viernes, 27 de abril de 2012

Actitud 124, o cómo despreciar al autobús.


(…)


También describe Wingarden, en su último libro, algunas acciones destinadas, principalmente, a enaltecer al individuo que las realiza.

Así, de entre ellas, me gustaría referir brevemente la catalogada con el número 124, que viene a complementar una serie de otras actitudes que quedan sin correlato en las dos primeras secciones, pero cuyo resultado podemos intuir, y hasta realizar -si lo sentimos necesario-, en nuestra vida diaria.

En dicha actitud, por cierto, Wingarden propone enfrentarse a situaciones de resultado variable, con la “orgullosa resignación” que nos otorga el saber que el mencionado resultado no depende de nosotros.

“¡Qué mejor que despreciar al azar…! Mirar hacia otro lado mientras gira la ruleta o ruedan los dados que han de marcar nuestra suerte… Sentir indiferencia por todo aquello que forma parte de mi camino y no pedir nunca por un resultado concreto…”

Con todo, Wingarden no apunta a grandes instancias de azar, o al ejercicio trascendente de una suerte que ha de determinar su vida o gran parte de esta… Por el contrario, lo que apunta con esta idea de azar, son pequeñas acciones cotidianas que no dependen, para su realización, de lo que puedan hacer o dejar de hacer individuos particulares.

“Piense usted en hacer parar al autobús. Usted está en el lugar apropiado y hasta hace el gesto adecuado, pero el autobús en sí –al menos en lo que a América latina respecta-, puede detenerse o no, independientemente del gesto y la insistencia del primer emisor…”

De esta forma, además, tenemos que entender que la experiencia diaria está llena de estas instancias, por lo que la actitud 124, propuesta en el texto –y que nos llevaría a despreciar el autobús antes que este nos ignore (o no), a nosotros mismos-, viene a ser una de las actitudes que debiésemos sin duda asumir, para potenciar y enaltecer al individuo, tal como se dijo en un inicio.

Ahora bien, ¿cómo puedo llevar lo anterior a un ejemplo concreto y aprovechar además de resguardar las tres horas de sueño que hoy están quedando…? Sencillo: concluyendo acá esta entrada, justo antes de que usted se decida (o no), a abandonar por propio gusto esta lectura.

Con todo –y esto se los digo a modo de despedida-, confíe en mi buena voluntad y no vaya a malentender estas palabras.

Y es que en última instancia esta actitud no se traduce en golpear antes que te golpeen, sino en ofrecer la mejilla, antes que pueda (o no) llegar un golpe.



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