sábado, 28 de mayo de 2011

La materia es el sustento común, o sobre el intentar chocar, cuando todavía quedan fuerzas.

.
“La materia es el sustento común
de todas las manifestaciones singulares
de la Idea”.
A. S.
.
I

No sé si les pasa que chocan con cosas,
pero a mí me pasa
(y más de lo debido).

Choco con árboles,
con postes,
y a veces me paso horas
rebotando en las paredes
de mi pieza / biblioteca.

Y es que voy más atento a otros elementos,
a las palabras, por ejemplo,
o a los conceptos e interpretaciones
que quedan suspendidos
como ahorcados a medio morir,
en cualquier sitio.

Lo malo,
es que cuando te encuentras con estas “cosas”,
(esas cosas que no son materia, me refiero)
el choque no es posible,
y te encuentras de pronto dejando morir
todo aquello que, a medias,
cuelga sobre las calles de nuestra vida
como ropas que deben secarse
y que se nos hacen imposibles
de recoger.

Con las otras cosas, en cambio,
chocar resulta más sencillo,
y hasta de cierta forma
tiene la utilidad de ayudarnos a reconocer
qué cosa pertenece a qué reino
y cuál está a medio morir
o cuál ya se encuentra
totalmente muerta
o en reposo.

Extrañamente,
sin embargo,
es prácticamente imposible
que choque con otras personas…
es decir, imposible desde la experiencia,
claro,
puesto que sinceramente no recuerdo
un choque directo con un otro
en al menos los últimos años.

Ahora bien,
quizá puedan pensar que este no chocar
con otros,
me trae algo así como un alivio,
pero sinceramente,
el asunto se transforma a veces
en algo angustioso.

Recuerdo por ejemplo
que hace unas semanas,
intenté por todos los medios
chocar con las demás personas:
caminé por el centro de la ciudad,
acudí a manifestaciones,
y hasta me inscribí en un equipo de rugby…
¡pero nada…!

¡Todos se escabullían de una manera misteriosa…!

Y claro, entiéndase bien,
yo podía tocar a los otros
-saludarlos de mano, por ejemplo-,
pero no así chocar con ellos
de improviso.

Fue entonces que,
mientras estaba pensando en este problema,
sentí un fuerte golpe que me tiró al piso…
así, mientras me ponía de pie,
pude ver al tipo que me chocó,
un hombre caído a un costado
y que también se levantaba
y me miraba fijo…

Sin embargo,
más allá de lo extraño que fuera
el haber chocado con alguien,
lo verdaderamente sorprendente
fue que ambos vimos
al mirarnos
exactamente lo mismo.


II.

-¿Quién eres? –dijimos ambos, entonces, al unísono.

-Soy Vian –contestamos también al mismo tiempo.

Luego intentamos hablar y preguntar otras cosas,
pero nos siguió pasando lo mismo…
y comprendimos así
que toda pregunta entre nosotros
sería infructuosa,
porque acabaríamos sabiendo del otro,
al final,
exactamente lo mismo
que ya sabíamos
antes de nuestro encuentro.


III.

Lo realmente malo de todo esto,
sin embargo,
es que tras ese choque
y ese encuentro,
he comenzado a dudar constantemente
sobre mi verdadera naturaleza.

Es decir,
más allá de la despedida que uno debe hacerle
a la idea esa de ser único,
se encuentra también la necesidad
de reconocernos como,
al menos,
manifestaciones singulares
de una misma idea
(la idea Vian, en este caso).

Y claro,
no es que no me agrade,
la idea esa de ser materia…
¡pero ser algo en función de la Idea
y no tener entonces una vida
plenamente completa…!

¡Cuánta injusticia…!


IV.

No quiero aquí, sin embargo,
reflexionar
sobre la necesidad de asumirnos todos
como materia,
sino simplemente constatar que me encontré
con otro Vian/materia
y que la sed de ser idea
me quema la garganta
por lo que, hasta las palabras
terminan saliendo así
un tanto chamuscadas.

Por último,
les cuento que sigo chocando
casi con cualquier cosa,
y que hay testigos que dicen
que lo que ocurrió realmente
cuando choqué conmigo mismo
-o más bien, con la otra manifestación
de la misma “idea de mí”-,
es que me cayó un rayo
mientras estaba pensativo
en una esquina…

Y claro,
ellos intentan hacerse famosos
contando aquella historia,
y me miran como con temor
o respeto,
y parecen creerse incluso
sus propias palabras.

Yo, en cambio,
ajeno a esos intereses,
y sintiéndome un tanto desamparado
por eso de no chocar contra los otros,
prefiero determinar lo que ocurrió
a partir del único recuerdo que me queda
de ese día,
y seguir adelante, claro,
cayendo y levantándome
si es que resulta necesario

y quedan fuerzas.

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