martes, 15 de mayo de 2012

Mário de Sá-Carneiro / Ningún amigo está cerca.


“Entre las flores, un tazón de vino.
Ningún amigo está cerca”
Li Po


No hubiese sido amigo de Mário de Sá-Carneiro, pero sin duda lo hubiese querido de la única manera en que se puede querer a alguien que camina ineludiblemente hacia su completa desaparición, distanciándose además de sí mismo, y de los otros.

Es decir, no hubiese sido amigo de este escritor portugués porque la piedad se habría interpuesto entre mi conmiseración y ese deseo egoísta que tenemos todos de hacer perdurar la vida del otro, aún por sobre sus propios deseos y egoísmos.

Y es que Mário de Sá-Carneiro nos privó pronto de esa sensación inexplicable de ternura, de esa sensación que era siempre despedida, de esa renuncia a transformarse en un otro más sucio, más sólido, y hasta más resistente a la vida, si se quiere.

Así, Mário de Sá-Carneiro se fue –cayó hacia su partida-, igual como cae un puente que es cortado en sus dos extremos. Y su partida fue suave justamente porque unía esos dos extremos trágicamente irreconciliables: esos que viven a ambos lados del abismo que existe entre un yo y un otro al que preferimos no comprender, por temor quizá a alejarnos de nuestras propias certezas y abandonar ese yo que de pronto se revela más sólido, de lo que éramos originariamente, nosotros mismos.

Por eso se fue Mário de Sá-Carneiro.

Estatua de nada erguida hacia el aire.

Estrella ebria que perdió los cielos.

Y es que hasta los hombres, cuando lloramos, supuestamente por nosotros mismos, no sabemos en realidad por qué lloramos.

Así, llorando justamente por lo que no comprendo, te conozco y te despido, Mário de Sá-Carneiro.

Tu futuro no es polvo, como puedes ver.

Y no nos enfadamos, recuerda, con tu partida.


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