viernes, 5 de octubre de 2012

Rezarnos a nosotros mismos.

“Cualquier cosa puede volverse santa
si se le reza lo suficiente”.


Son tantos los caminos de la santidad
que a veces pienso que es un rotundo error
no intentar ser salvado.

Me refiero a que no está de más
probar de vez en cuando
con creer un poco más
en nosotros mismos.

Así, pareciese de pronto sobrar
la figura de un redentor,
pues todo avance termina siendo
finalmente,
fruto de nuestras propias creencias.

Debido a lo anterior,
me permito señalarles
que solo una cosa
queda por hacer:

Rezarnos a nosotros mismos.

Y es que ese es
el verdadero alimento
que descansa en el plato
servido frente a nosotros.

¿Lo ven ustedes?

¿Se ven ustedes?

Todo estaba listo
desde mucho antes.

No hay nada que esperar.

Nadie va a venir
a acompañarnos
en esta comida.

Nadie va a decirnos
que ya es hora,
ni hará sonar una campana de plata
para que recordemos.

Así,
toda la responsabilidad
es nuestra.

El hambre.

La disconformidad.

Y hasta el deseo de que todo ocurra
tan bien como lo planeamos.

Y es que todo lo demás,
si lo pensamos,
carece finalmente
de fundamentos concretos.

Y claro,
todo lo que no tiene fundamentos
no merece la pena
ser abordado.

¿Lo ven ustedes?

¿Se ven ustedes?

Eso quería preguntarles.

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