viernes, 13 de mayo de 2011

Vian, el que sueña al mundo.

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Mis sueños son extraños. Pero no están al nivel de otros sueños extraños, simplemente. Es decir, mis sueños son extraños, pero de otro tipo.

Sueño por ejemplo que deshago y hago el mundo. Sin embargo, no me refiero a que hago y deshago el mundo de los sueños, cosa que, supuestamente, todos hacemos, hasta cierto punto.

Mi hacer y deshacer se sitúa más bien en el borde mismo que existe entre aquello que consideramos sueño, y lo que aceptamos, generalmente, como realidad.

Mi intención, sin embargo, no es cuestionar la realidad, desde mi sueño, ni poner en la balanza esas distintas jerarquías, sino referirme a lo que mi experiencia evidencia que ocurre entre ambas.

En otras palabras, plantear que mis sueños son tan extraños, que a veces siento que desde ellos puedo dirigir, hacer y deshacer, todo aquello que en el mundo externo al sueño, existe.

A modo de ejemplo podría señalar un gran número de sueños, de los cuales, tras despertar, el mundo parece recién reorganizado, según una serie de decisiones semiconscientes que he realizado, desde el espacio del sueño.

La otra noche, para no ir más lejos, creí percibir durante un sueño, que en numerosas ocasiones anteriores, yo había logrado interferir el mundo que denominamos real –externo al sueño, me refiero-, aunque olvidando luego, en este último mundo, el verdadero origen de algunas situaciones.

Asimismo, durante ese último sueño -que parecía revelarme con una serie de pruebas su “interferencia” en el diseño del “otro mundo”-, decidí de pronto poner en mi realidad, externa al sueño, un elemento que indudablemente fuera absurdo o se encontrase fuera de lugar –como las anomalías que debíamos marcar en dos imágenes aparentemente iguales-, y que me confirmase y recordara, que el sueño había sido algo más una experiencia separada del sentido de realidad del mundo cotidiano, y que no tenía, por tanto, “poder” alguno, sobre él.

Decidí entonces, en ese sueño, incluir en la realidad con que me encontraría luego de despertar, un hecho extraño, totalmente inverosímil, y que me hiciera recordar que lo del sueño había sido más que un espacio de ficción y desligado, y etc. El punto es que decidí entonces demostrar que mi sueño diseñaba mi realidad insertando la siguiente anomalía:

Primero busqué un personaje totalmente alejado de un mundo y lo inserté en otro, en este caso, elegí al actor Arnold Schwarzenegger, y decidí convertirlo en Gobernador del Estado de California, cuestión que me areció, en ese momento lo suficientemente absurda para lograr mi cometido.

Así, pensaba en el sueño, al despertar y encontrarme con ese dato absolutamente inverosímil –recuerdo que también pensé en que se cambiara de sexo Jean Claude Van-Damme y otras cosas similares-, yo sentiría como indudable mi “poder” ejercido durante el sueño, y lo recordaría para poder aprender a manejar a mi entera voluntad el mundo real en que me toca vivir, y en el que, por cierto, están incluidos también ustedes, si es que están leyendo este texto.

Lo malo de todo esto, sin embargo, es que tras despertar, hasta yo mismo puse en duda lo de Scwarzenegger, y me dije que claro, yo sabía el dato, y en el sueño lo olvidé y simplemente me mentí al reorganizarlo.

Pero el caso es que seguí intentando y siguió “funcionando”. Hice que eligieran un presidente negro en Estados Unidos, logré que Plutón dejara de ser planeta, y hasta fui más atrás, arriesgándome a ver qué pasaba en el mundo si no hubiesen explotado las bombas nucleares en Korea y en Afganistán –que ocurrió en una realidad que a usted le parecerá inverosímil, durante la década del 90-.

Es decir, con el ejercicio de mi poder de diseño, fui alterando un gran número de pequeños hechos que, lamentablemente, usted nunca creerá que cambié, pues le parecerán de lo más natural y creerá tener huella real de ellos, en su memoria.

Le nombraré algunos de esos hechos –aunque a usted, lector, le parecerán sin duda, estupideces-:

-Hice que se quemara la Biblioteca de Alejandría, perdiendo así un gran número de libros que estaban, hasta antes de pedir ese “deseo” al interior, incluso, de mi propia biblioteca.

-Hice que Diego Armando Maradona, un escritor de novela rosa en Argentina, fuese reconocido como el mejor futbolista del mundo.

-Transformé al oro, uno de los metales más despreciados de la antigua realidad, en uno de los más caros y valorados del mundo.

-Inventé el ornitorrinco –y hasta se me ocurrió hacer que sudara leche-.

¿No les parece extraño?

Lo malo es que todos –y en eso me incluyo, por supuesto-, aceptamos lo que se nos da, por absurdo que parezca, sin cuestionarnos ni lo más mínimo.

De hecho, yo mismo, paso por momentos en que dudo de mis poderes, y pienso que quizá lo que tengo es simplemente un tipo de locura… y guardo silencio sobre dichas capacidades, y dejo de ejercitarlas durante largo tiempo.

Por último, alguien podría preguntarme por qué, si tengo ese poder, insisto en despertar como profe, o con problemas económicos, o persisto en estar solo, en lo que respecta a mis relaciones afectivas… o incluso llegará otro a pensar, un poco menos egoísta, porque no diseño un mundo sin problemas, donde todos tengamos lo que queremos con holgura y no existan necesidades ni enfermedades…

Pues bien, debo reconocer que lo he pensado -y hasta lo hice un tiempo, debo confesar-, pero me he dado cuenta que eso no es lo que me corresponde… es decir, hay cosas que pasan porque tienen un fin, o porque les proveen de oportunidades a todos ustedes, para hacer algo en este mundo…

Yo simplemente -y esto lo digo para finalizar y no alargarme innecesariamente-, me limito a poner una serie de pistas en su camino, para indicarle qué es aquello que resulta absurdo y qué es lo que resulta esencial -igual que con mis alumnos-, pero ustedes, al final, son los únicos responsables de ver por sí mismos y avanzar por propia voluntad.

Eso es lo que sucede.

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