martes, 7 de febrero de 2012

Una peluquería. Una mujer. Un peluquero.


I.

Crece el pelo porque sí.
Porque Dios no quiere que seamos siempre los mismos.
Dice ella.

Él la observa.

Yo los observo a ambos.

Los restos de pelo están en el piso.

No se mueven.

Nadie los observa a ellos.


II.

El mundo es extraño.
Dice él.
Y es extraño porque son dos mundos.
Uno es gordo y el otro es flaco
como humoristas en blanco y negro.

A mí me gustaría un corte especial.
Dice ella.
Pero no entiendo el humorismo.

Una vez me reí tanto que me dolió el pecho.
Dice él.
Fue viendo Desayuno en Tiffany´s,
cuando Holly se baja a buscar al gato.

Pues yo quiero el pelo así.
Dice ella.

¿Cómo el gato?
Dice él.

No, pero casi.
Dice ella.


III.

A mí me gustaría una vida más sencilla.
Dice ella.
Una donde el pelo se acomode sin necesidad de arreglos
Una en que todo pueda ser abreviado
sin necesidad de puntos.

¿La médula de lo que ocurre?
Dice él.

No de lo ocurre.
Dice ella.
Si no de aquello que significa.

Entiendo.
Dice él.

¿Esperamos aquí a que vuelva a crecerle el pelo
o prefiere hacerlo en su casa?


IV.

Hay que deshidratar el amor
y ponerlo en un sobre para ser usado
en casos específicos.
Dice él.

¿El amor es su abreviación para todo?
Dice ella.

No para todo.
Dice él.
Pero casi.


V.

A veces siento que avanzo sin moverme.
Dice ella.
Como si todos los otros
se desplazaran hacia atrás.

Sí.
Dice él.
Hay un corte de pelo que opera por ese mismo principio.

Quizá algún día se pueda hablar de esa forma.
Dice ella.
Que nuestros significados parezcan avanzar
porque todo lo que no significa
ha comenzado a retirarse.

¿A retirarse?
Dice él.

Sí. A retirarse.
Dice ella.
No para siempre.
Pero casi.

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