miércoles, 12 de septiembre de 2012

Gulliver, cirujano.



Antes de viajar por lugares remotos, Lemuel Gulliver fue cirujano. De hecho, uno de los mejores cirujanos, según palabras de Swift.

Es decir, trabajó directamente con el interior –fisiológico- del hombre, y hasta podríamos considerar que fue justamente el contemplar ese interior, lo que lo llevó a aventurarse en sus viajes.

Así, más allá de profundizar en la idea de sus viajes como una huida -cuestión que por cierto ya hizo Wingarden en un bellísimo ensayo publicado hace veinte años-, me gustaría pensar un poco en el Gulliver cirujano, y en esa sensación de extrañeza, que surge cuando observamos el interior de un hombre.

Y es que al igual que un encuentro con seres diminutos, o con gigantes, o con caballos sabios, el encuentro de un hombre con lo que –concretamente- hay dentro de él, lo lleva también a sentirse extranjero y rechazar la idea de que es eso, realmente, lo que tiene dentro suyo.

Por esto, a veces me gustaría considerar la labor del Gulliver cirujano, como el primero de sus viajes, y no simplemente como un dato anecdótico adjunto a un personaje que da constantes muestras de no pertenecer a ningún sitio.

De esta forma, cabría preguntarse por ejemplo, ¿cuál fue el aprendizaje que obtuvo en ese viaje? o ¿qué visión del ser humano se desprende de esa travesía...?

Y es que solo así, pienso, -solo viajando a partir del rechazo a identificarnos con aquello que supuestamente somos-, puede el hombre realmente reconocerse como otro, y, finalmente, salir en búsqueda del verdadero sí mismo.

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