sábado, 8 de octubre de 2011

No eran caminos.

.
No eran caminos
los que creímos seguir
cuando nos extraviamos
fuera de nosotros.

No eran caminos
y sin embargo,
las ansias de llegar
a algún sitio,
sirvieron para confundirnos
e ilusionarnos
con la esperanza de la huida.

Pero claro,
solo fueron ilusiones
y todo reveló de improviso
habernos dejado siempre
en el mismo sitio.

No hubo avance.

No hubo movimiento.

Y bueno…
lo cierto es que no podía haberlo,
puesto que no se trataba
en modo alguno,
de caminos.

Así,
resulta que al final nos perdimos
en un bosque que tenía
un único árbol.



Duele admitirlo,
pero es cierto.

Y nuestra forma de alejarnos,
por lo mismo,
resulta cada día
un hecho más patético
y absurdo.

¡Era todo tan fácil…!

¡Tan sencillo…!

Pero claro…
uno parece
no haber sido hecho
capaz de aceptar
ese regalo.

El agua ofrecida se estancó.

Los amaneceres se empozaron.

Y la belleza nos pareció
solamente
sombra de belleza.

Fue así que envejecimos.

Y el amor se aleja
de quienes envejecen.

No hay dobles lecturas
en esa verdad,
y por eso
debemos buscar fuerzas
y reintentarlo.

Revolver el pantano.

Rescatar amaneceres
de los pozos.

Luchar porque ese absurdo
dé a luz
un pequeño significado.

A veces no quedan ganas
ni energía,
pero es nuestra obligación:

Volver a seguir siempre
el mapa del tesoro,
y darnos cuenta que la X
estuvo siempre señalando
el lugar en el que estábamos,
nosotros mismos.

No hay otros caminos
ni secretos.

Así,
el otro es un engaño
cuando huimos de nosotros.

Y el amor que se ofrece
de esta forma
es también un espejismo.



No eran caminos
si estaban fuera de nosotros.

Y la voz tampoco es voz
si por ella no habla el grito.

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