viernes, 21 de septiembre de 2012

Una situación extraña.



Hoy me sucedió una situación extraña.

Estaba sentado esperando que me atendieran para obtener información sobre un departamento.

Eso ya es extraño, claro, pero la situación central es otra.

El punto es que mientras esperaba entró un hombre extraño hasta el lugar, con una botella en una de sus manos.

Nadie alcanzó a percatarse ni a decirle nada.

Así, el hombre avanzó directo hacia mí, que estaba leyendo Las sirenas de titán, de Vonnegutt.

Es extraño ese libro, por cierto.

Pero bueno, sucedió entonces que el hombre con la botella se acercó rápidamente y sin mediar provocación ni palabra alguna me partió la botella en la cabeza.

Luego se quedó mirando.

Era un tipo raro, no hay duda.

Es decir, más allá del comportamiento, tenía una cara extraña, como esa gente que se afeita el bigote por una apuesta, o algo así.

Y claro… eso me pareció chistoso.

Así, mientras me corría un pequeño hilo de sangre y los vendedores se paraban de sus escritorios, sucedió que comencé a reír.

De esta forma, mientras reía, veía tras del hombre los dibujos de los distintos modelos de departamentos y, de paso, observaba también el dormitorio piloto que estaba armado a un costado.

Todo era como una representación, pensé. Y seguí riendo.

Entonces, el hombre que me había quebrado la botella en la cabeza, comenzó también a reír, junto a mí.

Los vendedores, en tanto, se habían acercado hasta nosotros sin saber qué hacer.

-Lo confundí con otro –dijo de pronto el hombre que me había golpeado, sin dejar de reír.

Y bueno… yo reí todavía más, mientras sentía que el hilo de sangre ya había llegado hasta mi boca.

-¿Puedo ocupar ese baño? –pregunté a un vendedor.

-Es del departamento piloto –me dijo-. No funciona…

Fue entonces que otra vendedora se puso a reír, nerviosa, y lo mismo le sucedió a los clientes que estaban en el lugar.

-De verdad lo confundí con alguien… –volvió a excusarse el hombre que me había golpeado-. Mi esposa me engaña,  sabe…

Todos volvieron a reír.

Yo, finalmente, me limpié la frente con el borrador de un contrato, pero la herida no se cerró en lo absoluto.

Debido a eso, además, unas gotas de sangre cayeron sobre Las sirenas de Titán, de Vonnegutt.

Es extraño aquel libro, por cierto.

(Creo que ya se los dije)

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