miércoles, 5 de septiembre de 2012

Cuarenta días.



Hice un experimento.

Cuarenta veces hice un experimento.

Sin embargo, olvidé que antes del experimento
es indispensable tener alguna hipótesis.

¡Siempre olvido las cosas indispensables…!

Es decir, tenía el problema,
y hasta la certeza de obtener alguna respuesta,
pero lo cierto es que soy incapaz
de adelantarme a nada.

¡Cuarenta veces incapaz…!

Así, sucedió que cuarenta veces seguidas
hice el experimento
de dejar de ser yo mismo
buscando la existencia de otros Vian
y así,
de otros yo que se sumasen
a nuevos experimentos.

¡Cuarenta experimentos fallidos…!

Y es que al final,
la historia siempre se repite,
no importa si es en el desierto,
o en la ciudad
o en medio de tu biblioteca.

Así,
cuarenta días,
cuarenta noches,
cuarenta libros,
o cuarenta Vians,
dan siempre el mismo resultado,

y el único cambio
que puedes hacer, finalmente,
es aceptar al mundo como es
y comprender que tú mismo,
lo quieras o no
eres parte de todo eso.

¡Cuarenta veces parte de todo eso…!

Y claro,
puede que a veces dé asco
o que sientas que esa comprensión
es más una renuncia
que una verdadera comprensión…
pero cuando lo has intentado lo suficiente
nadie va a criticarte
por rendirte…

¡Todos se rinden, además…!

Sarduy, Capote, Carver,
Lennon, Dylan, Cohen…

Pero mejor detengo esa lista.

Mejor seamos prácticos.

Pongámonos una fecha,
un tiempo determinado.

Cuarenta días, digamos, si les parece bien.

Intentémoslo por última vez otros cuarenta días.

Busquemos comprender,
apostemos por la humanidad…

¡Finjamos que no nos duele el mundo…!

Cuarenta días más.

Después abandonamos y nadie nos cuestiona.

Vian lo intentó 40 días dirán.

Y yo me rendiré, quizá, con la cabeza en alto.

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