jueves, 20 de diciembre de 2012

La condescendencia de Kant, y otras sensaciones.

“Al tomarse por lo que no son,
al imaginarse en una configuración diferente de la real,
los hombres evitan lo trágico, es cierto,
pero pasan inadvertidos ante sí mismos”
Michel Onfray

I.

Me gusta creer que la condescendencia de Kant con la creencia –como oposición a la razón-, no era en realidad una condescendencia directa con ella, precisamente, sino con los creyentes.

Es decir, me gusta creer que se trata en realidad de una condescendencia que bien pudo ser comprensión –o hasta afecto-, por el prójimo.


II.

Un personaje de un cuento de Chejov se enamora de una mujer tras verla ponerse un sombrero.

Ella no pensaba cuando lo hacía… ella vivía de una forma autómata… comenta, argumentando sus sensaciones.

Wingarden, por su parte, analiza el cuento y señala que el hombre no se acerca a ella porque siente que descubrió el mecanismo secreto de lo humano… el diseño vacuo… lo nombra.

Y claro... algo similar ocurre con las máquinas de Theo Jansen, que parecen vivas, por el viento.


III.

Esta es más o menos una traducción de un trabalenguas finlandés:

“Estoy perdido si no finjo estar perdido. Fingir es una ruta, si sabes que se finge. Fingir que nos perdemos. Fingir que estamos fuera de nosotros. Perder. No estoy perdido si finjo estar perdido.”

I love Finlandia.


IV.

Sin motivo alguno me visita la verdad, y me entrega un papel pequeño, escrito con mi propia letra:

“Amo a una mujer en cuyo corazón existe un reproche muy suave.

Amo una mujer que no existe”


V.

Pueden parecer extrañas, pero mis conclusiones más honestas, respecto a los puntos anteriores, son las siguientes:

Me siento querido por Kant.

Siento respeto por Chéjov.

Amo Finlandia y a mujeres que no existen.

Quizá Theo Jansen diseño mi corazón.

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