martes, 18 de diciembre de 2012

El fin del mundo.



Mi amiga estaba durmiendo.

El cabello le caía sobre el rostro.

Su cabeza brillaba, bajo el sol.

Entonces,
sin tener claro el motivo,
golpee como si fuera una puerta
la cabeza de mi amiga.

Suavemente golpee.

Luego esperé.

Sentí un ruido.

Así,
de entre sus cabellos,
apareció entonces un ser brillante
y diminuto.

Primero me pareció azul.

Luego de un rojo brillante.

Por último, blanco.

Esta no es una puerta,
me dijo,
y yo escuché atento,
porque pensé que él tenía razón.

Nada más es cierto, pensé.

Compré una cafetera que nunca usé.

Y me dieron ganas de usarla.

En tanto,
el ser diminuto,
se apoyó sobre una oreja
de mi amiga.

Veo claramente la situación, estimé.

Pero no comprendo mi rol.

¿No es extraño como la gente nunca forma un todo?

Este es el fin del mundo,
me dijo entonces ese ser,
un silencio innecesario
una máquina sin uso.

Intenté reflexionar.

Sentí un viento suave, sobre el rostro.

Tras pestañar, el ser no estaba.

Entonces, preparé dos cafés,
en la máquina sin uso
y acerqué mi boca
a la oreja de mi amiga.

El mundo va a acabar, le dije.

Pero no es cierto.

Quiero dormir contigo, le dije.

2 comentarios:

  1. Qué visión más delicada del fin del mundo:
    "Compré una cafetera que nunca usé.
    Y me dieron ganas de usarla"
    Como si en nuestro interior hubiera algo que lo supiera...

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  2. Quizás el final no sea la destrucción sino el cambio en la forma en que tenemos de percibir las cosas y actuar en consecuencia. Quizás solo sea un cambio de sintonía, una afinación de nuestra frecuencia energética existencial. Quiero creer que será para bien...
    Un abrazo.
    =)

    ResponderEliminar

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