martes, 17 de enero de 2012

Dos grupos / Ajedrez sin rey / 100 metros planos.


“Dado que las palabras muestran tal capacidad
para imponerse sobre el entendimiento,
estoy decidido a hacer tan poco uso de ellas
como me sea posible…”
George Berkeley


I.

-El chancho no está mal pelado sino que mal cortado –me dijo.

-¿Mal cortado?

-Sí poh, hueón, mal cortado –señaló-. Me refiero a cómo clasificar a las personas… Toda esa hueá por géneros o clases sociales está mal hecha… la cuestión debiese ser más simple: dos grupos y punto…

-¿Y qué grupos serían?

-Mmm… es que es complejo de explicar… ¿te acuerdas del chiste del niño que sabía escribir, pero no leer?

-No.

-Era de un niño que llega a casa contando que ese día había aprendido a escribir. Entonces, la mamá le pregunta qué fue lo que escribió y el niño le contesta: “no sé, todavía no aprendo a leer”.

-Qué fome la hueá…

-Es que no te lo conté por chistoso, sino por mi teoría de los dos grupos.

-¿Y?

-¿No entiendes?

-No po, hueón.

-Que un grupo debieran ser los que saben escribir, pero no leer y el otro el de los que saben leer, pero no escribir.

-¿Cómo una metáfora de eso decís tú?

-No poh, hueón… Literalmente.

-Pero los que escribirían no sabrían qué es lo que escribían…

-No poh… esa es la gracia, pero al menos los otros podrían saberlo y así nadie entendería si no es por medio de los otros…

-Y separadamente no entenderían nada.

-No poh, hueón…

-Mmm… Pero según tu teoría ¿por qué tendrían que escribir los que saben escribir y por qué tendrían que leer los que saben leer?

-Porque quieren entender, supongo, y porque uno busca lo que no sabe.

-Pero uno no lo busca en los otros po, hueón.

-¿Cómo que no…?

-No poh, hueón… todos, si es que buscan, lo hacen apenas en sí mismos…

-Dame un ejemplo.

-Vos mismo poh, hueón.

-¿Yo mismo?

-Sí poh… vos mismo.


II.

Un viejo que encuentro en Valparaíso me invita a jugar ajedrez en un parque. Nos sentamos frente a una mesa tablero que hay en el lugar y el viejo ubica las piezas de una manera extraña. Por último, retira los reyes de ambos "equipos".

-Vamos a jugar al ajedrez sin rey –me dice.

-¿Y en qué consiste? –pregunto yo.

-Es casi igual al otro –señala-, o sea, hay que matar al rey.

-Pero si no hay rey –le recuerdo.

-Sí hay –me explica-, lo que sucede es que es un rey encubierto…

-¿Otra pieza es el rey?

-Exacto, pero nadie sabe de cuál se trata.

-Pero entonces… puedo estar matando al rey cuando elijo matar otra pieza…

-Claro, pero también puedes elegir dejarlo vivo, sin saberlo.

-Mmm… pero ¿y uno mismo?

-¿Cómo?

-¿Cómo sabe uno mismo cuando le han matado al rey?

-Fácil: tus otras tropas se desmoralizan, todo pierde sentido para ellas…

-Pero siguen moviéndose.

-Claro… moverse no significa tener sentido, el sentido viene de otro sitio…

-Pero en lo concreto… ¿cómo podernos darnos cuenta?

-No puedo responderte eso –me dijo el viejo-. Tú mismo debes darte cuenta.

Luego se hizo un silencio entre ambos.

Nadie movía una pieza.

-¿No me está hablando de ajedrez, cierto? –le pregunté finalmente.

-No –dijo el viejo.

Y se marchó.


III.

-Hoy día hablé con un amigo que me propuso una forma distinta de agrupar a las personas –le dije al psiquiatra-. Luego me encontré con un viejo que me invitó a jugar al ajedrez sin rey.

-Mmm –dijo el siquiatra.

-Es extraño –continué-, pero siento que ambas cosas están ligadas, como que las atraviesa una misma idea de sentido, o de falta de sentido…

-Mmm –volvió a decir el siquiatra.

-Sé que es uno de mis problemas –señalé-, lo de cuestionar el sentido, me refiero… ¿Pero sabe? Es como si sintiera que secretamente me comí al rey de mi propio tablero y que está dentro mío…

-Mmm –insistió.

-¿Cree usted que ese rey sea recuperable? –le pregunté entonces.

-¿Cómo? –dijo el siquiatra.

-Si el rey que siento que me tragué, ¿será recuperable…?

-¿Siente usted que se tragó un rey?

-Eh… sí –contesté.

-¿Y siente que él gobierna dentro suyo? –preguntó.

-Eh… no –le dije-, de hecho no siento que nadie gobierna dentro mío.

-Pues bien –dijo el siquiatra tras mirar el reloj-, quiero que piense usted en qué es ello que se puede gobernar, dentro suyo, y que me lo cuente cuando vuelva la próxima semana. Buenas tardes.

-¿Eso es todo?

-Sí. Puede pasar a pagar con la señorita Bolt.

-¿Señorita Volt? ¿Como el potencial eléctrico…?

-No. Bolt -explicó-. Con b larga, como Usain Bolt, el velocista.

Luego el siquiatra me dejó en la puerta de su sala y me estrechó una mano.

Por último, tras analizar la situación, decidí irme del lugar sin pagar.

Así, cuando la señorita Bolt me llamó tras ver cómo me escabullía de la consulta, yo comencé mis propios cien metros planos.

Y claro, quizá piensen que exagero, pero estoy seguro que los corrí en 9.57, o poco menos.

Nadie, lamentablemente, registró el récord.

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