jueves, 7 de marzo de 2013

Póngase usted en mi lugar.



Eso fue lo que me dijo: “póngase usted en mi lugar”. Yo no entendí a qué se refería así que seguí hablando y explicando las razones de mi negativa, pero claro… él insistió y volvió con la frasecita esa y yo que estaba algo borracho tuve que intentar comprender sus palabras, pero no lograba relacionarlas con nada firme… y claro, volvía entonces a perderme y él insistía y yo le dije entonces “¿quieres que me ponga en tu lugar?”. Y bueno, él debe haber dicho que sí porque recuerdo que yo alegué entonces que aquello era imposible… que para ponerse en el lugar del otro el otro no debía de estar en ese lugar y entonces ya no sería el lugar del otro. “Ese lugar está ocupado, ahueonao”, le dije. Y él no entendió. O entendió algo que no entendí, pensé en aquel momento… algo básico. Y claro… reconozco que yo estaba molesto… y que mezclaba cosas. O sea, a veces me pasa… A todos nos pasa, supongo. Pero yo tenía una técnica y era hacerme un corte en la palma de una mano para acordarme de qué estoy hablando… y bueno, entonces me acordé… pero el corte fue tan profundo que yo pensé que la sangre que brotaba salía desde los huesos… “Esta no es sangre de vena, sino de hueso”, recuerdo que pensé entonces… o quizá hasta lo dije, no estoy seguro… Es decir, sé que suena absurdo, pero pensar mientras te sangra la mano y hay un tipo pidiéndote algo imposible es todo un desafío… “esta sangre la bombea un corazón que está más adentro que el corazón”, pensaba. Y era como si hubiese descubierto una forma nueva de herirme, o de meterme en un pozo estando ya dentro de un pozo… “¿Todavía quieres que me ponga en tu lugar?”, le pregunté entonces. Y él debe haber dicho que sí, supongo, porque lo vi de pronto sangrar también de una mano y yo verifiqué que la mía estaba otra vez a salvo. “Ya ves lo que obtienes”, le dije. Y él parecía no oírme porque la sangre seguía saliendo y parecía como si de pronto aquel hombre comenzara a agujerearse entero. Poco después, sin embargo, se quedó quieto. La sangre manchó mis zapatos. Él dejo de insistir. “Ese lugar está ocupado, ahueonao”, repetí antes de irme. Ý claro… él debe haber comprendido, porque no respondió.

1 comentario:

  1. Me gusta el borracho lúcido que aparece en tus historias. El siempre la tiene clarísima. Por supuesto que es absurdo querer ocupar cualquier otro lugar que no sea el propio! Por último lugares que no esten ya ocupados

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