lunes, 22 de agosto de 2011

La imaginé entrando en una habitación vacía.

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"Dicen que la gente no comprende lo que lee,
pero yo creo en realidad que solo comprenden lo que leen
y no comprenden lo que viven"
Otto Wingarden.


La imaginé entrando en una habitación vacía. Sin tristezas ni dramatismos innecesarios. Solo entrando en la habitación vacía. Encendiendo la luz. Observando el vacío. Dándose cuenta que ahí no hay nadie, salvo ella.

Quizá se le ocurra pensar que hay alguien que la observa. Que la imagina justo en esa situación. Bajo la luz. Casi como un experimento.

La imaginé caminando por la habitación. Acercándose a las paredes y al lugar donde debiese estar la única ventana tapada por cortinas azules. Pero ahora no hay ventana. Todo está vacío. Y ella mira la habitación donde no hay registro alguno.

Quizá se le ocurra pensar que vivió borrando las huellas de sí misma. Y sienta que en el mundo de los hechos reales esta habitación es un absurdo.

La imaginé buscando la puerta de la habitación vacía. La imaginé no encontrándola. Desesperándose poco a poco puesto que ella no sabe estar consigo misma. Y se incomoda. Porque al principio piensa que es un juego, pero de a poco comprende que todo es tan absurdo y vacío como la vez aquella en que se enfrentó con una existencia aún más absurda y más vacía que la de ella en la habitación en que ahora imagino que se encuentra.

Quizá se le ocurra pensar que debe también ponerse en duda. Y tema porque no siempre estamos dispuestos a apostar todo por nuestra propia existencia, y dudamos de nuestra propia realidad. Y desaparecemos un poco.

La imaginé entonces recordando aquella vez en que de niña, se quedó en silencio observando de frente a una almeja. Ella era pequeña y se había llevado aquel molusco hasta su habitación, porque no logró comprender que aquella almeja estaba viva, y quería comprobar su existencia.

Quizá se le ocurra pensar, años después, que fue esa almeja la que devoró todo lo que hubo alguna vez en su habitación. Pero claro, sería muy difícil que ella pudiese llegar a expresar esto, con certeza.

La imagino tranquila. Mirándola. Esperando hasta que el molusco se abriera y ella metiese el dedo y la almeja lo apretara, sin sutilezas. La imagino moviéndose por la habitación con la almeja cerrada sobre su dedo. La imagino sin gritos, sin embargo. Dudando simplemente de su propio experimento.

Quizá se le ocurra pensar que no llega a comprender porque carece de alguna habilidad. Y se sienta culpable, incluso, por no tenerla.

La imagino así, por último, preguntándose qué es aquello que está en la habitación impidiendo que ésta se encuentre totalmente vacía. Es decir, la imagino preguntándose sobre qué es ella misma, en una habitación vacía, sin nexo alguno con lo que la rodea.

Quizá se le ocurra concluir, entonces, que ese es el único camino para comprobar realmente quienes somos. Algo así como meter los dedos en nuestras propias llagas, para tener certeza que existimos. Y que el dolor de existir, existe con nosotros, para transformarse luego en otra cosa.

1 comentario:

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