domingo, 28 de agosto de 2011

Todas las estrellas muertas.

.
.

O las estrellas están muertas,
o están en agonía.

Eso dice una revista especializada
donde un físico alemán
expone sus teorías
aparentemente comprobadas.

Y claro,
yo leo la revista,
y por única vez pienso
que sería útil
recurrir a la censura.

¡Nada de estrellas muertas!
Me digo.

Y es que eso es lo único que faltaba:

¡Venir a rodearnos ahora
de millones de cadáveres…!

Molesto,
salgo entonces a caminar
en medio de la lluvia,
y hasta la borrachera se me pasa
en medio del agua,
el viento
y hasta el frío,
que se instalan en mí
de un momento a otro
y sin aviso.

Me refugio así
bajo el alero
de un restaurant chino,
donde descubro de pronto
hay también una gallina
blanca y mojada
apoyada en una esquina.

Ahora bien,
no sé si se entiende,
pero no debiese haber habido ahí
una gallina blanca.

¡Es más…!

¡No debiese haber habido
ningún tipo de gallina
en aquel lugar!

Entonces
me fijo en la gallina
y hasta intento hablar con ella
por si fuese parte de una fábula,
¿pero saben?
al parecer la gallina
era solo una gallina
y no tenía ni la menor esperanza
de encontrar moraleja.

¿Te puedo contar algo?
le dije de todas formas.

Hay un hueón, en Alemania,
que dice que las estrellas están muertas,
es decir,
que ya no hay estrellas naciendo
sino solo
algunas pocas en agonía
y otras simplemente extinguidas
y acabadas.

Pero la gallina,
como mis alumnos,
no me tomaba en cuenta.

Seguí hablándole así un rato,
esperando que la lluvia
amainara un poco,
cuando me di cuenta que la gallina
en realidad,
estaba empollando algo.

Esto es hermoso,
me dije,
aquí, en medio de la lluvia
y el viento,
una gallina blanca
está empollando…
¡y luego nos vienen a decir
que las estrellas están muertas!

Sin embargo,
mientras buscaba yo a alguien
para comunicarle el descubrimiento,
la gallina se puso de pie,
y pude percatarme entonces
que la gallina estaba dándole calor
simplemente a una piedra.

Y claro, decepcionado,
yo miré entonces a la gallina
cara a cara
y hasta me pareció encontrarle un parecido
con el físico alemán.

Así que tú también, Bruta,
le dije,
pero la gallina no daba muestras
de ofenderse.

En cambio,
volvió a situarse sobre la piedra
y a protegerla
como si se tratase de un huevo.

Por último,
ofendido,
seguí caminando bajo la lluvia
un buen rato.

Fue entonces cuando comencé a cuestionar
mis conclusiones,
y hasta consideré
que la gallina y la piedra
escondían claramente una moraleja,
y me avergoncé.

Así,
me devolví lo más rápido que pude
hasta donde había dejado
a la gallina,
aunque desde lejos pude ver
que ella
ya no se encontraba ahí.

¿Ha visto una gallina blanca?
le preguntaba a la gente
que pasaba por el lugar,
pero nadie supo
decirme nada.

Incluso,
una chica que atendía el restaurant
me entendió mal
y quiso venderme
un chapsui de ave.

Cómo sea,
lo cierto es que al fijarme bien
me di cuenta que la gallina
había olvidado su piedra.

Me acerqué entonces hasta ella
y la tomé suavemente,
actuando como si acaso
hubiese podido quebrarse.

La piedra estaba tibia aún,
y tenía ciertamente
la forma de un huevo,
aunque estaba sin duda
tan muerta
como las estrellas.

Y sí…
volví hasta mi pieza, con ella,
y ya podrán adivinar
qué estoy haciendo
mientras escribo.

Por último,
-y esto se los pido como un favor-,
si ven una gallina blanca
por ahí,
díganle que en medio de una biblioteca,
si hay suficiente fe,
la estará esperando un hijo.

2 comentarios:

  1. jjajaja BUENÍSIMO!...realmente me has hecho pensar, luego entristecer, luego reír, para al final seguir pensando...con una sonrisa claro...y mucha fe...
    Un abrazo.

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  2. Solo queda esperar. Y eso bien lo saben hacer las gallinas, además de aletear, y caminar como velociraptors por ahí, como si vivieran en un pasado paralelo a nuestro presente, ignorándonos, vengándose. Voy a leer los textos recomendados.

    Gracias!

    ResponderEliminar

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