lunes, 16 de enero de 2012

Formas de usar el corazón.

“-El corazón no se usa –dije-,
el corazón está ahí y basta.”
H. M.


Creo que es en relación a la actuación de Laureen Bacall en la película Cayo Largo que el escritor Haruki Murakami señala que ella simboliza la necesidad de simplificar la existencia humana.

Y claro, esa es la primera frase que queda en órbita hoy: la necesidad de simplificar la existencia humana.

Mastico la frase mientras me ducho, mientras cocino y mientras tomo un par de cervezas, en un bar, hacia el final del día:

-Simplificar la existencia humana –repito entonces, en voz alta.

-¿Dijo usted algo? –pregunta de improviso una mujer, sentada en mi misma mesa.

Yo la miro y pienso si repetir o no la frase, pero al final no es necesario, pues ella continúa sin dar tiempo a una respuesta.

-Supongo que comentaba usted la noticia de los japoneses… -me dice.

-¿Qué japoneses? –digo yo.

Y ella entonces me cuenta la noticia.

-Ocurrió que dos japoneses se casaron de una forma especial –señala-, pero no eligieron ni el Taj Mahal, ni el faro de Alejandría ni una góndola en Venecia…

-Pero el faro de Alejandría no existe desde el siglo XV… -interrumpo.

-Pues con mayor razón –continúa-, pero como le decía, el caso es que ellos eligieron un quirófano…

-¡Un quirófano…!

-Sí, eso dije, ¿me va a dejar seguir con la historia…?

-Sí, disculpe.

-Pues bien –agregó-, el punto es que ellos decidieron casarse e inmediatamente hacerse un trasplante de corazón…

-¿Entre ellos?

-Sí. Ambos estaban sanos, pero decidieron que era necesario tener el corazón del otro…

-Qué extraña frase… -comenté, sin poder contenerme.

-¿Cuál frase…? ¿Tener el corazón del otro?

-No –aclaré-. Decidir que algo es necesario… ¿no le parece extraño decidir sobre la necesidad de las cosas?

La mujer entonces pareció molestarse y se paró bruscamente de mi lado, alegando que el extraño era yo y que ella prefería irse sola a casa antes de seguir perdiendo el tiempo con un loco.

Y claro, fue entonces que la frase pronunciada por Murakami volvió a mí, de improviso:

-La necesidad de simplificar la existencia humana –volví a repetir, aunque cuidándome esta vez que nadie me escuchase.

Así, tomé una última cerveza, y pasados unos minutos me decidí a volver a casa.

-Murakami tiene razón -me dije finalmente mientras apagaba la luz del dormitorio-. Esto es lo que intentamos hacer todos.

Luego, simplemente, cerré los ojos y me dormí.


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