sábado, 27 de abril de 2013

Conversaciones casi milagrosas.

“La vuelta más pequeña
es el más largo camino a casa”
Nichijou


-Quiero un chocolate de tiburón y un jugo de frutilla –me dijo.

Yo atendía por ese entonces en un kiosco de la U, donde sacábamos fotocopias y se vendían algunos productos básicos.

-No tenemos –dije, sin prestar mucha atención.

-Siempre compro acá –insistió-. Un chocolate de tiburón y un jugo de frutilla.

-Mmm… -dije yo.

-La última vez que compré chocolates de tiburón ustedes tenían cajas –señaló-. No pueden haberse acabado.

Yo intenté hacer memoria, pero no recordaba para nada aquel producto.

-No recuerdo que hayamos tenido –dije.

-Sí tienen… La última vez me atendió un chico parecido a ti, pero más bajo, moreno y con el pelo medio afro.

-Mmm… -repetí yo.

-¿No puedes buscar…? Estoy segura que debe quedar alguno… Vienen en unas cajas azules con una ventana de celofán transparente… y letras japonesas…

-Pues con mayor razón estoy seguro que no hemos tenido –le dije-. No trabajo todos los días acá, pero te debes estar confundiendo… Solo trabajan un par de chicas los otros días y el chocolate ese de tiburón nunca lo he visto…

-¿Y no vas a buscarlo?

-Podría, pero no sé dónde… ya ves que este kiosco es pequeño y…

-¿Puedes voltearte y buscarlo? –me preguntó.

Yo lo pensé un poco y lo encontré absurdo. El kiosco apenas medía un par de metros y sabía todo lo que ahí había… además, un chocolate de tiburón…

-A veces es bueno detenerse a mirar, o voltearse… -insistió.

Yo me molesté un poco y guardé silencio.

Ella pareció notarlo.

-Una vez estaba caminando por un cerro, súper cansada… -comenzó a contar-. Todo estaba embarrado, había llovido y no sé por qué, pero de pronto saqué mi cámara y saqué una foto. Era una cámara de esas antiguas, con rollo, no de las de ahora… y la foto me la saqué a mí, mientras caminaba, hacia atrás…

-Disculpa –la interrumpí entonces-. Pero debo hacer unas copias y sinceramente no tengo mucho tiempo…

Ella me miró, sonrió y siguió con su historia.

-Queda poco –advirtió-. El punto, es que el tiempo pasó. Hasta que un día decidí revelar esas fotos….

-¿Y…?.

-Pues todo bien... normal, me refiero... salvo que en la foto esa que me saqué hacia atrás, aparecía a mis espaldas un arcoíris inmenso… uno que no vi nunca aquel día…

-De acuerdo –interrumpí-. ¿Quieres decir que voy a encontrar tu tiburón de chocolate si lo busco?

Ella guardó silencio, pero me pareció obvio que pensaba que sería así.

Por lo mismo, y para dejarla tranquila, me puse a buscar en los distintos rincones, todavía molesto.

Y claro... no encontré nada.

Me volví entonces para decirle a la chica que estaba equivocada.

Pero ella no estaba.

Es decir, estaba, pero ya se había alejado varios pasos, del lugar.

Todo fue tan extraño, sin embargo, que por un momento pensé que encontraría un chocolate de tiburón sobre el mesón, o quizá hasta hubiese un arcoíris en el fondo… pero nada.

Simplemente quedé con una extraña sensación, como expectante… o como si hubiese sido culpa mía no haber encontrado algo especial, o milagroso.

En la universidad, por cierto, volví a ver a la chica un montón de veces, pero nunca hablamos.

Alguna vez sentí deseos de pedirle disculpas, o algo… pero jamás lo hice.

1 comentario:

  1. Yo pensé que cuando volviste a darte vuelta, se había llevado toda la mercadería que estaba a la vista!...qué mal pensada soy!
    =(

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