martes, 4 de octubre de 2011

Tilín.

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Leo un libro apoyado en un poste. Un niño se acerca.

-Se llama Tilín.

-¿Qué?

-Que se llama Tilín.

-¿Quién se llama Tilín?

-Tilín, mi perro… mírelo.

Yo lo miro.

-Pero eso no es un perro -le digo.

-Sí lo es, es Tilín, y es mi perro.

-¿Y cómo sabes que es un perro?

-Porque se llama Tilín, y mi perro se llama Tilín… por lo tanto es mi perro.

-Ya, pero... ¿y cómo sabes que se llama Tilín?

-Porque si yo le digo: “Tilín quédate conmigo”, él se queda.

-¿Y si le dices: “Tilín ándate”…?

-No puedo.

-¿Por qué?

-Porque no quiero que se vaya.

-Mmm…

-¿Sabe…? en mi casa también se enojan cuando yo digo que es mi perro.

-¿Quién se enoja cuando dices eso?

-La mujer que vive conmigo en la casa.

-¿No vives con tú mamá?

-No. Ella dice que sí, pero yo descubrí que no lo es.

-¿Descubriste que no es tu madre?

-Sí.

-¿Y cómo lo descubriste?

-Porque le dije igual que a Tilín: “Mamá quédate conmigo”, y sale igual de la casa.

-Mmm… es que a veces los grandes no podemos hacer tanto caso a nuestros hijos…

-¿Por qué?

-Eh… porque debemos hacer caso a otras cosas: al trabajo, a los quehaceres…

-Entonces ella es una trabajadora, pero no es mi mamá.

-¿Y si te hubieses equivocado?

-No. Además Tilín me da la razón.

-¿Cómo lo sabes?

-Porque si supiera que yo me equivoco ya se habría ido, o se habría enojado.

-¿Se enoja Tilín?

-Sí. A veces me advierte que no me acerque a alguna gente, o si no él los va a morder.

-¿Y a mí no me va a morder?

-No creo. Además Tilín mueve la cola cuando lo ve… usted le cae bien.

-Pero si… eh… “eso”, no tiene cola.

-Sí tiene, pero la está moviendo rápido y no se ve. Además hay muchas cosas que no se ven, pero igual existen.

-¿A qué te refieres?

-No sé bien. Tilín dice eso casi siempre, y yo lo repito, pero a él no le gusta explicar.

-¿Habla Tilín?

-No habla. Tilín es un perro y los perros no hablan.

-Pero tú dijiste que él te decía algunas cosas.

-Pero también me dice que existen palabras que no se pueden escuchar.

-¿Y con esas te habla Tilín?

-Sí. Pero es decir, no hablar.

-¿Y qué otras cosas te ha dicho Tilín?

-Que hay que ser feliz, y no inventarse cosas.

-¿Qué…?

-Que hay que ser feliz y no inventarse cosas…

-No… si escuché, me refiero a qué quería decir con eso.

-No sé. Tilín dice, pero no explica.

-¿Y a veces no te pones a pensar que Tilín puede ser un invento?

-¿Un invento?

-Sí… o sea, un perro imaginario, quizá.

-No. No me gusta pensar eso.

-¿Por qué?

-Porque las personas que piensan que las cosas son inventos se queda sin nadie… y sin perro.

-¿Eso también te lo dijo Tilín?

-Sí. Pero tampoco explicó nada.

-Mmm… es extraño Tilín, parece.

-Un poquito…

-¿Y no te da miedo que Tilín se arranque o se pierda?

-No. Tilín va a estar siempre… es como el libro que está leyendo.

-No entiendo…

-Es como el libro cuando usted ya lo lee. No se puede perder después.

-Pero yo puedo perder el libro.

-No. Si usted lo leyó no lo pierde… es igual con Tilín…

-¿Pero tú lees a Tilín?

-No, pero lo quiero, lo cuido y lo escucho, que es lo mismo.

-¿Querer, cuidar y escuchar es lo mismo que leer?

-Sí, pero todo junto y en una palabra.

-¿De esas palabras que no se escuchan?

-Sí, yo creo… Tilín diría que sí, y él no miente. Los perros no mienten.

-Pues parece que es verdad… Tilín no miente.

-No. Y tampoco es un invento… ¿quiere hacerle cariño?

-¿A Tilín?

-Sí.

-¿Y no se enojará?

-¿Quién?

-Tu perro.

-No, no se enoja con usted.

Entonces yo me agacho y le hago cariño a Tilín, mientras él mueve la cola.

-¿Y usted no tiene perro? –me pregunta el niño.

-No. Tuve uno, pero se murió hace unos meses.

-¿Y tiene hijos?

-Sí, uno. Hoy día está de cumpleaños.

-¿Y le tiene algún regalo?

-Sí, algo le compré… pero no me convence mucho…

Él niño entonces hace una pausa y se acerca a Tilín, que parece hablarle.

-¿Te está hablando Tilín? –le pregunto.

-Sí, pero espere…

Yo intento esperar, pero al final no aguanto.

-¿Y qué dice…?

-Dice que le regale una historia a su hijo.

-¿Una historia?

-Sí… una historia que no sea un invento… aunque no sé qué quiso decir con eso, acuérdese que Tilín no explica.

-No importa –le digo yo finalmente-. Creo que comprendí el mensaje.

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