domingo, 18 de marzo de 2012

Hay una verdad única en aquello que resulta inverosímil.


Hay una verdad única en aquello que resulta inverosímil. Una verdad que no se encuentra emparentada con esas otras que fluyen cuando creemos ser sinceros y hablamos de esa forma que, altamente orgullosos, llamamos “transparente”.

Es como esa lámina clave en los álbumes antiguos, que era imposible de conseguir por los medios tradicionales y que permanecía oculta hasta que el sentido que tenía completar la colección, se había alejado por completo.

Ejemplos hay muchos, pero recordaba hoy lo que me contaba uno de mis alumnos cuando confesó que su madre le celebró una vez el cumpleaños en una fecha que no era.

-Justo un mes antes –me contó ese alumno-. Y hasta se enojó con mi papá porque él supuestamente no lo había recordado.

-¿Y qué pasó? –le pregunté esa vez.

-Nada. Celebré el cumpleaños. Mi papá se disculpó pues le creyó a mi madre y yo preferí no decir nada.

Con todo, no es este hecho precisamente el que yo quería citar como ejemplo de lo inverosímil, aunque sin duda está emparentado con aquel que sí lo es.

Y es que ocurrió que conversando con un amigo sobre esta anécdota, este me encargó que escribiese un pequeño texto con forma de un cuento para niños. De esta forma, el trato consistía en que él me prestaba un pequeño refugio que quedaba en la montaña y yo debía pagarle con aquel escrito.

Así, resultó que como en el refugio no había luz eléctrica –de hecho el lugar estaba todavía a medio construir-, tuve que llevar una máquina de escribir que había usado cuando chico, hasta aquel lugar.

Sin embargo, ocurrió que aquello que estaba llamado a ser un fin de semana tranquilo y agradable, se convirtió en un instante en una situación en extremo complicada, pues al momento de escribir el título del cuento, mi dedo índice se metió fuertemente entre las teclas, quedando inmediatamente atrapado y sin posibilidad de liberación.

Para ahorrar detalles, diré que tras caminar varias horas y cargar como pude mis cosas, llegué hasta un poblado donde llamaron a una ambulancia y estos a bomberos, quienes fueron en definitiva los que liberaron mi dedo tras 48 horas de “cautiverio”.

Ahora bien, ¿es eso lo inverosímil a lo que hacía referencia?

Pues no, para ser sincero.

O no es eso, simplemente.

Y es que ocurrió que con la dificultad de cargar las cosas con la máquina a rastras, dejé olvidada esa vez, en el refugio, una vieja cámara fotográfica, que mi amigo quedó de retirar al mes siguiente, cuando viajaría hasta el lugar.

Y claro, fue entonces que recibí otra noticia.

-No me vay a creer lo que pasó… –me dijo mi amigo.

-¿No encontraste la cámara? –pregunté, inocente.

-La encontré –me dijo-, pero estaba aplastada debajo de un caballo blanco.

Así, me contó que por un sector del refugio que aún no estaba construido, había entrado un caballo blanco, fracturándose una pata y arrastrándose luego hasta el sector donde aparentemente yo había dejado la cámara.

-¿Y qué pasó con el caballo? –le pregunté a mi amigo.

-Tuve que buscar a alguien para sacrificarlo, pues ya se encontraba agonizando cuando llegué al lugar.

Luego, me pasó los restos de mi cámara, que estaba irremediablemente destruida.

Con todo, me fijé que el sector donde iba el rollo –era una cámara Zenit de esas antiguas-, permanecía cerrado, por lo que decidí llevarlo a revelar, pues había sacado algunas fotos cuando subí hacia el refugio.

¿Adivinan qué salió en las fotos…?

Pues la verdad nada en especial, salvo una donde se ve, tras unos árboles, la figura de un hermoso caballo blanco.

Ahora bien, tras todas esas historias, me pregunto: ¿habré dado cuenta de lo inverosímil?

Y si lo hice, ¿quedó lo suficientemente clara la verdad que está escondida dentro?

Mmm… dejen releer lo escrito…

¡Qué pena…! Parece que no…

Sin embargo, -pienso ahora-, hay aquí mismo otra cosa inverosímil.

Y es que si lo vemos bien, ¿acaso no es inverosímil que escriba aquí, hace más de dos años, sin fallar aún un solo día, con la esperanza de que quede escondida alguna vez, entre estas líneas, un trocito de verdad…?

Y de ser así: ¿será aquella la verdad única, escondida en aquello que resulta inverosímil...?

¿Será eso lo que debe buscarse...?

1 comentario:

  1. No se si tu.... pero yo deje de creer en eso que la gente llama "verdad"

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