas más y que si quiere cobre una extra y se la tome él… así que al final resulta que veo también “La casa eléctrica” y hasta pido que vuelvan a poner One Week, que sigue siendo una de mis preferidas.

La pareja que estaba en el bar le pone atención esta segunda vez y hasta ríen un poco, y llegan también otro par de personas que hablan lo suficientemente fuerte como para arruinarme el momento.

-¿Podrían hablar un poco más bajo? –les digo-, es que hoy proyectaban estas películas y…

-Cállate, hueón –me dice uno-, yo hablo como quiero…

-Además la película es muda –dice el otro-, y se voltean a seguir tomando.

Yo me esfuerzo por verla igual hasta el final, y hasta me entusiasmo lo suficiente como para echar cerveza en el bolsillo de la chaqueta de uno de los tipos, que la había dejado en una silla, justo a mi alcance.

Y claro, nadie me descubre.

Pago la cuenta. Calculo de paso que se me está acabando el dinero del mes y que sólo estamos a 5, y me alejo caminando del lugar, con las pruebas aún sin revisar, y pensando que a veces la vida que resulta más interesante es justamente esa vida muda, inexpresiva, la que te mira en silencio y hasta con ausencia de colores y se expone para que uno la llene de significados propios, de deseos, de experiencias, y encuentre en dicho silencio, las herramientas necesarias para comenzar a construir también nuestras propias casas… esas que, a fin de cuentas, no importa que se derrumben, porque lo valioso, claro, estuvo siempre en otro sitio.


1 comentario:

  1. no es extraño que aprecies el trabajo excepcional de seres excepcionales, trabajos que logran hacer florecer sensaciones excepcionales....y que muy pocas personas se den el tiempo de entenderlo, de escucharlo, de asimilarlo, pagarlo....
    personalmente me pasa con algunos músicos....

    no tenía idea de Buster, pero el corto que haz puesto en tu post se lleva mis emociones.

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