sábado, 8 de septiembre de 2012

Ariosto furioso.


*

Bien sabe Ariosto que el amor es palabra perfumada. Así, aunque él no gusta del perfume, puede entender que una mujer huída por el bosque deba ser buscada a tientas, aún en medio de la noche y de la oscuridad más extendida.

Olor a sangre hay en el bosque, dice Ariosto, mientras busca.

*

Ariosto pierde de vista sus manos y ya no sabe lo que escribe.

Quizá dibuje un bosque, piensa, mientras no lo sabe.

Porque claro… no basta con dibujar la oscuridad cuando se quiere dibujar un bosque a oscuras.

Y Ariosto no sabe lo que es estar a oscuras. Y no conoce búsqueda.

*

Supongamos que Ariosto, sin embargo, encuentra a Angélica la bella.

¿Cómo sabe que es Angélica la bella?

De hecho, piensa, quizá ya ha tropezado con Angélica, en el bosque oscuro.

Y es que solo distingue lo oscuro y siente olor a sangre, piensa Ariosto.

Luego enfurece.

*

Ariosto enfurecido no distingue sangre de perfumes.

Tampoco el bosque en la oscuridad, de la oscuridad sin más.

Así, Ariosto enfurece porque es oscura la palabra perfumada.

Y no sabe si es vacía.

*

Escribir sin saber enfurece a cualquiera.

Y Ariosto, aunque lo crea, no es mejor que cualquiera.

Que Angélica sea encontrada entonces por el que la furia no enceguece.

Todo lo demás es perfume arrojado a la oscuridad.

La luna está llena de botellas que me pertenecen, piensa Ariosto.

Luego duerme. O lo intenta.

1 comentario:

  1. Todo lo que enfurece a Ariosto es de Ruggiero, incluida Angélica, para él oscuridad, sangre, invención.

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