jueves, 15 de septiembre de 2011

La hora de volver a casa.

.
I.

Algunos dicen que nunca es tarde,
pero no es cierto.

Los niños deben apagar la luz
y a veces también es tiempo
de volver a casa.

¿Y es que les cuento un secreto?

Cuando vuelves demasiado tarde,
en realidad no estás volviendo
al mismo sitio
pues algo prácticamente intangible
ha cambiado.

El niño que vuelve tarde,
por ejemplo,
se encuentra un día
con que ya no hay padres
que les lean cuentos…

O el padre que tras llegar tarde
se acuesta al lado de la madre dormida,
descubre también tardíamente
que se trataba de otra mujer
o de ninguna.

Así es como las cosas cambian,
ese es el secreto que nos explica
porqué nuestros pies nunca coinciden
con los pasos que ya hemos dado.

Lo peor de todo
es que nadie te dice claramente
cuál es la hora de volver a casa,
y por miedo al cambio, algunos
se esconden dentro de los muros
y terminan llegando tarde
a sus propias vidas.


II.

Descubrí que Spinoza
tiene un libro extrañamente maravilloso,
pero mientras lo descubría
se me fue pasando el tiempo
y me encontré llegando hoy
de visita donde mis padres
un tanto más tarde
que de costumbre.

Y claro,
había algo extraño,
una especie de sombra y de vacío
que ya se había instalado,
tanto así que todo descubrimiento
parecía nada
ante esa verdad,
que estaba esparcida sobre las cosas
como si hubiese caído una nieve distinta
al interior de aquella casa.


III.

Los que dicen que nunca es tarde
son incapaces de ver el cambio
en aquello que los rodea
y por eso su amor
se vuelve también equívoco
y va dando tumbos
como un ciego.

Es entonces cuando el niño
no alega por la falta de cuentos,
a la vez que el padre
dice amar a esa nueva mujer
fingiendo que no se ha percatado
del cambio que ha ocurrido.

Por último,
sucede que los niños, jugando
van un día a meter los pies
en los zapatos de sus padres
y descubren que todo calza
perfectamente
y dejan de jugar
y envejecen.

Ese es el final abrupto
del que secretamente
quería hablarles.

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