miércoles, 15 de mayo de 2013

Hoy.


Basta estar atento para ahorrar una entrada.

Por ejemplo, hoy fui anotando algunas observaciones que ahora transcribo, sin siquiera alterar el orden.

1. Mi hijo cuenta que soñó que yo era un superhéroe, pero que se me enganchaba la capa en un árbol, y no podía liberarme.

2. Encuentro una foto apenas salgo de casa. Nada especial. Una foto vieja. Una mujer mayor que mira de frente, sentada en un sillón. No sé quién es, por supuesto, ni a quién pertenece aquella imagen.

3. Una mujer en el colectivo me cuenta que en su casa, de pequeña, tenían un perro que se llamaba Charles Dickens. Luego, comenta que Charles Dickens le arrancó parte de un dedo, a su hermana menor.

4. Termino de ver 8 mujeres, de Ozon, con un curso en el colegio. Me afecta lo suficiente como para no profundizar en ella. Estructura, elementos de la novela detectivesca, diferencia entre deducción e inducción. Poco más. Con eso basta.

5. Uno de los bonsáis que tengo en la sala en que hago clases dio flores. No es época para que lo haga. Las flores son blancas y pequeñas. Acepto y no pregunto. Aún le debo un nombre a ese bonsái.

6. Leo que Charles Dickens tuvo diez hijos y que los fue abandonando a medida que crecían. El biógrafo comenta que los prefería ingenuos. Apenas razonaban y eran capaces de discutir críticamente sobre algún tema, eran enviados fuera hasta que los abandonó a todos. Es como la canción de los 10 perritos, anoto.

7. Salgo apurado del trabajo para reunirme con mi hijo e ir a un concierto. Ambos estamos cansados y con un poco de hambre por lo que pasamos a comer algo. Mientras esperamos, en un local de comida rápida, mi hijo se percata que algunos de los que atienden son hermanos. Y claro, yo me imagino que son los hijos de Dickens, y divago mientras toman el pedido.

8. Desde mi ubicación en el concierto no logro ver con comodidad al pianista ni al solista de violín. En cambio, me quedo mirando una pareja de abuelitos sentados en otra fila. Él se duerme un poquito y ella sonríe como niña. Estoy seguro que he visto a la abuelita, aunque no recuerdo dónde. Por otro lado, se parece a una que recogía flores, en After Life, de Kore Eda.

9. Hojeo un par de libros que compré camino al concierto. No tengo tiempo para leerlos con calma. Entonces vuelvo a pensar en el sur, en una cabaña pequeña. Y claro, mis sueños también son pequeños… pero necesarios.

10. Ya de noche, en casa, me acerco a la cama de mi hijo pues lo escucho hablar, mientras duerme. A veces –aunque lo dejé de hacer porque me asustaba-, yo le preguntaba algo y él respondía, en sueños. Esta vez solo le digo que me libere, si se engancha la capa. Él contesta algo que no entiendo, pero sonríe.

Y claro… yo también sonrío.

Acabo de ahorrarme una entrada –pienso-, y la transcribo.

Los ojos se me cierran.

Pero todo está en orden.

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