lunes, 28 de enero de 2013

Ser feliz si la piedra cae.


“La vida y el sentido de la vida,
no son, como se cree
-e incluso como gramaticalmente podría comprobarse-,
cosas distintas”.
Otto Wingarden.



Mientras estaba sentado junto a un lago, me fijé en un hombre que estaba unos cuantos metros más allá, lanzando piedras.

No es que eso haya sido muy extraño, claro… pero lo que sí llamó mi atención, fue que el hombre parecía celebrar tras cada lanzamiento, sin importar donde cayera la piedra, como si esta hubiese dado justo en el blanco dispuesto.

Debe estar borracho, pensé.

Con todo, tras fijarme mejor, el hombre me pareció –en todo lo demás-, una persona normal. De hecho, al pasar junto a mí, lo vi sonreír, alegre, sin ningún rasgo de estar ebrio ni nada parecido.

Y claro… seguí luego mirando el lago… y dándole vueltas al asunto.

Quizá, pensé entonces, la alegría está en eso… en una meta chiquita…

-Voy a ser feliz si la piedra cae –dije entonces, en voz baja, como una promesa.

Y claro, la lancé. Sin importar el destino.

Para sorpresa mía, sin embargo –pues debo reconocer que prometí lo anterior sin mucha fe que digamos-, sentí con alegría que la piedra había caído justo en el sitio, donde debía caer.

Seguí un rato más, entonces, disfrutando el descubrimiento.

Y no voy a inventarme hoy, un final trágico. 

2 comentarios:

  1. Me acuerdo del rey aquel que le ordenaba al sol salir y a las estrellas brillaren la noche para después complacerse al ver cumplirse sus órdenes.
    =)

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