jueves, 12 de abril de 2012

Hoy me acordé de George Arliss.


Hoy me acordé de George Arliss.

¡Y es más…!

Tengo el presentimiento que hoy fui el único que se acordó de George Arliss.

No es que nadie lo recuerde, necesariamente, pero sin duda se trata de un actor que pocos identifican luego de 65 o más años de su muerte, poco después de terminada la segunda guerra mundial.

Quizá por eso, si lo pienso bien, yo no debiese haberlo recordado. Pero lo cierto es que el chofer de un bus que nos llevó hasta el teatro, junto a mis alumnos, era igualito a ese antiguo actor inglés, prácticamente olvidado.

Y es que más allá de Disraeli, cuya segunda versión logró llevar a Arliss hasta los Óscars, la mayoría de las obras de Arliss han pasado al olvido, a no ser por ese manojo de obras que encontré casualmente, revisando vhs antiguos, y antes de votar los que resulten inservibles.

Ahora bien, no quiero quedarme en el título de aquellas películas, o en un mínimo análisis respecto a alguno de sus elementos, sino que me interesa algo que bien podría ser considerado una casualidad, y que paso a contar inmediatamente.

Y es que me sucedió con George Arliss, descubrir que en prácticamente todas sus películas, él desempeñó roles donde representaba a un personaje que suplantaba a otro.

Por ejemplo, tres películas en que era un aristócrata que se hacía pasar por pobre, y dos en que era un vagabundo que se hacía pasar por un hombre adinerado.

Otra, según recuerdo, en que era un estafador que fingía ser un sacerdote.

Y una última, en que interpretaba a un gemelo que simulaba ser el otro.

Ahora bien, otra cosa extraña respecto a esto, es que recién hoy me di cuenta de aquella coincidencia, que no sé cómo no aprecié, anteriormente, como una constante.

Es decir, en siete de ocho películas que vi de ese actor, siempre representó a un hombre que fingía ser otro, quién sabe por qué razones.

-¿Me está queriendo decir que tengo cara de ser otro? –me dijo el chofer, luego que le intentara contar de su parecido con Arliss.

Y claro, yo negué la acusación e intenté explicarme y hasta pedir disculpas, para prevenir cualquier dificultad.

-No soy más falso que cualquiera… –alegaba el chofer-, usted verá qué elige decir de mí, pero no me clasifique con un juicio apresurado…

Cosas así siguió reclamando el chofer hasta que llegamos al teatro y entramos a ver la función.

Con todo, ya listos para el regreso, vimos llegar a un chofer totalmente distinto de quien nos condujo hasta aquel lugar.

-¿Pasó algo con el otro chofer? –le pregunté entonces, mientras nos subíamos.

-No –me respondió cortante, aquel hombre.

Y claro, no sé si fue una buena o mala apreciación, pero lo dijo de forma tan seria y su mirada parecía tan familiar y segura de sí misma, que preferí entonces no seguir con las preguntas.

Por eso, en definitiva, solo llegó hasta ahí, aquella historia.

1 comentario:

  1. En una de esas el chofer doble del actor también pretendió ser otro!
    Extrañas coincidencias!

    un abrazo.

    ResponderEliminar

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales