martes, 13 de septiembre de 2011

Mi cerebro era el hombre fuerte.

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Lamentablemente
Mi cerebro es como el hombre fuerte.

Uno de esos tipos musculosos
Que envolvían en cadenas
Y que podían hacerlas saltar
Con un esfuerzo mesurado.

Yo incluso
Me enorgullecía
De esa fortaleza
Y hacía exhibiciones de fuerza
De vez en cuando
Como si eso fuese una virtud
O un logro
Del cual pudiese yo
Pedir reconocimiento
Y hasta aplausos.

Pero la vida te enseña que el hombre fuerte
Es en verdad un bobo
Y que su fuerza es tan absurda
E inútil
Que nada tiene que ver
Con aquellas situaciones importantes
Y verdaderas
Que te permiten a la larga ser feliz
De vez en cuando.

Por otro lado,
A veces hay también en ti
Un hombre débil,
Que acepta los golpes que recibe
Y que busca comprender
Y hasta amar
Todo aquello que lo ha golpeado.

Pero claro,
Sucede entonces que envejeces,
Y para sobrevivir deben pelearse aquellos hombres,
Y hasta uno debe hacer apuestas
Y elegir por quien gritar
Llegado el caso.

Así,
Yo decidí un día
Apoyar a mi hombre débil,
Y llenarme de alcohol
Y azotarme la cabeza contra un muro
Para que la fuerza del más fuerte
Llegase al menos confundida
Hasta ese encuentro temerario.

Fue así que el hombre fuerte tambaleó
Y aunque quiso resistir de pie
Lo cierto es que a la larga
Comenzó a encorvarse,
Derrotado.

Y claro,
Puede que hoy día me traten como estúpido
Y hasta se rían de mí
Aquellos que mi fuerza no observaron

¿Pero saben?
¡La debilidad es tan bella
Y enseña tanto…!

Yo aprendí que la vida,
Por ejemplo,
Se disfruta más
Con los pies descalzos.

Y sí,
Soy débil hoy,
Tanto que lloro como un niño
Cuando la verdad se acerca
Y te habla claro…

No importa si es en la gran obra,
O diciéndote algo al oído
Desde un poema malo…

Y es que en definitiva,
Fui fuerte
Y renuncié a mi fuerza,
Pero nada perdí

Y sé que no me he equivocado.

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