domingo, 17 de julio de 2011

Papá, me encontré un cuadrado, o el manifiesto de los buscadores de bocas.

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“Todas las manifestaciones son magnitudes extensivas”
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La naturaleza es sabia. Lo malo es que es orgullosa y egoísta y guarda sus secretos bajo siete llaves. Mientras, por jugar, se entretiene enviándonos fenómenos, o haciendo crecer flores de colores o hasta mandándonos pajaritos, todo muy lindo y simpático, es cierto, pero poco revelador, si pensamos en el gran secreto.

Por otro lado, la gente suele obviar estos misterios, y hasta llamarnos amargos si insistimos en buscar algo más allá de aquello que se nos entrega.

-Ustedes no saben apreciar la belleza –nos dicen-. Insisten en buscar más allá de las cosas y dejan pasar todo esto que está aquí como un regalo…

Y claro, suena muy lindo el discurso y hasta el disfrute y el agradecimiento, pero lo que sucede realmente, creo, es que se quedan embobados mirando el envoltorio del regalo, y no les interesa saber, en definitiva, qué se encuentra detrás de todo aquello.

Nosotros, en cambio, empleamos gran parte de nuestro tiempo en buscar bocas. Disfrutamos menos, es cierto, pero aspiramos también a algo más amplio y pleno que el mero disfrute momentáneo. Y por eso buscamos bocas. Aunque para ustedes suene absurdo.

Y es que las bocas, pensamos, están ahí, escondidas, porque en el fondo quieren que las encontremos. Y a lo mejor hasta desean decirnos algo.

Ahora bien, quizá ustedes se pregunten, ¿qué son las bocas? Y en sus mentes malacostumbradas a la significación rígida se formen imágenes similares al orifico dentado que ustedes suelen designar con tal palabra…

Ante eso, no queda más que aclararles que las bocas que buscamos, son ante todo manifestaciones de la naturaleza -pero no manifestaciones conscientes y voluntarias, como los pajaritos y las flores de colores, sino involuntarias, como los lapsus linguae-, que se manifiestan en la naturaleza de formas tan extrañas y disímiles, que el encuentro y reconocimiento con alguna de ellas, es una labor que bien puede llevarte toda una vida, y sin asegurar recompensa.

En mi caso particular, por ejemplo, me he encontrado en mi vida –o he sido capaz de reconocer al menos-, dos bocas: una bajo la forma de una piedra que aparecía cada mañana en diferente sitio, y otra bajo la forma de un pajarito con tres cabezas, que vivió apenas unos días, luego de mi descubrimiento.

¿Que cómo supe que eran bocas?

Sencillo. Me bastó acercarme lo suficiente a ellas como para sentir que de ellas emanaba el aliento de la verdadera naturaleza, y que se distinguían y alejaban del resto de las otras cosas que constituyen el lenguaje práctico y superficial del que forman parte los fenómenos que habitualmente nos rodean.

Con esto, sin embargo, no quiero decir que todo pájaro con tres cabezas o cualquier fenómeno que se escape de las normas habituales pueda ser, necesariamente, una boca, pero obviamente es en ellos donde más posibilidades tenemos de encontrarlas.

Por otra parte, no quiero que se tomen estas palabras como una invitación a la búsqueda, pues nada hay más incómodo que todo un grupo de personas escarbando en la realidad, sino simplemente como una puesta en común de nuestro comportamiento y una explicación, breve, de nuestros objetivos.

Finalmente, y como última experiencia que quisiera compartir con ustedes, me gustaría contarles de la última boca descubierta por uno de nuestros buscadores, quién dio cuenta de ella de la siguiente forma:

-Papá –me dijo, entre sueños, pues habla dormido-, encontré un cuadrado.

-¿Cómo…? –pregunté yo.

-Encontré un cuadrado…-insistió, aún sin despertar-, con la lluvia se movió la tierra y yo encontré un cuadrado… y no es de nadie…

-¿Por qué no es de nadie? –insistí, ya intuyendo que debía tratarse de una boca.

-Porque es de la tierra… de abajo… -explicó, entre pequeñas frases-. Se asomó… pero estaba escondido… es un cuadrado de la tierra… de los que no hay que ver…

Y dicho esto se volvió rápidamente e hizo otros sonidos y despertó un tanto… por lo que ya no quise interrumpirlo.

Finalmente, tomé nota minuciosa de lo ocurrido y elaboré el acta correspondiente para presentar ante el comité de buscadores, quienes deberán validar, la presencia de otra boca, en sus palabras.

Por lo pronto, es todo lo que puedo contarles.

Mientras, y como conclusión, simplemente me gustaría reiterarles que la naturaleza es sabia… Tan sabia, que sería un error, ciertamente, confiar en ella simplemente por aquello que nos muestra a todos…

Saludos a los pajaritos.

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