martes, 5 de marzo de 2013

Vian Gogh


No pinto girasoles.

No hago autorretratos.

Jamás me interesaría crear un taller de artistas.

No.

Nada sé respecto a una casa amarilla.

Yo creo que me confunden.

No es cierto.

Es decir, alguna vez pinté acuarelas, lo admito,
pero me quedaban horribles

Sí. Horribles.

Sin estilo.

No.

No me cortaría una oreja.

Ni siquiera el lóbulo de una oreja.

Sí.

Creo que hablé de más.

Mi hermano no me librará de esta.

Es decir,
si esto se repite se convertirá en tradición…

Y mi hermano llegará a destiempo.

No importan coordenadas y altura.

Claro…

No sé.

De verdad no sé.

Es decir, pintar la realidad ya es otra cosa.

Yo creo que dos colores bastan.

Sí.

Dos colores como dos palabras.

Un color para la luna.

Un color para el sol.

Todo lo demás puede hacerse con esas dos palabras.

No.

Ya le dije que no pintaba girasoles.

Sí.

Eso sí.

Vendí un cuadro, una vez.

Yo pinté una mancha, nada más.

Una mancha, eso digo…

Una mancha.

Claro, pero la mujer vio otra cosa.

Algo así como un corazón, decía.

Sí.

Una mancha entre otras manchas.

Claro.

Suena bien, pero es una mierda.

De hecho, los artistas me dan náuseas.

Sí.

¿Girasoles?

Desde lejos, quizá.

¿Y sabe…?

Alguien debería descargar mi pistola,
por si acaso.

Descargarla y no avisarme
porque a veces insisto.

Claro.

Sí: 
una vez maté a un tipo
porque insistía demasiado.

Seis veces lo maté.

Seis veces.

Luego se durmió
y no volvió a molestar.

Así son las cosas.

No pinto girasoles.

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