miércoles, 26 de octubre de 2011

Dudar del mundo.

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“No lo acarició porque no sabía si ese era el gesto
que debía hacer”.
Clarice Lispector.
.

En mitad de la noche
dudas a veces si el mundo que hubo antes
será el mismo
que existirá mañana.

Lo digo sin sufrimientos, claro,
y pensando en cambios leves:
libros fuera de lugar,
palabras que intercambiaron
sus significados,
o el calcetín que nunca
apareció en sitio alguno…

pequeños guiños del mundo,
a fin de cuentas,
para revelarte que está vivo.

Con todo,
seguimos poniendo en duda
una y otra vez
aquello que aprendimos.

Así,
resulta que desconfiamos del ojo,
y del oído…
y hasta del corazón,

porque creemos que es más fácil
perder las cosas
y encontrarlas,
que mantenerlas siempre
al interior
de nuestras propias creencias.

Podría dar ejemplos,
contar historias
o buscar metáforas exorbitantes…
pero al final
la verdad es tan sencilla
como cierta:

y el ejemplo de uno mismo,
querido lector,
debiese bastar
para poder demostrarlo.

Y es que arriesgas sin querer
todo aquello
que por un mínimo instante
has sido capaz
de poner en duda.

Recuerda entonces
que la noche,
no es capaz de deshacer nada más
que tus creencias,
y que los leves cambios del mundo
no vienen hacia ti
para dañarte.

Deja por lo tanto
que el viento despeine al mundo,
o que se despierte agitado
porque tus sueños
le hayan hecho cosquillas…

Y es que el mundo no se ríe de ti
ni te hace daño
porque quiera…
es solo que su comunicación
es casi tan torpe
como la mía,
y no sabe abrazarte
sin producir con ello
algunas magulladuras.

Sé que duelen…

¡Sé cuánto duelen!

Pero piensa que aquello
que pusiste en la balanza
puede no estar para ti
cuando despiertes…

Así, finalmente,
si esto sucede,
podrías pasar a ser como un vacío
dentro de un vacío,

pero el dolor de no saber
es siempre más amargo.

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