lunes, 20 de febrero de 2012

Sobre las personas curiosas.

“En los días fríos un hombre puede ver su aliento
y en los días cálidos no.
Pero el hombre respira siempre”.
Zadie Smith.


Algunas personas son curiosas. Es decir, se ven impulsadas a averiguar cosas: buscan pistas, establecen relaciones… cosas de ese estilo.

A veces anotan en libretas o sacan fotografías o simplemente te escrutan con la mirada, como si quisieran develar algún misterio, o dar significado a esos espacios en blanco que suelen quedar entre las cosas.

Por ejemplo, una persona curiosa si ve un objeto en el piso, habrá de buscar siempre un sujeto con quien vincular dicho objeto, pues su curiosidad no es otra cosa que el temor de dejar una pieza suelta, y que se desmorone el mundo.

De esta forma, las personas curiosas son también las más cobardes, pues su curiosidad apunta siempre a la explicación y a la tranquilidad que puede producir el comprender –aunque sea momentáneamente-, los fenómenos de mundo.

Así, las personas curiosas suelen desarmar objetos, hacer preguntas y buscar una serie de informaciones que les permitan hilvanar aquello que los rodea.

-¿Ves esa señora de allá? –dice una de ellas-, ella es tía del chico que anda en la bicicleta roja… está de visita porque la mamá del niño está enferma y vino a cocinar y sale a veces a hacer las compras…

-Pero la señora, ¿es la hermana de la mamá o del papá del niño? –pregunta la otra.

Y luego siguen.

Sin embargo, no es simple chismoteo, es solo que no les gusta dejar piezas mal puestas ni hoyos en el bote; es decir, la curiosidad lleva a buscar hoyos en el bote y procura taparlos inmediatamente.

En este sentido, toda esa búsqueda de explicación, la creación de leyes y teorías, la nomenclatura que existe para nombrar cosas que nunca veremos, no es más que el fruto de la cobardía de conformamos con aquello que somos, y claro, con aquello que no somos.

Es como todos esos chicos que van a ver al mago para descubrir el truco, o como los que van al tarotista o al psicólogo, porque necesitan que alguien les explique su propia vida, o les ayude a comprender –y solucionar-, sus propios sentimientos.

-¿De dónde sacó el pañuelo?

-¿Me engaña mi mujer?

-¿Por qué me siento así cada mañana?

Y claro, explicaciones siempre habrá, y será posible establecer vínculos o crear teorías… pero lo cierto es que ese tipo de personas curiosas no se detendrá y seguirán buscando nuevas explicaciones y nuevos vínculos.

Así, finalmente, supongo que lo que hay que conseguir es la valentía necesaria para vivir sin cuestionarnos formas ni modos y disfrutar de aquello que simplemente se da, desvinculado del resto, por sí mismo...

Olvidarnos de la fotosíntesis, en definitiva, y maravillarnos con la planta o la flor que aparentemente crece por sí sola…

Que los abrazos del mundo sigan siendo invisibles y desconocidos.

Y que la explicación de todo sea su propio ser, o su aroma.

2 comentarios:

  1. Discrepo a medias. Pero tal vez sea porque debería declararme una absoluta cobarde.

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  2. Me gusta mucho, tal vez sea en parte una de esas personas curiosas. Puede que sea casi una obsesión preguntarse tantas cosas. Como que sí, como que no.

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