miércoles, 1 de junio de 2011

Hay lugares en los que no se debe entrar.

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I.

Hay lugares en los que no se debe entrar. De vez en cuanto te lo anuncian con letreros, o simplemente la entrada está bloqueada. Pero asimismo, ocurre en otras ocasiones que te das cuenta tarde, y algo… una sensación extraña, por ejemplo, viene a avisarte que ingresaste y que ya es tarde, y que estás en terreno sagrado.

-Usted no debe estar aquí –me dice entonces una niña-. Usted debiese andar por otros sitios, y cuidándose.

-¿De qué me hablas? –pregunto.

-Del sitio en que está –me contesta-. De los lugares a donde está llegando y de que ya me estoy aburriendo de que manden a sacarlo de todos esos sitios.

-Pero si es primera vez que te veo…

-No –agrega la niña, quizá demasiado seria-. Y se está metiendo usted en demasiados sitios…

-Pero si yo solo estoy acá, yo…

-Usted no se da cuenta de lo que es sagrado –me dice ella entonces, alejándose del lugar-. Ese es su problema… no sabe distinguir entre lo realmente divino y lo que no lo es… y va a tener que hacerlo…

-¿No crees que para ser niña estás amenazando demasiado?

-No, además tú sabes que no soy una niña –comenta, mientras cambia el tono.

-Te equivocas, pues realmente no lo sé…

Ella se ríe un poco. Luego comenta:

-Eres un mentiroso, Vian.

Y se va corriendo del lugar.


II.

Cuando chico hacía mapas y marcaba los lugares sagrados. Eran dibujos que hacía en hojas de papel y que establecían una serie de secuencias que ordenaba extrañamente de forma horizontal, casi como líneas de tiempo.

-Cuéntame, Vian –me decía el psicólogo de un consultorio al que me enviaron de pequeño-, ¿haces mapas para encontrar tesoros…?

-No –le contestaba yo-. Son zonas, lugares especiales…

-¿Y qué ocurre en eso lugares?

-Son lugares especiales –insistía yo-. Sitios donde hay otras cosas, como niños…

-Pero ¿viven ahí?

-No –intentaba explicar yo-. Ellos no viven, solo están ahí, como escondidos…

-Pero tú los ves…

-No sé… de cierta forma a lo mejor –decía yo-, pero sé dónde están al menos, como en un pliegue…

-¿Y tú tienes que liberarlos, o hacer algo heroico con ellos?

-Yo no soy un héroe –recuerdo que decía-. Yo soy Vian, y soy un niño…

-Pero tus mapas, ¿para qué son entonces?

-Para no olvidarme que existen… porque parece que hay gente que quiere que yo me olvide… y van a hacer desaparecer esas zonas…

-¿Por qué, Vian?

-Porque algunos saben que están ahí, y piensan que pueden volver…

-¿Cómo…? ¿Esos niños se fueron?

-Sí… se escondieron, o se perdieron, o no despertaron…

Luego el psicólogo hablaba con mi madre y le hablaba de la ausencia de mi padre, de los programas de tv, de que quizá no era bueno que leyera desde tan chico la biblia –ni mucho menos esos libros de profetas-.

Yo los escuchaba hablar y me callaba cosas.

Me callaba por ejemplo que el mapa que en el mapa que le dibujé al doctor había marcado un sitio especial con color verde, un sitio donde a veces había un niño que se llamaba Matías y que conocía al doctor, y que quería que él supiera que estaba ahí, y que existía todavía.


III.

Por mucho tiempo olvidé estas cosas. Las tomé como historias raras que me imaginaba de chico y supongo que dejé de pensar en ellas. Sin embargo, algunas imágenes han vuelto y creo que algo de verdad había en todo aquello.

Y es que las zonas sagradas existían, sin duda, y existen hoy, todavía.

Son más pequeñas, y quizá los pliegues se están cerrando. Y puede incluso que haya gente interesada en el cierre de estos pliegues, pero yo era uno de los que sabía de esos sitios.

Pues bien, hoy recordando cosas que perdí en un computador, y buscando en papeles algunas otras, descubro que hay extrañas relaciones entre ellas… y creo incluso entender la razón principal de algunas cosas que me están ocurriendo…

¿Y saben? En unas cajas que están guardadas en la casa de mis padres, al interior de una especie de archivador antiguo, están todavía los mapas de las zonas sagradas –o como eran en ese entonces, al menos-.

Mañana temprano, antes de irme al trabajo, voy a pasar a una, a ver si existe todavía, y a saber qué sucede.

Ojalá se den cuenta que no es mentira. Y que así como nuestros abuelos podían ver duendes habitualmente, yo podía ver niños… pero claro, hoy los pliegues se están cerrando.

Y queda poco tiempo.

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