miércoles, 26 de septiembre de 2012

Wingarden y el sumo zen.


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Dejando de lado los mitos que hablan sobre un primer combate de sumo realizado por dioses cerca de las playas de Uzumo –y cuyo desenlace habría permitido la ocupación del territorio japonés-, tendríamos que remontarnos hasta el año 23 antes de Cristo para tener referencia oficial del primer combate de esta disciplina.

Dicha referencia podemos encontrarla, por cierto, en una de las crónicas del Nihon Shoki, escrito en el 720 de nuestra era.

Así, según aquel escrito, un artesano llamado Sukune, habría vencido –incluso dando muerte durante el combate-, a un contrincante cuyo nombre acabo de olvidar, convirtiéndose de esta forma en el primer ganador y patriarca de la disciplina.


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En ese tiempo, por otra parte, no se tenían claras aún las reglas de este tipo de combate.

Es decir, no se establecían bien las medidas del espacio que delimita las acciones de lucha, no se tenía claridad sobre las prendas que debían vestir los luchadores, y no se sabía con claridad, inclusive, cómo resultar ganador de un enfrentamiento


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Por esto –y por la extraña vaguedad de la crónica que habla de esa situación-, resulta extraño entender realmente cómo fue que Sukune logró ganar aquella primera lucha.

Y es que si bien el fundamento básico del sumo es sacar al contrincante de un espacio establecido –que se considera propio-, lo cierto es que en ese entonces ese espacio no se encontraba todavía delimitado, por lo que no logro comprender de qué forma pudo determinarse el triunfo de Sukune, a no ser por la muerte del contrincante, que señalábamos al pasar, anteriormente.


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Con el tiempo, sin embargo, se establecieron nuevos criterios para determinar el triunfo en el combate (quitar la prenda de ropa al contrincante, derribarlo en el espacio de lucha, por ejemplo) lo que transformó un tanto el espíritu de este deporte.

Con todo, cierto grupo purista seguidor de esta disciplina, logró mantenerse a distancia de esas transformaciones, protegiendo el propósito inicial de sumo y fortaleciendo la realización de un deporte que pasó a denominarse –en su precaria traducción, al menos-, sumo zen.


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Creo que fue a Wingarden al primero que escuché hablar sobre el sumo zen.

Él estaba dando una conferencia en la facultad de pedagogía de la UNAM –yo lo vi en una grabación, por cierto-, donde hablaba de los peligros que acechaban a la educación tras la inclusión de los conceptos de Zona de desarrollo próximo.

Entonces, mientras atacaba aquellos conceptos, el teórico comenzó a plantear la existencia de otras zonas de desarrollo, prácticamente inversas a las que comúnmente aceptamos.

-Imaginemos esa zona que debe desarrollarse –decía en esa oportunidad Wingarden-, similar al círculo donde se desarrolla la lucha sumo…

Y claro, él siguió hablando, explicando su teoría.

Y yo pausaba la grabación, mientras escuchaba, para entender mejor.


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Si hubiese que explicarlo en resumen, el sumo al que hacía referencia Wingarden era esencialmente un ejercicio zen, que consistía en llegar a comprender que en el círculo en que comparten espacios dos luchadores, existen realmente dos círculos completamente distintos que nunca se tocan.

-El descubrimiento de esas zonas es lo único que debiese preocuparnos –decía entonces Wingarden-. Yo los invito a practicar este sumo zen.


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Le hice caso a Wingarden.

Es decir, busqué un contrincante, le hice ver el video, dibujamos un circulo dentro del cual nos introducimos y comenzamos luego ese ejercicio de lucha que nuestro mentor llamaba comprensión.

Pasaron así algunas horas.


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Ya iba a darme por vencido cuando me percaté que estaba comenzando a comprender.

Es decir, me di cuenta que el círculo en que nos encontrábamos con nuestro contrincante no era realmente el círculo del cual yo debía expulsarlo, según el sumo zen.

De esta forma, reconociendo mi propio círculo –que no excluye ciertamente la intersección o superposición con los de otros- podía lograr de una extraña forma, a ser el ganador de ese extraño combate.


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Nunca he perdido un combate desde entonces.

Puede parecer soberbio, en primera instancia, pero lo cierto es que me avergüenzo de ello.

Y es que no podemos considerar como un triunfo el repetir una misma comprensión, vez tras vez, en cada combate, me dije.

Porque claro… una comprensión no es repetible.

Por eso, pienso ahora, Wingarden habló de esto en relación a las zonas de desarrollo próximo.

Así, el verdadero sumo zen incluiría no solo combatir contra un contrincante externo, sino sacar fuera de nuestros círculos, nuestros propios cadáveres.


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Hay más círculos en nuestros propios círculos, podría concluir.

Y podemos seguir sacando gente de aquel círculo aunque te hayas quedado solo en algún momento.

Puede parecer inverosímil, pero debe usted tomarme en serio, aunque no pueda ahora explicarlo de mejor forma.

Déjelo reposar un poco, mientras tanto.

1 comentario:

  1. ¿Y qué quedaría en ese círculo más íntimo si sacáramos hasta nuestros cadáveres? ¿quedaría vacío, o quizás sólo lo más importante?

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