sábado, 20 de agosto de 2011

Taxonomías de Vian.

.

He cambiado.

Mirando el mundo me doy cuenta
que he cambiado.

Las categorías para agrupar
los elementos de ese mundo,
por ejemplo,
son claramente distintas
a las que tenía tiempo atrás.

Antes, según recuerdo,
mis categorías funcionaban
en base a fundamentos negativos:

lo que no es mineral,

lo que no llora cuando nace, o

lo que no tiene músculo cardiaco,

por nombrar algunas.

Hoy, en cambio,
me sorprendo a veces
utilizando categorías
un poco más limitadas
y específicas:

lo que llora cuando escucha un trueno,

lo que es capaz de definirse a sí mismo, o

lo que cree ser un ente trascendente…

Es decir,
-y en definitiva-,
cosas mucho más concretas
que las que usamos
en nuestras clasificaciones habituales,
aunque no nos demos cuenta
plenamente,
de todo aquello.

Hoy, por ejemplo,
recordaba con un amigo
sobre una vieja manía que teníamos
respecto a querer disolver el mundo.

Así,
mientras él me contaba
de su obsesión por sacar
los tapones de las piscinas,
yo confesaba que en varias ocasiones
desinflé secretamente
algunos de esos gigantes y coloridos
juegos inflables para niños,
como si se tratase de un prerrequisito
para entender un significado
que se escapaba.

Y es que yo pretendía aprender,
pienso ahora,
cuáles eran las verdaderas categorías
que se escondían tras el término “niño”,
considerando las reacciones que tendrían
dichos pequeños
tras la pérdida de un mundo.

Es decir,
supongo que yo jugaba
en aquel entonces
a ser una especie de Dios,
cuya especial taxonomía
ponía a la vida misma de los individuos
como criterio de clasificación
incuestionable…

Pero claro,
les decía en un inicio
que he cambiado,
y lo cierto es que hoy en día
reconozco tantas categorías
como elementos a clasificar,
lo que repercute,
por ejemplo,
en el orden postergado
de mi biblioteca,
no permitiéndome así
hacer agrupaciones
de ningún tipo.

Y es que en cierto sentido,
cada libro es ya
en sí mismo,
una biblioteca…
y cada vida
y cada piedra incluso,
posee en definitiva una frágil
y única categoría,
irrepetible…

Es por eso que creo
que cualquier taxonomía
que pretenda ser verdadera,
es revelada solo
cuando los individuos clasificados
llegan por cualquier razón
a diferenciarse del mundo
en el que se veían insertos,
y se sienten despojados…

Y es que todo despojo tiene que ver,
en definitiva,
con la concepción de un yo
distinto a aquel que solo existe
en base a relaciones,
abriendo la posibilidad,
por tanto,
de descubrir cuál es realmente
nuestra categoría,
y ocupar, desde ahí,
el lugar que por esencia
nos había sido asignado.

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