sábado, 9 de marzo de 2013

Juan & la Mujer Gorda.


No vimos más a Juan desde que se casó con la mujer gorda. Sé que suena mal decirlo así, pero lo cierto es que nunca supe el nombre y la gordura era el rasgo más característico de esa mujer. Rasgo superficial, claro, pero nunca conocimos más de ella, así que no hay opción de llamarla de otra forma. Por otra parte, estoy seguro que si la hubiesen visto, aunque fuera una vez, ustedes concordarían con que la llamase así… o al menos entenderían, rápidamente, a quién me refiero. Y es que la mujer de Juan no era rellenita ni gordita… sino gorda. Juan tenía que ayudarla incluso a caminar, según contaban,  y su peso, calculaban los que la conocían, era al menos de 180 o 200 kilos. Pues bien… les decía que no vimos más a Juan desde que se casó con aquella mujer. Es decir, lo veíamos de lejos, es cierto, pero no volvimos a tener alguna conversación larga con él ni mucho menos una borrachera, como las de antaño. De hecho, fue justamente en la última borrachera que Juan nos contó que se iba a casar con la mujer gorda. Recuerdo que esa vez, abrió la billetera y sacó una foto y nos mostró una imagen con tres mujeres que sonreían mirando a cámara. Es la gorda, dijo Juan, esa vez. Nos casaremos el fin de semana, pero no haremos fiesta, agregó. Yo lo escuché y no dejé de mirar la foto. Por un momento pensé que estaba bromeando, pero lo cierto es que Juan no era de los que bromeaban, ni mucho menos en esos temas. Felicitaciones, alcancé a decir, según recuerdo. Fue nuestra última borrachera. Él estaba extraño. Silencioso y extraño, para ser exacto. Con la misma actitud con que lo vimos hoy, en la iglesia, aunque aún sin atreverse a ahondar ni lo más mínimo en lo que podríamos llamar su vida amorosa. Y claro, ocurrió entonces el matrimonio y luego tres años en que apenas vimos a Juan hasta hoy. Con todo, le dimos el pésame como grandes amigos, y dijimos incluso que lo comprendíamos y le ofrecimos nuestro apoyo. Puedes llamarnos cuando quieras, le dijimos. Pero él no nos contestó. En el ataúd, en tanto, la mujer gorda se veía hasta más flaca y la habían dejado con los ojos abiertos, por lo que se hacía bastante incómodo mirarla... Así, resultó que finalmente no hubo explicación sobre la muerte ni datos extra sobre lo que había sido el matrimonio. Por otro lado, tampoco nadie pronunció su nombre, por lo que nos quedamos sin saber cómo se llamaba, realmente. Es decir, solo sus ojos abiertos, el ataúd algo más ancho que los normales y una serie de preguntas que nunca supimos a quien realizar. Llámanos si nos necesitas, le volvimos a decir a Juan, finalmente, antes de irnos. Con todo, no creo que nos necesite.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales